

BARI.- Es difícil que cuando visite Bari le toque un día feo ya que casi nunca llueve. En la parte superior del tacón de la bota de Italia, a orillas del Mar Adriático, es una ciudad portuaria que históricamente fue importante nexo de unión entre Italia y Oriente.
La historia de Bari tiene un sello arquitectónico de piedra, 50 kilómetros al sur de la que es hoy una de las ciudades más modernas de Italia. Agrupadas en un antiguo barrio que trepa por las colinas de Alberobello, se encuentran estas típicas construcciones rurales, conocidas como trulli. Tal es su singularidad que desde 1996 la Unesco les dio el título de Patrimonio de la Humanidad. No se sabe con mucha precisión su fecha de origen, aunque la construcción de la más antigua de ellas se remonta al siglo XII, pero todo parece indicar que el cenit de su desarrollo se produjo allá por el siglo XVI.
El centro es una maraña de callecitas históricas. Aquí y allá, las fuentes medievales grandes y pequeñas, interrumpen en cualquier lugar el paso de los transeúntes. Este trazado tortuoso formaba parte de una urbanización que buscaba defender a los pobladores de los fuertes vientos marinos y el ataque de los invasores.
Alberobello se estira entre suaves colinas sobre la meseta de la región de Puglia, una zona árida por excelencia, cuyo suelo de piedra calcárea apenas está cubierto por una débil capa de tierra fértil.
Almendras, cerezas y uvas
A pesar de esto, la tenacidad de los habitantes y el sistema de riego han convertido la zona en fértiles cultivos con plantaciones de almendras, peras, cerezas y uvas. Tal es la abundancia de la piedra calcárea que con sus muros bajos se suplantó el alambrado clásico de los terrenos.
La ciudad se encuentra dividida en dos grandes barrios: Monti y Aia Giccola, ambos monumentos nacionales. Pequeño fundo bajo el dominio de los condes de Aquaviva a mediados del siglo XVI, la monarquía autorizó a la plebe para que construyan estas casas cilíndricas, con piedras calcáreas encastradas unas a otras "en seco", con su techo en forma cónica y cuyas dimensiones no superan los 30 metros cuadrados. Casi apiñadas, las trulli trepan por las laderas con sus paredes pintadas de blanco, sus cúpulas negras, y una serie de extraños símbolos que muchos atribuyen a la masonería. Los canteros de flores y las macetas en los balcones dan color al caserío.
Lino Marchessi es el más reconocido de los artesanos lugareños, y en su pequeño taller reproduce magistralmente los más diversos formatos, las trulli de Alberobello. Muchas de estas casas ya no están habitadas. Se convirtieron en tiendas de artesanías o locales que anuncian: Bar-Enoteca y Pasticceria. Una alternativa que el turista aprovecha para probar los exquisitos vinos de Locorotondo, la villa bodeguera más cercana a las trulli.
Datos útiles
Cómo llegar
El pasaje de ida y vuelta de Buenos Aires a Bari cuesta desde US$ 1718, con tasas e impuestos
Alojamiento
Una habitación doble en un hotel tres estrellas, entre 70 y 90 euros.
Artesanías
Las trulli artesanales se compran por 8 euros, medianas en 11 euros y las más grandes, 18 y 22.
Más información
Enit. Córdoba 345; 4311-3542; www.enit.it
Carlos Manuel Couto
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