

Salvo las típicas escapadas a la costa atlántica o las que surgieron por trabajo, no hice grandes viajes en mi vida.
De chico iba mucho a Mar del Plata, así que durante varios años lo único que vi viajando fueron vacas que pasaban por la ventanilla. Una vaca reemplazada por otra vaca, y por otra más. Nunca supe si era la misma o era otra.
Ahora me gusta más viajar. El último viaje fue al Valle de Punilla, con mi mujer, María Laura, y mis hijas, Elisa y Eva. Antes no me atraía tanto el tema, pero sí recuerdo bien un viernes a la noche, allá por noviembre de 1981, cuando tenía 20 años y con los pibes que parábamos en la esquina decidimos prontamente, en un rapto de aventura inútil, irnos en dos o tres autos a Villa Gesell.
No tengo la menor idea por qué Villa Gesell. Nunca hubo una justificación y, que yo sepa, Gesell nunca nos llamó. Como uno de los vehículos no tenía techo -era una camioneta o algo así-, en el transcurso de la noche nos teníamos que turnar para ir en ese lugar descubierto. Uno pasaba de estar en un coche normal a bancarse una hora atrás, de noche y muerto de frío en la ruta.
Todo para llegar a las 7 a Gesell, donde no había nadie, el día estaba horrible y lo único que nos recibió fue un monumento de una parca que nos decía vengan a morir acá .
Fútbol y fiambre
Efectivamente, emprender un viaje a Villa Gesell el 2 de noviembre era como ir a morir un poco. Creo que si hubiera que ponerle un título sería Un viaje de idiotas .
Fuimos a parar a un camping con las carpas que habíamos llevado. La primera actividad después fue ir a la playa a jugar al fútbol. Y más tarde comimos fiambre en la carpa y dormimos hasta la noche.
Cuando nos levantamos se desató una tormenta como las que se arman últimamente en Buenos Aires y, bueno, entrada la noche estábamos en las carpas de a dos o tres, empapados. Lo recuerdo bien: la tormenta fue tremenda. No había mujeres y lo único que veíamos era a nosotros mismos, 400 kilómetros más lejos que unas horas antes. Fue un día perdido.
Al otro día nos levantamos a las 9 o 10, totalmente humedecidos, y como el clima seguía horrible decidimos volver muy rápido a Buenos Aires.
Total, a las 17 del domingo estábamos otra vez en la esquina donde habíamos decidido viajar inútilmente. Todavía nos preguntábamos qué había pasado el día anterior sin recordar si habíamos viajado o si se había tratado de un viaje astral. La sensación era ésa, no es broma.
La primera conclusión que me deja aquella experiencia es que si la repitiera hoy, al menos sería una prueba física, lo cual al fin y al cabo tendría algún sentido. En cualquier caso, la moraleja que queda es: si el plan es estúpido, el final lo será también.
El autor es actor. Los lunes, a las 23, presenta Los videos de Peter Capusotto , por Canal 7. Además, todos los fines de semana sigue de gira por las provincias con el espectáculo Qué noche Bariloche , junto con Fabio Alberti. En julio, la puesta llegará a La Trastienda, en San Telmo.
Por Diego Capusotto
Para LANACION
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