

Salimos de Humahuaca en una camioneta 4x4. El camino de Humahuaca a Iruya no se puede relatar en pocas líneas. Es pura Puna en un paisaje imponente. En el límite de Salta y Jujuy, a 4000 m de altura, encontramos una apacheta, pirámide de piedras, para rendirle culto a la Pachamama. Lo hicimos con comida y bebida para que nos sea devuelto por la madre tierra siguiendo sus antiquísimas costumbres. Continuamos viaje con el marco de las sierras de Santa Victoria y los colores cambiantes de la Puna. Luego de unas horas de viaje llegamos a nuestro destino: Iru-yak. Iru es el nombre dado en la Puna a nuestra cortadera. Hace muchísimo tiempo, cuentan los lugareños, hizo su aparición la Virgen y pidió que allí se erigiera un santuario. Yak en idioma atacama significa señora . Así nace Iru-yak, señora de los Irus o Iruya . Nuestra Iruya, ciudad de juguete pendiendo de los cerros de la Puna. Pueblo increíble asentado en una ladera, que de tan inclinada parecería que cuelga del cielo. Al llegar y ver su iglesia a lo lejos, como una escenografía, no se puede creer que allí viva y crezca un pueblo. Sus calles en pendiente son silenciosas y humildes, como si quisieran pasar desapercibidas a través del tiempo. El río que separa al pueblo en dos, en época de lluvias, deja aislada a su gente, pero lo aceptan así, como algo muy natural. Regresamos por el mismo camino, pero con distintos colores, nada es igual a través del día. El sol juega con los cerros pintándolos de mil matices. Así dejamos Iruya, inolvidable y conmovedor pueblo de la Puna.
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