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El oscurísimo ritual de 1800 de amurar gatos vivos para proteger la propiedad


Una momia de Egipto, parte del enigma

Una momia de Egipto, parte del enigma - Créditos: Shutterstock



En el museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Cornelio Moyano de la Ciudad de Mendoza se encuentra exhibida al público una momia muy particular.
Es un gato, está más seco que un árbol petrificado y fue encontrado oculto entre dos paredes, durante el proceso de demolición de una antigua casa mendocina de principios de siglo pasado.
"Por el lenguaje corporal, está claro que el gato estaba vivo cuando ingresó a la pared y murió desahuciado", cuenta el antropólogo salteño Leonardo Mercado, colaborador del área de arqueología del museo.
Mercado es experto en momias andinas y fue quien examinó al gato amurado cuando el taxidermista del museo, Edgardo Aranguez, le avisó del hallazgo y le dijo: "Vení que tengo algo para vos".
A simple vista se dio cuenta de que se trataba de una momia.
"Lo más curioso fue entender la manera en la que había sido momificado", dice el investigador, refiriéndose al ejemplar que ya integra la muestra sobre "técnicas de conservación" del museo, curada por el taxidermista Aranguez.

Hallazgos que meten miedo

El gato exhibido en el museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Cornelio Moyano en Mendoza

El gato exhibido en el museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Cornelio Moyano en Mendoza - Créditos: Wikicommons

No es la primera vez que se encuentran los restos momificados de un gato dentro un muro doble, un piso, una bóveda o un ático sin salida.
Los más escépticos podrían pensar en una fatalidad: que el gato ingresó por sus propios medios a una trampa mortal de donde no pudo volver a salir.
Sin embargo, la aparición de ejemplares momificados en lugares por donde era imposible ingresar sin la ayuda humana hablan de una práctica relacionada con la religión, el ritual o el esoterismo, piensa Mercado.
Algo directamente relacionado con la brujería, las brujas y los aquelarres.
En el museo Wentworth de Florida, Estados Unidos, es famosa la momia bautizada como "Petrified Cat", un gato duro como una piedra que fue hallado emparedado, dentro de un muro doble, en 1946, en perfectas condiciones de conservación.
Una pieza del Louvre

Una pieza del Louvre - Créditos: Wikicommons

En Yorkshire del Norte, Reino Unido, a una pareja dedicada a comprar casas viejas para reciclar y luego vender, se les cayó literalmente por la cabeza la momia de un gato durante el retiro de un viejo techo en una vivienda del siglo XVIII.
Los diarios locales especularon con que el felino estuvo ahí por más de 100 años y reseñaron una antigua leyenda según la cual los gatos amurados servían como amuleto contra los "malos espíritus".
El matrimonio británico declaró que enterrarían al gato momia en los cimientos de la nueva casa para seguir teniendo suerte.
Algo similar le ocurrió al inglés Adam White de Lancashire: se encontró con un gato momia durante la demolición del techo de su casa, pero él cree que el felino ingresó por sus propios medios y ya no pudo salir, "o simplemente subió para dejarse morir", dijo.
Menos terrenal fue el descubrimiento de un gato momia durante la restauración del Palacio Arzobispal de Santiago de Chile.
El ejemplar momificado corresponde a un adulto joven, de acuerdo con las características de dientes y garras, y no presenta traumas, según explicó el veterinario que lo examinó, Óscar López.
En el arzobispado de Chile no formularon declaraciones sobre el hallazgo en el Palacio, construido en 1851.
Durante las obras de restauración del Museo Colonial de Bogotá, en Colombia, también hallaron un gato momificado, enterrado en los cimientos, a una profundidad de 1 metro.
"Es posible que se haya quedado atrapado", dijeron, como salir del paso.

El gato subterráneo

Halcones, cocodrilos y sobre todo gatos momificados, por una cantidad de miles y miles, han aparecido en las excavaciones arqueológicas de Egipto.
La BBC calcula una cantidad de 70 millones de momias animales cubiertas con delicadas telas de lino y guardadas en sarcófagos como si fueran faraones.
La figura del gato ocupa varios capítulos dentro de la egiptología.
En El Cairo, esta veneración felina reviste actualidad, sobre todo para Abdo, un viejo tendero cairota que se ocupó de asistir a un gato salvaje que vivía bajo tierra.
La historia cuenta que Miso deambulaba por la estación de subte Naguib cuando, un día de 2010, se habría introducido por el agujero de una pared, y ya no pudo salir.
Abdo pasaba por ahí y escuchó los maullidos desesperados del felino; descubrió que el gato no tenía forma de salir, y se ocupó de alimentarlo todos los días, a través de ese pequeño agujero.
Miso vivió en el espacio que hay entre un panel de 4 metros de largo por 15 centímetros de ancho durante 5 años, hasta que una organización de defensa de animales hizo las gestiones para que sea liberado.
Cuando corrieron los paneles donde se encontraba atrapado, primero emanó un olor insoportable y enseguida salió Miso, vivito y coleando como un refusilo, sin siquiera detenerse frente al hombre que lo había alimentado durante mil ochocientos días.
No pudieron atraparlo: Miso se perdió por las entrañas de El Cairo y nadie supo nunca más nada de él, aun cuando celebraron que haya evitado su destino de momia emparedada.

Acá hay gato encerrado

Mercado, que es antropólogo por la Universidad Nacional de Salta y trabajó en el laboratorio de criopreservación del Museo de Alta Montaña, donde se conservan las momias incaicas encontradas en los Andes en 1999, conocidas como los "Niños de Llullaillaco", cree que, en el caso de los gatos momia, se esconde algo más que una simple fatalidad.
"Lo primero que se me vino a la cabeza fue el cuento El gato negro de Edgar Allan de Poe; luego, una asociación entre el gato y brujería, el gato como secretario de un brujo o de una bruja, y también, como amuleto contra el mal, para ahuyentar una brujería", elucida el antropólogo.
Entre tanto misterio, hay un dato científico: el gato momia del museo Cornelio Moyano no se "emparedó" por sus propios medios.
"Una momia es un cuerpo conservado por medios naturales o artificiales. Los procesos de descomposición operan de maneras diferentes de acuerdo al entorno. La ausencia de oxígeno no habilita otras formas de vida: si hubiese habido oxígeno en lugar de una momia habrían encontrado huesos, porque se descompone y se lo comen los bichos".
"El gato momia se conservó por la ausencia de oxígeno en un lugar casi hermético, no es un osario, conserva la piel, hay tejido seco. Y estaba vivo cuando ingresó al lugar donde se lo encontró", sostiene.
Así las cosas, resulta imposible que el gato haya ingresado por sus propios medios en el doble muro.
La casa donde apareció tiene poco más de cien años. Es una construcción posterior al terremoto que devastó la Ciudad de Mendoza, en 1861.
Fue un desastre. La cifra bíblica habló de 7 mil muertos pero los cálculos más reales sostienen que fueron cerca de 4 mil las personas que murieron o desaparecieron entre los escombros y el polvo.
Las explicaciones racionalistas sobre las causas del terremoto estaban lejos de convencer a nadie y comenzaron a correr las justificaciones divinas: que fue un castigo de Dios, que sucedió un viernes Santo y que incluso una novia infiel había muerto bajo las piedras, en el altar de la Iglesia, poco antes del dar el "sí".
Y, también: "Que parte de los sobrevivientes quedaron locos o idiotas", señala el arqueólogo Daniel Schávelzon en su libro "Historia de un terremoto".
¿Amurar un gato vivo pudo ser una brujería para proteger la vivienda de una catástrofe? ¿Para combatir a los malos espíritus y atraer a la buena fortuna? "Algo es seguro: tiene que ver con una cuestión esotérica", cree el antropólogo. "Pienso en un amuleto contra el mal, en una bruja que empareda al gato para protegerse".
A juzgar por los hallazgos de gatos momia a ambos lados del Atlántico, por los gatos momia egipcios y por la tradición de ciertos pubs ingleses que todavía cuelgan del techo gatos disecados para ahuyentar a los malos pagadores, todo esto podría ser cierto, como cosa de Mandinga.

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por Redacción OHLALÁ!


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