
Siempre tuve el password del Hotmail de Nico, pero jamás entré.
Tengo la convicción de que si lo hiciera, sólo sería para encontrar algo que me hiciera mal. De masoquista.
Y si buscás, encontrás. Sea real o no, algo para alimentar el morbo, va a haber.
Anoche me senté en la compu para escribir el post de hoy, y había una ventana minimizada.
Era un Gmail. Una cuenta de Gmail.
De Nico.
Quizá no debería haberlo abierto, quizá debería haberme conformado con ver lo que había ahí, a la vista: un mail de laburo. Quizá debería no haber entrado a su Inbox.
Quizá debería haber seguido viviendo creyendo en la lealtad de mi marido.
En su fidelidad ante todo. En su verdad.
Pero no.
Tuve que ver cómo Milagros le escribe un mail.
Y cómo él le responde con palabras de amor.
Cómo le da explicaciones por haber llegado tarde "la otra noche".
No le dije nada. Ni de esto, ni de nada.
Me fui a dormir al cuarto de Luján.
Me acosté en el piso.
No sé qué hacer.
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