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En Villa la Angostura, un pionero cumple cien años

El hotel Correntoso celebra su primer centenario, con visión de futuro




VILLA LA ANGOSTURA.- A la vera de uno de los ríos más cortos del mundo y a orillas de uno de los lagos más grandes de la Patagonia, en un paso estratégico de la región de los lagos, el Correntoso Lake & River Hotel cumplió cien años.
Verde, azul, turquesa. Todos los colores del bosque y del cielo se reflejan en las aguas cristalinas del río Correntoso, el lago del mismo nombre y el lago Nahuel Huapi, que rodean al hotel fundado en 1917.
La propiedad precedió a la fundación de Villa La Angostura. Fue estafeta postal y punto de referencia para viajeros que cruzaban a Chile o se dirigían a San Martín de los Andes durante la primera parte del siglo XX.
El hospedaje original fue construido con madera de ciprés por dos inmigrantes europeos pioneros en la región, el italiano Primo Capraro y su esposa alemana, Rosa Maier, para los viajeros que buscaban una cama y alimentos en su paso por este rincón inhóspito de la Patagonia.

Descanso y bienestar

Eran épocas duras, pero el lugar siempre tuvo un encanto especial: "Aquí, en la Patagonia, el cielo está más poblado de estrellas, más visibles por la diafanidad de su atmósfera. De noche, parece que subiendo a cualquier cerro se alcanzan los astros con la mano", escribió Capraro cuando llegó de Belluno, Italia, tal como lo rescata el libro Apuntes del Correntoso, de Yayo de Mendieta.
Aquella sensación de Capraro es todavía observada por huéspedes del mundo entero que llegan al hotel para descansar. "He comprobado más de una vez al despertar, a las dos o tres de la mañana, que estaba pleno de descanso y lleno de bienestar, al punto de no reconocerme mortal", describió ya un siglo atrás el pionero del lugar.
En 1920 el parador, conocido hasta entonces como la pensión de Doña Rosa, se amplió por primera vez, de tres habitaciones a cinco. Entonces recibía más que nada a viajeros ocasionales. Pero en 1924 llegó el primer grupo de turistas que viajó expresamente desde Buenos Aires. Desde la capital debían hacer siete transbordos para visitar el paraje Correntoso. El trayecto no sólo se hacía en ferrocarril. También en balsa y automóvil. El último tramo -desde Bariloche- se hacía en un vapor, El Cóndor, que atracaba en su muelle en las márgenes del lago Nahuel Huapi.

Honrar la historia

Tras la muerte de Primo Capraro, su hijo Francisco continuó con la empresa familiar. Otra vez una mujer dio vida al hospedaje. Doña Emma, esposa de Francisco, se ocupó de administrar el hotel por casi treinta años. Hasta que en 1978 Francisco Capraro vendió las instalaciones al Banco de Intercambio Regional. Posteriormente, en este rincón privilegiado de la Patagonia funcionó un casino, una boite y una sucursal bancaria.
Desde entonces se sucedieron diferentes propietarios hasta la Misión de los Padres Lonterianos, que en 1997 decidieron vender. Entonces Alejandro Laurence tomó el desafío de poner en valor el hotel. "Fue un honor tomar la posta de Primo y Francisco Capraro y honrar la historia del Correntoso mirando al futuro y dando respuestas durareras", escribió Laurence en el prólogo del libro Apuntes del Correntoso.
Hoy, reconvertido en refugio de alto nivel para los amantes del turismo aventura, con 47 habitaciones, el hotel aspira al confort de la mano de normas sustentables para preservar el medio ambiente, en el futuro. De este modo logró una ecoetiqueta, sinónimo de gestión sustentable. La propiedad cuenta con sus propias plantas de tratamientos de aguas y de afluentes; tiene un programa de reducción de energía eléctrica y consume productos del locales.
Todo en el hotel busca rescatar la historia que inició Capraro. El edificio nunca fue destruido a pesar del paso de los años y en el siglo XXI fue designado patrimonio cultural de Villa La Angostura. En la conmemoración del centenario, Laurence se comprometió: "Tenemos que dejar el río mejor de lo que lo encontramos".

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