Llegamos una mañana soleada de fin de mayo a las puertas del Museo Arqueológico del Palacio Topkapi en Estambul (o Constantinopla todavía para muchos griegos, pero ésa es otra historia). Era muy temprano y por suerte no había mucha gente, el calor nos invitó a sacar nuestros tickets y entrar al clima controlado del museo cuanto antes.
El edificio solo ya es una obra de arte gigante e imponente rodeada de reliquias que en los libros de historia dicen presente.
Mientras subíamos las escalinatas tratábamos de imaginarnos con qué nos encontraríamos dentro. Las expectativas son inmensas, sabemos que es uno de los museos más importantes del mundo, pero nunca pensé que veríamos el Sarcófago de Alejandro Magno.
Entramos a una de las tantas recámaras que tiene el museo, vimos sarcófagos de todos los tamaños que uno imagine, todos de figuras importantes de nuestra historia, cantidad de mosaicos, esculturas, etcétera.
Debemos recordar que estábamos admirando muchos trofeos y regalos de los sultanes y ahí los regalos no bajan de alguna obra de arte de 2000 años. Entrando a la sala más oscura de paredes y techos azules como la noche, vemos dos sarcófagos increíbles, no muy iluminados y dispuestos en el piso haciendo como un pasillo que te deposita a los pies del más grande, el magno, Alejandro Magno.
Puedo asegurar que cualquiera que sepa aunque sea un poquito del rey de los Macedonios siente que le falta el aire al ver este monumento que se especula contuvo el cuerpo del conquistador.
Lloré, me emocioné, tanto como cuando leí la última página de la trilogía de Manfredi mientras viajaba en un colectivo de Buenos Aires, cuando relata el ocaso de la vida de Alejandro. Me vi con la boca abierta en el reflejo del vidrio que contiene al sarcófago, me descubrí sorprendida tratando de comprender si era verdad, si realmente era él. Me vi confundida porque no se sabe realmente si alguien alguna vez descubrió sus restos. Estaba entre fascinada y superada por la situación. En ese momento entendí por qué es el único que está rodeado de bancos, es mejor sentarte y procesar lo vivido. Elegí creer que lo que me pasaba era porque realmente estaba viendo su sepulcro, la emoción fue más fuerte que la razón, y aproveche para pensar que era cierto.
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Es tan profundo el silencio y el azul oscuro del lugar, el susurro casi imperceptible de la gente, me sentí sola por un segundo y en ese instante tuve la oportunidad de decirle: gracias? gracias por demostrar que por más imposibles que parezcan algunas cosas, nunca hay que dejar de intentarlo, porque en el camino y la lucha buscando el objetivo final, ya vamos conquistando.
Claro, no estaba sola y mi marido después de filmarme y sacarme fotos en mi estado casi catatónico, me mira como diciéndome: ¿Seguimos? Y si, la cosa recién empezaba?
Mariana Tsiaculias
¡No se pierdan!
En septiembre de 2012, mi esposo y yo viajamos a Europa y, entre los lugares que visitamos, uno de ellos fue la ciudad gallega de Betanzos, cuna de mi familia Naveira.
Gracias a nuestros buenos amigos José Luis y Nadine, excelentes anfitriones y guías que nos ayudaron a recorrerla, comencé a experimentar la sensación de viajar a través del tiempo.
Conocí las casas natales de mis bisabuelos, las iglesias donde fueron bautizados, los legados que hicieron, como el antiguo Asilo Naveira para pobres (hoy convertido en un hotel) donado por mi bisabuelo Manuel, el aporte de mi bisabuela Matilde a la iglesia de San Francisco, las escuelas donde estudiaron, el reloj que donó mi abuelo José Roque para el campanario de la iglesia de Santiago, el parque temático que crearon los primos de mi bisabuelo, y hasta la casa natal de mi tatarabuelo.
A medida que recorríamos Betanzos y nos fotografiábamos bajo el cartel de la calle que lleva el nombre de mi bisabuelo, la sensación de encontrarme en el pasado era tan vívida que sentía que había viajado en el túnel del tiempo. Creí que al dejar atrás la ciudad regresaría al presente, pero al llegar a Tui, en la casa de una amiga me aguardaba una sorpresa: una periodista del diario El Faro de Vigo quería hacerme un reportaje para que comentara mis sentimientos en Betanzos y, por supuesto, otra vez me encontré en el pasado.
Supuse que el regresar a Buenos Aires ya podría escapar del túnel del tiempo, pero a los pocos días de mi arribo recibí el llamado de mi amiga que me avisaba sobre la publicación de la entrevista y el envío del diario.
Aguardando ansiosa la llegada de la encomienda seguía sumergida en el pasado y este sentimiento se acrecentó al ver la nota en el diario.
Cada vez que comento con familiares y amigos sobre este viaje, sigo ligada a esas maravillosas experiencias que viví tiempo atrás. ¿Seguiré atrapada en el túnel del tiempo?
Alicia Elba Naveira
Compañeros de ruta
Crucero. Busco compañero/a, (de 55 a 75 años) para viajar en el crucero Costa Favolosa (sale el 21 de marzo) desde Buenos Aires a Génova. Y después recorrer en auto Italia, Francia y España. guillepintos2002@hotmail.com
Camino de Santiago. Vamos a recorrer y caminar en grupo el Camino de Santiago desde el sur de España y obtener la Compostela entre el 24 de abril y el 14 de mayo. Escribir a amigosasantiago@gmail.com