
En pareja. Hacen alfajores de arroz y facturan 200 millones al año
1 de abril de 2020 • 18:54

Créditos: Gentileza
Te contamos cómo Guillermo Sarapani y Laura Espiñeira dejaron un negocio que no paraba de crecer, pero que no les cerraba en la ecuación trabajo-familia,para empezar de nuevo y crear Lulemuu, una marca de alfajores, barritas, galletitas y snacks aptos para celíacosque se venden en todo el país.
Ella, profesora de danzas y él repartidor de pan vivían sin muchas preocupaciones por el futuro ni por el estado de sus finanzas. Eran jóvenes y no tenían grandes responsabilidades por entonces. Pero algo iba a cambiar. A los 20 años Laura, y Guillermo se enteraron de que iban a ser padres.
"Cuando vimos que íbamos a tener un hijo, nos dimos cuenta de que con nuestros ingresos no nos iba a alcanzar para formar una familia y entonces decidimos emprender un negocio que nos diera plata todos los días", recuerda Guillermo.
Esto fue hace 18 años, cuando nació su primer hijo Mateo, que le dio el nombre a su primer emprendimiento familiar: una cadena de galletiterías.
Compraron galletitas al por mayor y se pusieron a embolsarlas en el garage de su casa para distribuirlas en supermercados chinos. Les fue bien y entonces decidieron arriesgarse a tener un negocio propio. El papá de Guille les prestó la plata que necesitaban para abrir un local en Flores y a los tres meses ya habían recuperado la inversión. Abrieron un segundo local y la gente no paraba de comprar, era un boom. Llegaron a tener 7 negocios propios hasta que una consultora les propuso dar franquicias. Lo hicieron, llegaron a tener 35 locales con la marca Mateo, pero un día se dieron cuenta de que vivían para trabajar y no tenían tiempo para nada mas que para atender y resolver los problemas del negocio. "Vimos que no era rentable, que cometimos muchos errores al crecer en forma tan acelerada, hoy no haría las cosas así", cuenta Guillermo. Por eso hablaron y decidieron terminar con todo. Cerrar los locales, vender el propio y comprar una casa para asegurarse un techo.
Cerrar un negocio y abrir otro de cero

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Pese al vértigo, Laura estuvo de acuerdo, confiaba en Guille más que en nadie, él siempre le había contado su sueño de fabricar galletitas y solo estaban revendiéndolas.
Así, se pusieron a estudiar el mercado y ya era 2011, pleno auge de los alimentos saludables. Nacía el alfajor de arroz. Empezaron a probar cómo hacerlo, pidieron la fórmula del relleno a un proveedor que les dijo que mezclaran grasa con azúcar y no les salió. Hasta que dieron con el fabricante indicado. Después tuvieron que decidir si lo harían cuadrado o redondo y lanzarse a elaborarlos.
Los hicieron en forma artesanal, otra vez empezaron de cero, en la casa de sus padres. No les fue ni mal ni bien, el producto era bueno pero no concretaban nuevos pedidos. Los proveedores otra vez fueron la clave para recibir el feedback que necesitaban. El paquete "cristal" no era el adecuado, el producto se derretía con el calor y no era atractivo para el comprador.
Invirtieron plata en un nuevo packaging, más moderno que consevaba mejor el producto, pidieron prestadas máquinas para aumentar la producción: una bañadora, una envasadora y un túnel.
"Cuando decidimos cambiar el packaging, el producto empezó a traccionar de otra manera, entonces salimos a buscar un equipo de venta. Hoy tenemos 17 vendedores y eso nos hizo llegar distribuir nuestro producto en todo el país", resume Guille.
A los alfajores de arroz, en 2013 les sumaron una nueva línea de barritas con semillas. Ya tienen 23 productos de distintos sabores y presentaciones y también elaboran "a fasón" es decir producen para marcas de terceros.
Sus canales de venta son los distribuidores directos, no le venden a los consumidores finales. El año pasado empezaron a exportar a Paraguay y Uruguay y la idea es este año poder entrar a Brasil Perú y Bolivia, pero con los efectos del coronavirus en la economía están replanteando los escenarios posibles.
Laura y Guillermo siguen trabajando a la par, y la familia también siguió creciendo: ya tienen dos hijos y el sueño de legarles la fábrica que soñaron desde ese día en que rellenaron con sus propias manos el primer alfajor.
En números
50 mil pesos fue la inversión inicial.
200 millones de pesos facturan al año.
20 por ciento de crecimiento anual.
500 clientes (distribuidoras) atienden.
1.000.000 de alfajores de arroz producen al mes.
700.000 barritas con semillas elaboran por mes.
23 productos tienen en su catálogo
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