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En el Delta, detrás de Liniers

El Museo de la Reconquista, en el Tigre, es un buen punto de partida para seguir el itinerario indeleble delineado por el vencedor de Beresford




El héroe de la Reconquista no sólo desembarcó en el Tigre para derrotar a Beresford en el fuerte porteño, hace 192 años: poco antes padeció un drama familiar a bordo y anclado en el Paraná de las Palmas, frente al entonces puerto del arroyo Cruz Colorada.
Si se visita el Museo de la Reconquista sobre la calle Liniers 818 de Tigre (abierto de miércoles a domingos, de 10 a 18), con acceso gratis, es posible nutrirse de testimonios referidos a las Invasiones Inglesas y la victoria que sobre ellas impusieron Santiago de Liniers y sus tropas, suceso del que, el 12 de agosto, se cumplen 192 años.
También el museo custodia valiosos objetos de la historia de la ciudad fluvial, además de atesorar buena documentación de época, mapoteca y archivo audiovisual.
Aunque reciclado, el museo tiene el valor de ser la casa original que, junto al río Las Conchas (hoy Reconquista), cobijó por algunas horas a Liniers, luego del desembarco que realizó con sus tropas frente mismo de la casona, entonces conocida como de la vidriera. Una propiedad atribuida por algunos historiadores a un tal Carbajal, pero que en realidad pertenecía a José Martín Goyechea.
En la desolada ribera de entonces, de la que hoy queda una reducida plaza ribereña que enfrenta al museo, se instalaron no menos de 800 combatientes que habían navegado en una flotilla integrada por seis sumacas y goletas armadas, tres lanchas particulares, diez transportes y seis cañones que fueron alistados para la marcha.
El puerto del lugar, sobre el mismo río del desembarco, era sitio habitual de atraque de la sumaca (embarcación de cabotaje y dos palos) de Liniers: la María Santa Pilar.
Si en tren de paseo se amplía la recorrida hasta el canal San Fernando, se da con otro de los lugares a los que acudió Liniers -un año antes de la Primera Invasión-, comisionado como capitán de navío de la Real Armada junto con el ingeniero de la misma, Eustaquio Giannini, para estudiar la construcción de un canal.
El virreinato había decidido -según oficio librado el 6 de agosto de 1805 al comandante del nuevo pueblo de San Fernando de la Buena Vista, don Carlos Belgrano (hermano del general)- dar acceso y puerto a esa villa.
Un paseo en lancha colectivo desde la Estación Fluvial Tigre hasta el Paraná de Las Palmas, en la zona de los recreos Cruz Colorada y Cruz Alta (a 24 kilómetros de Puerto Tigre y en travesía tarifada a 10 pesos de ida y vuelta en Línea Delta Argentino), permite llegar hasta el lugar donde Liniers vivió una de las mayores emociones y profundos dolores de su vida, mucho antes de ejercer como virrey del Río de la Plata y, finalmente, ser fusilado por orden de la Primera Junta por encabezar la contrarrevolución en Córdoba.

Liniers, vida y muerte


El 27 de abril de 1805, a bordo de su sumaca, Liniers vio nacer a una esperada hija: María de los Dolores de la Cruz Concepción. Su nombre podría indicar bajo qué circunstancias se produjo el nacimiento. Se sospecha que la madre estaba enferma de extrema gravedad epidémica, algo que también sufría otra hija (Francisca Paula).
Dos días después, la criatura fue bautizada por el doctor Manuel de Sanginés -que así firmaba el vicario del pueblito ribereño Las Conchas y que fue también fundador de San Fernando-, con el padrinazgo de José Martín Goyechea y su esposa, Concepción Arismendia, que hospedarían un año después al héroe de la Reconquista en el hoy museo.
Poco después de ese bautismo, el 4 de mayo, el vicario debió inscribir otra acta por la que dio cuenta de haber dado sepultura a doña Martina de Sarratea, "legítima mujer del caballero Santiago de Liniers y Bremond de las misiones de Tapes y Guaraníes...", la infortunada madre. Casi inmediatamente murió Francisca Paula.
Al vecino San Fernando, curiosamente, llegó exiliado y enfermo el patriota Juan Hipólito Vieytes, que deprimido por el encarcelamiento y vejaciones que le impusieron tras la caída del Directorio de Carlos María de Alvear, murió el 5 de octubre de 1815.
Vieytes, precisamente, había desobedecido la orden de la Primera Junta para ajusticiar a Liniers y a sus aliados, algo que debió cumplir Juan José Castelli.
El 22 de marzo de 1812, también en San Fernando de la Buena Vista había muerto el conservador obispo Benito Lué y Riega, se ha dicho que por envenenamiento.

Cruz Colorada


Frente al Paraná de las Palmas, el recreo Cruz Colorada se yergue hoy en el mismo paraje donde atracó Liniers con su embarcación y nació su hija María de los Dolores, pero el lugar de hospedaje y comidas cerró sus servicios hace poco tiempo. Ya figuraba en las guía del Delta de 1922 con sus propietarios de entonces: Leverone y Crovetto.
Otro recreo, a mil metros aguas arriba de Cruz Colorada, eternizó el apellido Crovetto, actualmente en una importante remodelación que lo pondrá en elegante servicio a partir, según se anuncia, de octubre próximo.

Cruz Alta

Quienes quieran pasar el día y aun hospedarse junto a esas aguas, deben apearse enfrente, orilla norte del Paraná de Las Palmas, donde se asienta el modesto recreo Cruz Alta.
La historia isleña dice que se llama así por ser el lugar cordobés elegido por sus primitivos dueños -Angel Bandalino y María Savataro- para su luna de miel, allá por los años cuarenta.
Pero hay otra verdad: Cruz Alta es la zona mediterránea donde Liniers y los demás sublevados cayeron ante el pelotón de fusilamiento.
Francisco N. Juárez

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por Redacción OHLALÁ!


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