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En el Sur, Delgada tiene talla

Paisaje patagónico: el contorno borroso de Salinas Grandes, la silueta austera del faro de Punta Delgada o el apostadero continental de animales marinos, a la espera de los visitantes.




PUNTA DELGADA (Península Valdés).- Con las vacaciones, puede ocurrir lo mismo que con los domingos: son el único momento en que es posible descansar de todo y de todos y, sin embargo, suelen transcurrir entre voces estridentes y ajenas, trámites complicados, transacciones comerciales repetidas y menores, un inexplicable aturdimiento, y la sospecha de que la mejor opción hubiese sido bajar bien las persianas y disfrutar de una serie interminable de videos preferidos. A veces se dificulta el encuentro con el desierto tan ansiado.
Otras veces se toma alguna de las rutas que propician ese encuentro; y la que lleva a Punta Delgada es sin duda una de ellas. El trayecto que atraviesa gran parte de la península Valdés, hasta llegar a la Punta, va anticipando un lento despojo: desaparece todo tipo de construcciones, el cielo se dibuja inmenso como un arco protector, las compañías son sólo las elegidas y lo único estridente es la luminosidad del desierto.
A un costado, de pronto, se dibuja el contorno borroso de las Salinas Grandes, que fueron localizadas en 1779 por don Basilio Villarino. Este era uno de los integrantes de la misión que España había enviado para colonizar estas tierras, alertada por la amenaza que el jesuita inglés Thomas Falkner había deslizado en su célebre Descripción de la Patagonia , libro publicado en Inglaterra en 1774: "Si alguna nación intentara poblar estas tierras, ello sería causa de constante alarma para los españoles".

Camino que se pierde

El camino avanza y, más que otros autos, son los habitantes de la meseta los que van apareciendo: un choique con su cría, un grupo de guanacos - "los representantes sudamericanos del camello", según Darwin-, una bandada de falsas avutardas que toman agua de una pequeña laguna y, entre ellas, la figura única de un flamenco "solo como loco malo", según un magnífico dicho lugareño.
Todavía dura el regocijo privado de estar solo como loco malo cuando comienzan a divisarse las esporádicas construcciones de Punta Delgada y, detrás, la silueta austera del faro que desde el 1° de septiembre de 1905 guía los barcos que navegan por las costas peninsulares.
A unos pocos metros de él, una inesperada versión del confort: un hotel que de algún modo recuerda las primeras construcciones inglesas en la Patagonia; un lugar despejado, consciente de su condición de refugio. Hasta sus inmediaciones llegan, de noche, las huellas de los diálogos luminosos entre el faro y los navegantes. De día, se extiende desde allí una nada que ensancha las retinas.

Encuentros con el mar

Más allá está el mar, acantilado mediante. El modo más civilizado de bajar a la costa lo propone una escalera de cemento de escalones numerosos, al término de la cual hay una inquietante construcción abandonada que solía funcionar como mareógrafo y que hoy exhibe rastros de sus encuentros nocturnos con el mar.
En la costa, entre agosto y marzo, el encuentro más previsible será con los elefantes marinos, que tienen en la península Valdés su único apostadero continental. Llegan aquí para reproducirse y para mudar su piel en el verano; y caminando entre ellos se puede diferenciar muy bien los machos de las hembras: ellos tienen la nariz en forma de trompa -de allí su nombre- y llegan a pesar hasta cuatro veces lo que ellas.
Cada macho reproductor tiene en su harem entre 40 y 60 hembras, a las que cuida con celo. A pesar de ello, el año último -cuentan- un elefante al que los estudiosos del lugar habían apodado Pavarotti practicó lo imprevisible: se zambulló en el mar y nunca más fue vuelto a ver por ninguna de las 70 hembras de su populoso harem.
Otra de las presencias muy habituales en el lugar es la de biólogos argentinos y extranjeros que viajan hasta allí para observar el comportamiento de los mamíferos marinos, y que pueden ser generosos con su saber si se los aborda en el momento apropiado.
Y ocurre que de un modo extraño, casi imperceptible, Punta Delgada incita a imitar las mejores costumbres de un científico: el silencio, la paciencia, el olvido de todo lo otro que sucede en el mundo.

Datos para hacer punta

  • Por avión, se debe volar hasta Trelew: Aerolíneas Argentinas tiene una frecuencia de dos vuelos diarios, con excepción de los lunes y sábados, que es de un vuelo diario. Las tarifas oscilan entre $178 y $458 (ida y vuelta). LAPA tiene una frecuencia diaria; tarifa única: $210 (ida y vuelta).
  • Desde el aeropuerto de Trelew, se puede tomar un auto previamente alquilado (Empresa Localiza 816-3999 o 0965-54111. Agencia de Viajes Cuyun-Co 0965-51845, la cual también brinda un servicio de combie para más de 4 pasajeros) y trasladarse hasta Puerto Madryn.
  • Por ómnibus, se llega directamente a Puerto Madryn.
Don Otto: 1 frecuencia diaria. Coche cama, bar, baño y video; almuerzo. Tarifa única: $114 (ida y vuelta). La Puntual: 2 frecuencias diarias.Bar, baño y video. Tarifas: $45 (ida) $80 (ida y vuelta).
Que-Bus: servicio común sale los jueves y domingos; incluye desayuno y merienda a bordo. Tarifas promocionales de primavera: $90 (ida y vuelta, sin cena incluida); $100 (ida y vuelta, con cena incluida). Servicio con coche cama sale los martes y viernes; azafata, desayuno, merienda y cena incluido. Tarifas promocionales: $130 (ida y vuelta).

Traslado a Punta Delgada

  • Desde Puerto Madryn - Punta Delgada: se puede ir alquilando un auto con o sin chofer, o a través de una de las excursiones que recorren toda la Península Valdés, en cuyo caso debe abonarse la tarifa total de la excursión.
  • Alquiler de autos y Excursiones: Empresa de viajes y turismo Cuyun-Co: (0965)51845. Empresa Localiza: (0965)54111/53296 o central de reserva en Buenos Aires: 816-3999. Turismo Puma: (0965)51063/71482.
Fotos: Secretaría de Turismo

Información

La Casa de Chubut en Buenos Aires brinda información en el teléfono 382-8126.
María Sonia Cristoff

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