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En la ciudad de la furia

Tour porteño, de Tanguito y Almendra a Los Fabulosos Cadillacs




Uno puede viajar sin pasaporte a cualquier lado. Le basta un sillón, su imaginación, un libro de viajes o fotos.
También vale la pena hacerlo caminando. Una guía sin papel nos acompaña tarareando al pasar por clásicas esquinas tangueras: Suárez y Necochea, Rivadavia y Rincón, San Juan y Boedo, y un largo catastro melódico. Con las postales del Sábado a la noche (Chico Novarro), Balada para un loco , con la luna rodando por Callao (Horacio Ferrer) o El corazón mirando al Sur (Eladia Blázquez), tomando unos pocos títulos de una cantera inagotable.
Podríamos enriquecer y actualizar el recorrido con la temática del rock nacional, cantado en español desde hace más de cuarenta años.
Ya no están los viejos faroles ni el aroma a glicinas y las chicas usan jeans en lugar de percal. Los ambientes son distintos, más ásperos y con palabras audaces, fuertes o distintas, mientras los sonidos electrónicos desplazan el acústico de bandoneones y violines.
En esta caminata con el MP3 podría acompañarnos el surrealismo del Capitán Beto , de Luis Alberto Spinetta: Con su nave de fibra hecha en Haedo/ ayer colectivero/ hoy amo entre los amos del aire . Sin olvidarse la foto de Gardel que también recuerdan en La Renga. O el grito del romano Luca Prodan con Sumo en Mañana del Abasto, que vivió en varias pensiones del barrio, entre ellas Agüero 492, a metros de Jean Jaurés 735, la casa museo de Gardel.
La Perla del Once, la confitería-pizzería en Rivadavia y Jujuy, tiene su placa recordatoria porque allí compusieron La balsa Litto Nebbia y Tanguito, en 1966. En cambio nada quedó de La Cueva en Pueyrredón 1723, donde ahora hay un estacionamiento. Allí comenzó todo (según www.taringa.net ), cuando Billy Bond, el de La Pesada, le cambió el ritmo a un boliche de jazz. Los fines de semana actuaba Sandro con Los de Fuego y eran habitúes Pajarito Zaguri y Cía.
Los templos del rock, como los describen en esa interesantísima página de Internet, desaparecieron como tales. Citan La Cueva II en avenida Rivadavia, donde iba Pappo, respetado por B. B. King. Le Chevalet, en Ecuador 1644, hoy restaurante; Café Einstein, en Córdoba y Pueyrredón, demolido, lo mismo que el Stud Free Pub, La Pampa y Libertador, donde Michel Peyronel compuso No más . Eran lugares tan pequeños que los llamaban guaridas y en ése grabó su primer disco el baterista de Riff nombrando esos lugares. En la esquina del Sol, Guatemala y Gurruchaga, actuaron Los Fabulosos Cadillacs, Los Abuelos de la Nada y Los Redonditos. En el Zero Bar, República de la India y Las Heras, debutó Soda Stereo.
La lista es más amplia, pero la mayoría de los lugares ya no existe, igual que Marabú o Chantecler. Pero no importa demasiado porque muchos quedaron retratados por las canciones.
En Belgrano nació Almendra, lo mismo que Soda Stereo en un garage del barrio; Vox Dei, en Quilmes; Sui Generis, con la reunión de Charlie García y Nito Mestre, que tocaban en bandas de colegios secundarios de Caballito, y Arco Iris, en El Palomar, con Gustavo Santaolalla.
Es un tema de turismo cultural, como lo confirma el libro Buenos Aires y el rock, que publicó la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Municipalidad en su colección para amar a nuestra ciudad, de ayer a hoy.
Esta columna es un boceto, con omisiones, para estimularlo a una experiencia intergeneracional y completar su propio recorrido.
Por Horacio de Dios
almadevalija@gmail.com

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