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En aguas del Caribe, los tesoros siempre abundan

Rincones únicos de Cuba, Dominica, Honduras y Costa Rica




PUNTA CANA (El País, de Madrid).- Lo dice el tópico: el Caribe se define por las cuatro eses: sun, sea, sand and sex (sol, mar, arena y sexo). Pero hay otro Caribe compatible con el bronceador. Basta con mirar más allá de las deslumbrantes arenas blancas y ver qué hay detrás de los cocoteros. A continuación, algunos tesoros dignos de conocer.

Playa Ancón, Cuba

Playa Ancón, en el sur de la isla, tiene algo difícil de encontrar en sitios tan renombrados como Varadero: cubanos bañándose. Así que merece la pena comerse un pescado fresco en la playa, compartiendo el momento con los lugareños. Está a 13 kilómetros de Trinidad, ciudad mestiza y colonial, donde además puede empaparse de cócteles como la cachánchara (con ron claro y miel), disfrutar de las tradiciones afro, someterse a rituales de santería o disfrutar de esta caja de música. Y si quiere cambiar de aires, puede visitar el Valle de los Ingenios, declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, con los vestigios del antiguo esplendor de los señores coloniales del azúcar.

Bahía de Samaná, República Dominicana

Aunque Punta Cana y playa Bávaro (designada paraíso tropical por la Unesco) son las más renombradas del país, no hay que perder de vista la península de Samaná: kilómetros de playas de arena dorada a las que se puede acceder a caballo, tras extasiarse ante enormes cascadas y refrescarse en las aguas turquesa.
Las aguas cálidas de su bahía acogen en enero uno de los espectáculos más colosales de la naturaleza, cuando miles de yubartas -las más generosas y alegres de todas las ballenas, según Melville, que de eso sabía- ejecutan piruetas nupciales antes de acoplarse y volver a las aguas del Artico.

Vieques, Puerto Rico

Vetada entonces a los civiles, Vieques fue durante décadas una base militar de Estados Unidos y uno de los sitios favoritos de los marines para jugar a la guerra. Gracias a eso, parte de la isla está masacrada por los misilazos, pero conserva un paisaje antillano casi virgen: inmensas praderas y bosques que terminan en playas vírgenes.
Vieques tiene dos atracciones únicas. La primera, internarse y quedar deslumbrado con los llamados cucubanos: millones de luciérnagas iluminan los campos desde el atardecer. La otra es elegir una noche sin luna, alquilar una barca y darse un chapuzón en la bahía Luminiscente.
Hasta los más adustos se comportan como niños al comprobar cómo su cuerpo se convierte en un anuncio de neón: los microorganismos del agua reaccionan al contacto con el cuerpo humano desprendiendo luz.

Dos Islas, Trinidad y Tobago.

Dos sitios que son un auténtico laboratorio musical, tal vez la nación en la que más se nota el mestizaje: los negros y mulatos conviven con sirios, libaneses, chinos e indios.
Trinidad y Tobago es la patria de ritmos como el calipso, sátira social e improvisación, o el soca, que bailan con una lascivia sin complejos. Allí nacieron las steelband, agrupaciones de percusionistas que golpeando barriles son capaces de sacar una sonata de Beethoven, y tienen lugar los más famosos carnavales del Caribe.

Tortuguero, Costa Rica

Cercano a la frontera con Nicaragua, el Parque Nacional de Tortuguero es uno de los paraísos vírgenes del Caribe. Las playas, que bordean un mar plomizo, son el escenario de una gran aventura veraniega y nocturna: contemplar el desove de las tortugas verdes, que acuden anualmente a sus arenas en miríadas. Siguiendo la luz roja de un guía, pequeños grupos de visitantes rastrean las arenas en busca de los surcos que han dejado las tortugas en sus fecundas peregrinaciones. Una vez localizada, tienen que esperar cautamente a que empiece la puesta para que la hembra, tímida, no se inhiba. Empezado el proceso, ya pueden acercarse, incluso levantarle la cola para observar cómo deposita los huevos en la arena.

La Ceiba, Honduras

Nadie sabe a ciencia cierta el origen de los garífunas, conocidos como los caribes negros. Protagonistas de una rebelión a bordo o tal vez supervivientes de un naufragio, esclavos africanos desembarcaron en la isla de San Vicente, donde se mezclaron con los indios arawacos.
En 1797, los británicos, que entonces dominaban la isla, hartos de ellos por su carácter levantisco los embarcaron y los depositaron en Roatán, una de las islas de la Bahía (el más conocido centro turístico de Honduras), justo enfrente de La Ceiba.
Sólo en la poco explotada costa hondureña hay más de 40 pueblos garífunas, que conservan su lengua y su vida calmada. En la Zona Viva de La Ceiba, afamada en todo el Caribe por su vida nocturna, o en chiringuitos playeros, los visitantes prueban cócteles tropicales e intentan seguir el ritmo imposible de la punta hasta caer exhaustos. No hacen caso de un dicho local: "Vaya despacio, piense en pequeño".

Territorio Caribe, Dominica

Esta diminuta isla británica y nada turística es un Caribe atípico y, sin embargo, es puro Caribe. En su capital, Roseau, apenas algo más que una pequeña ciudad africana, sus habitantes saludan al visitante que se cruzan por la calle.
En su feroz costa atlántica, justo por donde entran los huracanes, está el llamado Territorio Caribe, donde viven los últimos indios caribes, sin mezclarse, pescando en canoas hechas con un tronco y comiendo los frutos del árbol del pan.
En esta isla montañosa, de arenas volcánicas y aguas transparentes, se pasa del bosque seco costero a la pluviselva. Allí está la Parrot Reserve, donde se puede encontrar un par de especies endémicas de loros.

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Igor Reyes Ortiz

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por Redacción OHLALÁ!

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