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En el camino de las Altas Cumbres

Por la escénica ruta entre Alta Gracia y Mina Clavero, un recorrido para cruzar de punta a punta la más elevada cadena montañosa en el centro del país




No hay lugar al que su nombre le quede mejor, en toda la Argentina, que el Valle de Traslasierra. Está literalmente escondido detrás de la mayor cadena montañosa del centro del país y durante mucho tiempo fue una región de difícil acceso. Había que cruzar las Altas Cumbres a lomo de mula, como hacía el Cura Brochero a fines del siglo XIX por las sendas que luego conformaron en parte el primer Camino de los Puentes Colgantes; contornear las montañas por el norte de Córdoba; o entrar por el sur pasando por la provincia de San Luis.
Todo cambió a partir de los años 70, cuando se fue abriendo por etapas la nueva ruta de las Altas Cumbres, que cruza la sierra de par en par y permite ir de Alta Gracia a Mina Clavero en pocas horas. De ripio en sus primeros años, pasarían un par de décadas más hasta completar la pavimentación que facilita el viaje y lo hace mucho más seguro. Aunque los tiempos que requiere hoy no tienen punto de comparación con los del pasado, se debe salir sin apuro: porque hay mucho para ver, entre panoramas sobrecogedores y paradas tentadoras a lo largo de los poco más de 130 kilómetros que separan ambas ciudades.

Dos paradas cerca del cielo

En el retrovisor se achica la silueta de la iglesia jesuítica de Alta Gracia al bajar por la avenida España. El conjunto de edificios, con su tajamar, forma parte de un circuito declarado Patrimonio de la Humanidad y recuerda que los jesuitas no sólo obraron en la selva misionera, sino que también estuvieron muy activos en Córdoba y su región.
Alta Gracia también vio pasar a la alta sociedad por el Sierras Hotel, uno de los grandes hoteles de lujo construidos en la Argentina a principios del siglo XX; a la familia Guevara Lynch, que vino a buscar aire seco de montaña para curar el asma de su hijo Ernesto; y al compositor español Manuel de Falla. El hotel reabrió hace pocos años, después de estar mucho tiempo cerrado. En cuanto al Che y Manuel de Falla, ambos tienen un museo propio, en los barrios residenciales de la ciudad.
La ruta de las Altas Cumbres puede seguirse desde Carlos Paz o desde Alta Gracia. Esta segunda opción tiene dos sorpresas a la vuelta del camino, apenas empezando el recorrido. En las afueras mismas de Alta Gracia, siguiendo por unos kilómetros hacia Córdoba (habrá que retroceder luego para volver a tomar el camino hacia las Altas Cumbres), en el paraje Los Cerrillos está el mausoleo menos conocido de todo el país. Y no es porque sea discreto: es una enorme flecha de cemento de 82 metros de altura que domina todos los campos de la región. Fue construida por un millonario para recordar a su amada, la primera mujer aviadora de la Argentina. Se la conocía como Myriam Stefford, pero su verdadero nombre era Rosa Rossi Hoffmann. Era una actriz suiza que se radicó en la Argentina por amor y fue la primera mujer en volar desde Buenos Aires hasta Río de Janeiro en 1931.
Luego de esta breve visita se vuelve hacia atrás para seguir la pequeña ruta que lleva hasta el empalme con la RP 34, el Camino de las Altas Cumbres. Este tramo es una especie de montaña rusa, que sube y baja, girando y volviendo a girar en medio de colinas cubiertas de bosques y campos verdes. Se pasa por el Observatorio Astronómico Bosque Alegre y el centro de telecomunicaciones Estación Terrena. El Observatorio se visita todos los días en verano y en julio, así como los fines de semana el resto del año. La cúpula del observatorio parece jugar a las escondidas durante varios kilómetros, ya que aparece y desparece a medida que la ruta sube y baja. El observatorio de Bosque Alegre y el mausoleo de Myriam Stefford son dos paradas que acercan el camino de las Altas Cumbres al cielo y las estrellas. Pero es apenas el inicio del camino. Todavía hay varios encuentros más: con el Cura Brochero, con cóndores o simplemente con puestas de sol dignas de una película romántica.

Historia de condoritos

Todavía es demasiado temprano para ver ponerse el sol porque el camino recién empieza y la siguiente parada es en La Pampilla, la puerta de acceso para mochileros y trekkers que buscan recorrer el Parque Nacional Quebrada del Condorito. A esta altura la ruta ya está muy entrada en las montañas y trepó bastante a fuerza de curvas y contracurvas. En su punto más alto alcanza los 2200 metros. En este primer tramo abundan los motivos para parar el auto y bajarse para sacar fotos. Algunas veces es gracias a un cartel, como en el caso de la Cascada Escondida. Como dice el nombre, no se la ve desde la ruta y hay que dejar el vehículo y caminar por un sendero entre las rocas. Otro lugar bien señalizado es donde se entra al Parque Nacional, en el paraje de La Pampilla. Aunque hay mochileros que lo recorren durante varios días, cuando se está de paso se puede al menos llegar a la entrada, para tener una idea del paisaje y -por qué no- darse el tiempo de ver aparecer un cóndor por lo alto de las cumbres.
¿O será un jote? Hay que tener cierta experiencia en observación de aves para reconocer unos de otros. Sobre todo cuando están muy altos en el cielo. Pero todavía queda más de la mitad del camino para recorrer, de modo que es preciso volver a la ruta, siempre siguiendo los pasos del mítico Cura Brochero y su mula Malacara.

Nace un río

Se estima que por encima de las sierras de Córdoba el cielo está azul unos 320 días al año. Esto, junto con la altura, explica la vegetación de estepa que se encuentra a lo largo del camino. Sin embargo, hay muchas fuentes de agua en las montañas. Dentro de varios kilómetros se podrá incluso caminar hasta la naciente misma de un río. Mientras tanto la siguiente etapa se hace en El Cóndor, donde hay un parador con sanitarios y comedor. Desde aquí también se puede ir hasta un tramo de la ruta vieja, el mítico Camino de los Puentes Colgantes. No está en buen estado y el camino de ripio es de cornisa en buena parte de su traza, pero algunos kilómetros son transitables hasta Copina: antes de lanzarse a la aventura, como se hace en el Rally de la Argentina que sigue parte de este trazado, hay que informarse localmente sobre el estado del camino, ya que podrían estar rotos algunos tablones de los puentes.
Luego de pasar por la Pampa de Achala, donde se encuentra el punto culminante de la ruta, se empieza a bajar paulatimente. Caminos de ripio salen de la ruta asfaltada para ir al caserío de Villa Benegas, que parece un pueblo fantasma en medio de las rocas.
La ruta sigue hasta que otros carteles y un poco de agitación al borde del camino llaman la atención. Se ha llegado a unas de las paradas más populares de la ruta, donde hay vecinos que vienen con sus burros para que la gente de paso pueda subirse y sacarse una foto. Hay un puesto de artesanías y comidas caseras, que vende piedras semipreciosas y bloques de mica que los baqueanos encuentran cuando siguen a sus rebaños de cabras y ovejas por las montañas. Pero el mayor atractivo del lugar es el inicio del río Mina Clavero. Hay que caminar subiendo y bajando casi un kilómetros por un sendero entre rocas para llegar hasta un mirador delante de una cascada, que da un salto de 102 metros sobre un acantilado y da nacimiento al río. Aquí también es habitual ver cóndores o jotes.
El otro clásico entre las paradas de la ruta es el Mirador del Valle, ya en Traslasierra. Es un lugar cómodo para estacionar, con un puesto de venta de artesanías y un cartel que indica la altura: 1.500 metros. Lo que se ve abajo es Mina Clavero y el valle de Traslasierra. Con tantas paradas en el camino, esta última puede coincidir con el atardecer: en todo caso, es uno de los lugares más bellos de la Argentina para ver una puesta de sol. Mientras el Champaquí y las Altas Cumbres se colorean de rojo por un lado, el cielo parece prenderse fuego por encima del valle. A lo largo de los últimos kilómetros quedan algunas visitas por hace: un museo comechingón, un taller de tejedoras y una hostería de montaña. Ya falta muy poco para llegar a Mina Clavero, a la vecina villa Cura Brochero o al pintoresco pueblo de Nono, el verdadero guardián del alma de Traslasierra.
Lo bueno es que para volver a Córdoba habrá que hacer el mismo camino. Pero en sentido inverso bien podría decirse que parece una ruta nueva, que se transforma en cada curva como parecen transformarse con las distintas horas del día las luces y sombras de las Altas Cumbres.

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por Redacción OHLALÁ!


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