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En San Francisco, comer burritos, ser ecléctico y pasarla bien es una Misión

Así se llama el barrio donde la molesta neblina no llega a tapar la excelente vista de la ciudad; exquisitas y picantes costumbres




SAN FRANCISCO (The New York Times).- Desde la terraza del Medjool, un restaurante nuevo situado en el barrio La Misión, en San Francisco, la vista panorámica se extiende como un mosaico extravagante. Construcciones victorianas de madera, muy vistosas, se elevan hacia el Oeste en dirección a las Twin Peaks, las colinas que detienen la niebla infame de esta metrópoli y convierten a La Misión en uno de sus barrios más cálidos y soleados.
Abajo se despliega una escena animada de la vida cotidiana: vendedores ambulantes que ofrecen flores de yuca y paltas, padres anarquistas de cabello azul que empujan cochecitos de bebe, un grupo de jóvenes que no hacen nada, amas de casa de origen centroamericano y artesanas vegetarianas que compran tortillas caseras.
Hace tres años, el 826 de la calle Valencia se convirtió en una verdadera tienda para piratas. En su interior, un recinto con cortinado de terciopelo, tiene un puñado de butacas donde los visitantes pueden sentarse y contemplar un estanque de peces tropicales que se deslizan perezosamente frente a un mapa de la Unión Soviética. Desde lo alto se oyen pequeñas melodías de la radio francesa de la década del 20, como si salieran de una victrola suspendida. En la pared, un pergamino enmarcado dice: "Por favor, no juzgue a los peces".
La Misión constituye el centro de la escena literaria, alberga más escritores que cualquier barrio de la ciudad y concentra en un radio pequeño más librerías independientes que ningún otro lugar del mundo.
El barrio creció en torno del edificio más antiguo de San Francisco: la Misión Dolores, construída en 1776 como parte de una red de misiones españolas. En el siglo XX, era un barrio de inmigrantes de clase obrera, hasta comienzos de la década del 70, cuando la construcción del sistema de tránsito rápido en la zona de la bahía destruyó Mission Street, aniquiló el vibrante barrio latino, y convirtió la zona en un baldío urbano.
Sólo ahora se recupera y recobra su identidad. Surge una cultura dinámica, que combina lo mejor de diversas culturas: el tintineo de las campanillas de los heladeros mexicanos se funde con bandas de marchas anárquicas; por las ventanas abiertas sale música electrónica extraña que se mezcla con las vibraciones norteñas.

Recorriendo las calles

Las jaulas voladoras de Schoultz, que evocan la preocupación por la vivienda de cada uno de los residentes de La Misión, comparten espacio con alegorías al orgullo latino y movimientos revolucionarios y de campesinos idealizados (la policía antidisturbios es un icono demoníaco recurrente).
La Galería de la Raza, en la calle 24, nutre esta vitalidad artística hace 35 años. Surgió del movimiento por los derechos civiles de los chicanos y dio origen a galerías más pequeñas. Los fines de semana, éstas, junto con las bandas de mariachis, forman parte de la escena nocturna del barrio, sobre todo en las calles Mission y Valencia.
El mismo tipo de apropiación ecléctica se da en el plato típico de La Misión: el burrito. Este almuerzo, compuesto por porotos, arroz y carne arrollados en una tortilla de harina, formó parte de la cocina urbana en la década del 60, cuando El Faro, en Folsom Street, incluyó el primer súper burrito en su carta.
La ortodoxia del antisectario burrito revela una estética culinaria que valora la inventiva y la tradición por igual. Así, La Misión alberga restaurantes como el Delfina, en la calle 18, y Osha en la calle Valencia, que aportan una sensibilidad urbana californiana a la cocina toscana y tailandesa. Del mismo modo, Limón, en la calle Valencia, le da a la cocina peruana la atención que ésta merece.
Afuera, los colores están presentes: en los carteles de la calle y en las prendas de la Virgen de Guadalupe. Van desde los tatuajes barroco-psicodélicos hasta el del vendedor de juguetes. Está cubierto por ellos de la cabeza a los pies, como una figura que cayó de un mural de Schoultz. Es un rico remolino: más profundo que significa que debajo de todo el desorden encontró el estilo vivo y sin crítica bajo el sol de La Misión.
Traducción: Andrea Arko

Inmigrantes y murales

Hace cinco años, la Misión, junto con el resto de esta bella la zona de la Bahía, se vio perturbada por las oleadas de dinero provenientes de la compañías puntocom, que amenazaban con trasformar el lugar en un barrio industrial.
Pero una larga trayectoria de activismo por parte de los arrendatarios ayudó a que la zona conservara su carácter, aun cuando el valor de las propiedades se disparó a una velocidad asombrosa.
Esa tensión constante se revela en los murales del barrio, una tradición que se remonta a la obra San Francisco de Diego Rivera.
Actualmente, en la Misión, un departamento de dos dormitorios cuesta mucho más de medio millón de dólares, tal como se ve en las inmobiliarias. Y hay más.
Dada la cantidad de inmigrantes, especialmente de mexicanos, todos los años a principios de noviembre los residentes de La Misión celebran el Día de Todos los Muertos con floridos desfiles callejeros.
En esta ocasión, las capas de maquillaje ocultan las fronteras culturales entre los mexicanos y los norteamericanos.
La panadería La Victoria también es una síntesis del eclecticismo de este barrio. Está en el 2937 de la calle 24 y ofrece manjares de diferentes procedencias, que ningún residente o turista se anima a resistir.

Datos útiles

Cómo llegar

Pasaje aéreo por American Airlines, ida y vuelta con tasas incluídas, desde 930 dólares.

Dónde comer y tomar algo

Café Gratitude, al 2400 de Harrison Street. Se caracteriza por sus platos vegetarianos.
Una cena para dos personas con una botella grande de cerveza orgánica cuesta alrededor de 45 dólares.
Limón, al 524 de Valencia Street. Platos peruanos. Una cena para dos con una botella de vino cuesta 110 dólares.
Papalote, al 3409 de la calle 24. Un lugar que hace honor a la síntesis de La Misión: burritos vegetarianos. Burritos y cerveza para dos: 14 dólares.
La Corneta, al 2731 de la Mission Street.
Burritos y refresco mexicano para dos: 12 dólares.
Medjool, al 2522 de Mission Street. Este delicioso complejo (bar, café, restaurante, hostería y terraza) es algo totalmente nuevo para La Misión. Un trago y un picada para dos cuestan alrededor de 30 dólares.

Qué hay que ver

Galería de la Raza, al 2857 de la calle 24. Arte de vanguardia con temas latinos y chicanos, la piedra de toque para las artes de la multifacético Misión.
Precita Eyes Muralists, al 2981 de la 24 y Harrison. Una organización de 28 años de existencia que mantiene algunos de los murales de La Misión y es su curador.

Un paseo imperdible

Las visitas guiadas a pie por el barrio La Mision se realizan los sábados y domingos a las 11 de la mañana y a la 13:30, y cuestan 12 dólares.
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Gregory Dicum

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por Redacción OHLALÁ!

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