La primera vez que estuve en Medellín debió ser en 2000. Recuerdo que, los días anteriores, cuando comentaba adónde estaba por ir, no pocos interlocutores me respondían con una sonrisita socarrona. Otros, más temerosos, me miraban preocupados. Tanto unos como otros sólo lograban asociar la capital colombiana de Antioquia con una cosa: la leyenda negra del narcotráfico.
En aquella primera visita, apenas llegado, mientras iba desde el aeropuerto Olaya Herrera (donde Carlos Gardel y Alfredo Le Pera murieron en un accidente aéreo en 1935) hasta el hotel en la zona del Poblado, se oían en la radio del taxi las quejas de un periodista local. El gobierno nacional acababa de publicar una guía del país para turistas extranjeros en la que... Medellín prácticamente ni figuraba. "¿Es que somos algo vergonzante, algo que hay que esconder?", planteaba, mientras el chofer del taxi se reía divertido.
Sí, Medellín tenía un complicado problema de imagen. Pero también era cierto que esa dificultad provenía del pasado; muy reciente, pero pasado al fin. Pablo Escobar Gaviria, el legendario líder del Cartel de Medellín y uno de los hombres más ricos del mundo y uno de los criminales más buscados, había sido abatido en 1993 en un suburbio de la ciudad de Fernando Vallejo, el autor de la durísima narco-novela La virgen de los sicarios .
Siete años después las cosas habían cambiado bastante. Y los narcos probablemente no habían desaparecido con Pablo, pero sí habían bajado aquel escandalosamente alto perfil de los nefastos noventa.
Cierta trasnoche, en uno de los clubes más tradicionales de la alta sociedad paisa, dos hermanos, empresarios textiles, contaban esta historia: a mediados de la década del 80, uno de los caddies de ese mismo club, de sólo 15 años, desapareció de un día para el otro. Pronto corrió el rumor que se había ido a trabajar para Pablo Escobar. A los cuatro años el caddie regresó al club... para comprarlo. "Aunque no pocos se enriquecieron vendiendo propiedades a los narcos por el triple del valor real, en este caso los socios votaron en contra de la operación -recordaba uno de los hermanos-. ¿Sabés qué hizo aquel caddie entonces? ¿Ves este clubhouse? Bueno, tal fue su resentimiento que se hizo construir no uno, sino dos iguales allí, en la montaña."
Todo el mundo en Medellín conoce historias como ésta. Y bastante más dramáticas, también. Pero, claro, lo que para algunos turistas puede ser un anecdotario con cierto (¿morboso?) gancho, para el pueblo paisa se trata de un recuerdo más bien doloroso. Por eso mismo la noticia, unos días atrás, de que familiares del z ar narco ofrecían un tour (40 dólares) por lugares clave en la vida de Escobar, no resultó precisamente una divertida nota de color. "No me hace feliz que ésta sea la forma de promover Medellín", dijo el viceministro de Turismo, Oscar Rueda, sobre el recorrido, acaso en línea con los más conocidos Favela Tours de Río de Janeiro. "Lo importante es que estos planes no se conviertan en una apología del delito", reflexionó Jean Claude Bessude, del operador Aviatur. Y el embajador de Colombia en Londres, Mauricio Rodríguez, definió al paseo, ante el diario inglés The Guardian, como "negativo y contraproducente".
Publicado por Daniel Flores 18 de marzo de 2012 | 1.18 A.M.
TAGS: Medellín; turismo en Colombia; Pablo Escobar
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