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El socio más salvaje de un club exclusivo

Praia do Rosa integra el selecto grupo de las Bahías más Bellas del Mundo. También sobresale por su conciencia ecológica, buenos servicios y las olas




PRAIA DO ROSA.- No son nada fáciles los requisitos para entrar a este club exclusivo: contar con una bahía privilegiada por la naturaleza, una vista de película, un turismo ecológicamente correcto, buena comida y hospedaje, y otras cositas más. Praia do Rosa tenía todo para ser admitido en el Club de las Bahías más Bellas del Mundo, pero la naturaleza le puso también en su paisaje de postal ballenas francas para que fueran vistas hasta desde los ventanales de las posadas.
Puede imaginarse entonces por qué no le fue difícil a Praia do Rosa convertirse en miembro del club desde el año último y, pocos días atrás, en anfitrión de los representantes de las otras 28 bahías de todo el mundo que integran esa especie de asociación para promover un turismo sostenible y la preservación de esos lugares especiales en el mundo.
A 90 km al sur de Florianópolis, Praia do Rosa, en el municipio de Imbituba y con menos de 1000 habitantes, fue descubierta por el turismo argentino en la última década. El desarrollo del lugar, sin embargo, es reciente. Tanto que 30 años atrás si se lograba cumplir la epopeya de llegar hasta allí -no había rutas, sino caminos y largas caminatas-, lo que se encontraba en Praia do Rosa eran apenas unas moliendas de mandioca y casas de campesinos y pescadores.
Fue allí donde llegó de casualidad el argentino Enrique Litman, en 1968. "Unos amigos brasileños con quienes surfeaba me hablaron de una playa fantástica y muy salvaje, conocida apenas por algunos gaúchos (originarios de Río Grande do Sul), donde había buenas olas. Hicimos una vaquita para pagar un carro con bueyes que nos llevara y después de una travesía llegamos hasta el lugar, que estaría desierto si no fuera por un pescador que encontramos. Era el mismísimo Dorvino Manoel da Rosa", contó Litman.
Los mitos que se crean dirían que el lugar se llamaba Praia do Rosa porque tiene una puesta de sol rosada, lo que también tendría sentido. Pero el nombre original era por don Dorvino Rosa.
Litman, que tiene ahora 57 años, es el hijo de otro pionero, Mauricio Litman, que descubrió Punta del Este, creó el Cantegril Country Club, el Festival de Cine de Punta del Este y tantas otras cosas del balneario. Estaba en la sangre salir a conquistar balnearios por ahí.

Se corre la voz

Después de la llegada de ese argentino maluco a Rosa, la voz fue corriendo y en los años 70 comenzaron a llegar más surfistas, sobre todo del Estado de Río Grande do Sul. Por muchos años el hospedaje fue dado por el propio Dorvino y algunos otros campesinos y pescadores de la región. No había electricidad y se comía lo que había en el lugar en abundancia: pescados recién pescados, vegetales de las chacras y panes hechos con harina molida en el lugar. Es decir, una maravilla.
A comienzos de los años 90, ya enamorado de Rosa tanto él como su esposa, Francesca, Litman compró algunas hectáreas frente al mar. Abrió en 1993 la posada Vida Sol e Mar, con nueve casas para alquilar (actualmente son 150 plazas).
Lo increíble es que en aquellas épocas de Praia do Rosa no había ballenas. Habían sido pescadas para utilizar la carne para comer y el aceite para iluminar las ciudades de la región. Con la grasa de la ballena, mezclada con arena, se construían casas, galpones, iglesias y hasta faros. Así, las ballenas francas, que venían al lugar para dar a luz a las crías en una bahía protegida, fueron eliminadas casi totalmente.
"Eran pescadas en canoas, aunque parezca increíble. Yo era chico cuando se pescó la última, pero mi padre me cuenta las historias. Dos canoas de remo, con un pescador de cada lado, salían mar adentro enfrentando las olas. Cuando veían una cría le tiraban el arpón y la iban arrastrando con la fuerza de los brazos hasta las instalaciones balleneras en la costa, en Imbituba. La madre iba atrás, siguiendo a la cría, y terminaba asesinada al llegar", recordó Henrique, nacido en Praia do Rosa y actualmente dueño de unas casitas para alquilar. Su padre, que era dueño de medio morro en las épocas en que la tierra no valía nada, fue vendiendo cada hectárea. "Llegó a cambiar varios miles de metros cuadrados por una vaca", recuerda.
En 1973 se pescó la última ballena. Y a partir de ese momento, de a poco, fueron volviendo. Los días en que el Club de las Bahías más Bellas del Mundo se reunió en Praia do Rosa había ocho frente a la costa y otras 200 a lo largo de la costa sur de Brasil, según datos de los institutos oceanográficos de la región. Nadan tan cerca, y con una actitud tan vulnerable, que los windsurfistas tienen que tomar cuidado para no lastimarlas con las quillas.
Dos semanas antes del encuentro de las bahías, Rosa había sido la sede del 3er. Encuentro Internacional de Operadores de Turismo de Observación de Ballenas. "Este es un turismo fantástico, porque es un turismo que preserva y que tiene buen poder adquisitivo -explicó Litman-. Si en Península Valdés tenemos casi 100.000 personas por año y acá en Rosa apenas 1000, está claro que hay un espacio enorme para crecer."

Crecimiento sostenible

Quedaron lejos los días de vida totalmente salvaje en Rosa. Ya son entre 80 y 90 las posadas que hay en el lugar. Diciembre, enero y febrero son lógicamente los meses de temporada alta, cuando Rosa se llena, pero el resto del año está creciendo un turismo que aprovecha las otras cosas interesantes del lugar: desde la vista apacible, los hidromasajes climatizados y pequeños bistros hasta el avistamiento de ballenas, la buena gastronomía y la tranquilidad.
Rosa está adquiriendo un perfil más sofisticado, un poco más avanzado que las playas vecinas en cuanto a preservación, calidad de hospedaje y comida, reciclaje de residuos y plan urbanístico.
Si Rosa -como es llamada la playa en confianza- es hoy un lugar bastante especial es porque, a pesar del desarrollo aceleradísimo, logró crecer en forma sostenible, al menos hasta ahora.
Eso es fácil de ejemplificar: no se construyeron edificios pegados frente al mar como en Camboriú, no se lotearon terrenos minúsculos para que cada uno construyera lo que quería, y la ocupación, en lugar de deforestar, terminó recuperando la flora que había sido destruida por el uso de esas tierras para la agricultura durante casi todo el siglo XX.
Mucho de eso se le debe a Pousadas do Rosa Asociadas ( www.praiadorosa.com.br ), Proa, grupo que reúne a siete de las posadas más antiguas y mejor estructuradas del lugar. Este grupo participó de la elaboración del plan urbanístico aprobado recientemente (no sólo participó: lo pagó, porque el municipio no tenía dinero), elabora proyectos de recolección y reciclaje de residuos, da apoyo financiero para mantener los accesos a la playa y para conservar la seguridad.
Si bien para Navidad y fin de año las calles se saturan de autos y el lugar parece haber salido de control, el resto del año todo vuelve a la normalidad. A pesar de que fue considerada una de las diez playas más lindas de Brasil por las revistas nacionales de turismo, los paulistas no tienen la costumbre de viajar hacia el Sur para ir a la playa, y mucho menos los cariocas. Eso hace que el lugar se mantenga bastante ajeno a los grandes flujos de turismo.
Hay una conciencia de que no puede ocurrir en Rosa lo que ocurrió hace años en Camboriú, o más recientemente en Bombinhas, afectada por la especulación inmobiliaria descontrolada. Hay que decir también que Rosa no es una playa familiar. Las posadas tienen muchas escaleras -para preservar los desniveles de tierra frente al mar- y una simpatía especial por el silencio.

Un grupo especial

Ya son 28 las bahías que forman parte del club. Todas juntas movilizan aproximadamente 200 millones de turistas al año.
Praia do Rosa logró su ingreso al club en 2003, en Tadoussac, Canadá. Además de la belleza estética obvia del lugar, sus credenciales de ingreso fueron también el hecho de formar parte del Area de Protección Ambiental de la Ballena Franca, de la Reserva de la Biosfera de la Mata Atlántica, y por la serie de acciones que fueron emprendidas por Proa para preservar el patrimonio cultural del sitio y mantener una relación armónica entre la sociedad del lugar y la gente que llegó para explotar turísticamente posadas y restaurantes.
La mata atlántica es un tipo específico de naturaleza, que se encuentra en la costa entre los estados de Bahía y Santa Catarina (unos 3000 km). En muchos lugares fue destruida, ocupada por ciudades o reemplazada por especies que no son del lugar. Pero la mata atlántica es fuerte -tiene más diversidad que la selva amazónica, para que se tenga una idea- y, en muchos lugares donde se la exterminó, está volviendo. Es aquel tipo de vegetación selvática frente al mar, por lo general en morros, con muchos árboles de sombra, que forma un paisaje de postal. Debe ser uno de los pocos ecosistemas con hinchada propia porque quien la conoce y la vive se vuelve militante a su favor.
Rosa ya tenía los atributos naturales para ingresar al club de las bahías más lindas del mundo, pero fue el argentino Enrique Litman el que emprendió casi una cruzada propia para lograr que Rosa fuera la sede del 4° Congreso de las Bahías, este año. Financiado en parte por Proa, viajó a Turquía junto con el intendente de Imbituba, José Roberto Martins, para defender la sede brasileña. Lo logró, y en los primeros días de octubre se hospedaron y reunieron en su posada representantes que iban desde Vietnam y Canadá hasta Angola y Francia. Llegaron hasta de Qingdao, una bahía en China que defendió y consiguió su ingreso al club gracias al patrimonio cultural que la rodea (en esta bahía, en la provincia de Shandong, se van a disputar los deportes acuáticos de las Olimpíadas de 2008).
"Todas las bahías son diferentes, pero Praia do Rosa tiene como atributo principal esa cosa medio salvaje y rústica, ese intento por conservar las cosas naturales", le dijo a LA NACION el presidente del club, el francés Jerome Bignon.
Para integrar el club, comentó, uno de los requisitos importantes "es mostrar que hay una acción para realizar una explotación de turismo sostenible. No es mantener todo preservado, sino lograr una integración entre explotación económica del turismo y también un buen desarrollo que al mismo tiempo preserve".
Eso incluye, dijo, una relación de las empresas turísticas con la comunidad y una preocupación por el medio ambiente, además de alguna forma para que exista un equilibrio: no puede haber una superexplotación en la alta temporada y un abandono en la baja, que haga que la comunidad local se quede sin recursos.
"Es decir, no buscamos santuarios, sino una armonía general. Porque si el desarrollo es bueno no sólo se evita la destrucción, sino que incluso se puede recuperar lo que se había perdido y en lugar de arrasar con el patrimonio cultural del lugar, se lo preserva."
Esas condiciones hacen que, aunque no sea nada imposible ingresar al club, sea necesario una articulación social en las bahías que quieren sumarse. Y que por eso otras tantas bahías fabulosas de Brasil, por ejemplo, no formen parte del club o no se hayan interesado en integrarse. "Quizá ni nos necesiten, también", dijo Bignon con modestia.
Desarrollo equilibrado, buena relación de la sociedad del lugar, explotación con preservación ecológica, plan urbanístico que deje el lugar a salvo de la especulación inmobiliaria descontrolada. Todo eso, ensamblado, son los requisitos de entrada al club. De la Argentina forma parte apenas la bahía de Península Valdés. Y de Brasil, apenas Praia do Rosa.
Por Luis Esnal
Corresponsal en Brasil

Vuelven las ballenas

A pesar de lo apacible del lugar no faltan cosas para hacer en Praia do Rosa. Se puede surfear o tomar clases de surf, andar a caballo por la playa, hacer paseos en barco, trekking, bicicleta y montón de cosas más. Pero cuando las ballenas andan por ahí, ir a verlas es un programa imperdible.
La ballena franca austral se capturó en toda la costa de Imbituba, municipio donde está Praia do Rosa, hasta 1973. Con el fin de la pesca comenzaron a volver y a reproducirse. Siempre que uno ve una ballena en Rosa puede observar más detalladamente y ver al lado la cría que está siendo amamantada.
Es posible salir en barco desde Praia do Rosa para ver las ballenas a pocos metros. Son amistosas y si están con ganas se acercan al barco junto con la cría. Un biólogo va siempre en el paseo para explicar la importancia de la preservación de la especie y responder dudas de los viajeros.

Datos útiles

Cómo llegar

  • En avión, hasta Florianópolis, desde $ 800 por GOL. Desde allí son 90 km hasta Rosa lEn auto: por la BR 101, la autopista del Mercosur, hasta el km 272, en la entrada de Garopaba. Luego, seguir los carteles hasta Rosa.

Dónde dormir

  • Pousada Vida Sol e Mar. Además de funcionar como posada, permite alquilar chalets por períodos más largos. www.vidasolemar.com.br
  • Pousada Ilha do Papagaio. Instalada en la isla del mismo nombre, en medio de 142.000 m2 de mata atlántica. www.papagaio.com.br
  • Solar do Mirador. Suites decoradas con madera, piedra, vidrio y una vista de morros, playa y cielo. wwwsolarmirador.com.br
  • Quinta do Bucanero. Vistas de todo Rosa, estilo asiático, spa, una de las mejores posadas para parejas. www.bucanero.com.br
  • Regina Guest House. Antigua molienda de mandioca, de estilo rústico, atendida por su dueña. www.reginagh.com.br
  • Caminho do Rei. Aunque un poco más lejos de la playa, tiene una vista espectacular de Rosa; deck, librería y restaurante. www.caminhodorei.com.br

Dónde comer

  • Desde paellas y mariscos hasta comida asiática y francesa, hay de todo: Refugio do Pescador, Pedra da Vigia Bistró, Quinta do Bucanero, Engenho do Mar, Tigre Asiático.

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