

SAN MARINO (World´s Fare).- Hablan italiano y su moneda es la lira; sin embargo, los 24.000 ciudadanos de San Marino viven en la república más diminuta del planeta. Sólo Mónaco, una monarquía, y la Santa Sede son Estados más pequeños.
Los 57 kilómetros cuadrados que conforman este territorio se hallan a diez kilómetros del mar Adriático, mientras el águila sobrevuela los escarpados Apeninos. Defendido por formidables ballesteros y seguro detrás de las gruesas murallas de la fortaleza del monte Titano, San Marino goza de su independencia, reconocida en 1243.
Los orígenes del país, lleno de mitos y leyendas, se remontan al 301 de la era cristiana, cuando Marino de Dalmacia, un santo picapedrero, oriundo de lo que hoy es Croacia, huyó de Roma escapando de la persecución del emperador Diocleciano.
El monte Titano, en aquel entonces un risco impenetrable -según la leyenda, el hogar del dios Titán-, pertenecía a una noble dama de Rimini, Donna Felicissima, que un día lo escaló para rogarle a Marino que rezase para que un milagro salvara a su hijo moribundo, Verissimo.
El monte cedido
Cuando el niño recobró su salud, ella cedió el monte a Marino, que construyó una iglesia y un monasterio en su ladera, fundó una colonia y legó a sus habitantes el derecho de ser independientes, al exhalar su último aliento.
En aquella época, la Roma imperial estaba apagada y aún no se habían establecido los poderes temporales del papa; muchas comunidades italianas se declararon libres. Lo que hizo a San Marino único fue su lejanía y aislamiento, y su compromiso con la democracia. Los jefes de todas las familias se unieron para hacer las leyes.
Al principio, un rector presidía el Arengo, o asamblea; como la defensa contra los vecinos expansionistas cobraba mayor importancia, se designó a un defensor capitán para compartir las responsabilidades.
Después de un tiempo estos dos líderes fueron conocidos como los Capitanes Regentes.
En 1243, el Arengo, cuyos 60 integrantes desempeñaran sus funciones durante un lustro, decidieron que los nuevos capitanes debían ser elegidos dos veces al año, y que no podían ser reelegidos por un período consecutivo.
Hasta nuestros días, los capitanes regentes, ahora un hombre y una mujer, siguen con su mandato de seis meses.
Mantener la independencia siempre ha sido una tarea costosa. Por ejemplo, en el siglo XV, el obispo de Montefeltro exigió el pago de un tributo.
Después de que en reiteradas oportunidades sus cobradores fueron expulsados por los ballesteros de San Marino, el obispo se vio forzado a reconocer la soberanía de este país.
En 1463, el Estado se alió con las fuerzas leales al papa Pío II Piccolomini para derrotar al señor Malatesta de Rimini.
El papa, en agradecimiento, le cedió tres ciudades vecinas a la república; una cuarta, Faetano, se unió por voluntad propia.
Fronteras
Desde aquel entonces, San Marino no ha modificado sus fronteras y posee el período más extenso de integridad territorial que ninguna otra nación europea.
Cesar Borgia invadió su territorio en 1503, pero el país recobró su independencia tras la muerte de aquél unos meses más tarde. Las tropas del cardenal Alberoni ocuparon San Marino en 1739, hasta que mensajes secretos enviados al papa resultaron en un decreto de independencia que permanece vigente.
En 1797, Napoleón Bonaparte se detuvo allí con obsequios, expresó su amistad y ofreció expandir sus fronteras, pero los habitantes de San Marino, con elegancia y tino, rechazaron la propuesta, una tradición de neutralidad que aún se mantiene. Durante la Segunda Guerra Mundial, el diminuto Estado dio asilo a más de cien mil refugiados.
Todos los años, alrededor de tres millones de turistas visitan San Marino, la mayoría con la intención de recorrer sus museos e iglesias medievales perfectamente conservadas, subir hasta su fortaleza, ver la pompa del cuerpo de ballesteros con sus trajes coloridos, o comprar estampillas y monedas.
Y en un día despejado, en la república más pequeña del mundo se puede divisar, del otro lado del Adriático, la costa dálmata donde, 1700 años atrás, el santo fundador se hizo a la mar en busca de libertad.
Datos útiles
Cómo llegar: el pasaje aéreo, de ida y vuelta, hasta Roma cuesta desde 1000 dólares, con tasas e impuestos incluidos. Desde Roma hasta San Marino son 350 kilómetros, que se pueden hacer en tren hasta Rimini (a 24 kilómetros) y después tomar el servicio de ómnibus.
Alojamiento: la habitación doble en un hotel 3 estrellas cuesta, aproximadamente, 30 dólares. En uno de 4, el costo varía entre 50 y 90, con desayuno incluido.
Comidas: los platos típicos son los preparados a base de pasta casera, por ejemplo, los tortelloni, passatelli, tagliatelle y cannelloni. Los postres típicos son el cacciatello -a base de leche, azúcar y huevos-, y el bustrengo. Una comida, con entrada, plato principal y postre, cuesta alrededor de 20 pesos por persona.
Clima: es templado. En invierno la temperatura promedio oscila entre 10ºC y -2ºC. En el verano, la media es entre 20º y 30ºC.
Más información: Oficina de Turismo, Contrada Omagnano, 2047031 (00378-882410).
Desde Italia hay que anteponer el prefijo 0549. Por e-mail: statoturismo@omniway.sm.
En Internet:
Marvin J. Wolf
(Traducción de Andrea Arko)
(Traducción de Andrea Arko)
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