Desde nuestra mudanza, entre la alegría, la extrañeza y las tantas cosas por ordenar, no priorizamos la ropa, que quedó durante unos días en bolsos y valijas, alguna bolsa y varias perchas. Pero ahora ya está todo "ubicado".
Cuando uno decide irse a vivir junto a su pareja bajo un mismo techo, normalmente pone varias cosas sobre la balanza y se imagina diversas situaciones que proveerán alegrías y tristezas. Uno tiende a mirar las cosas desde una modalidad de pros y contras continua, hasta que da el paso adelante. Pero uno nunca se imagina que tendrá que compartir un placard con su "media naranja". Y nótese que elijo el término "media" naranja para destacar la primera contradicción: uno NUNCA tendrá la mitad del placard de la misma forma que uno aporta la mitad de la naranja. Nunca.
Siento que juego de visitante. Voy con mi pequeña valijita y mis pocos viejos calzones al Maracaná, de visitante. Y el Maracaná está lleno de "blusitas" y de "remeritas" y de otras "cositas" que no por ser diminutas y diminutivas dejan de ocupar espacio. Y ese no sería un problema en sí mismo si tuviéramos un lugar espacioso, pero no: es un lugar que apenas si califica de digno para una pareja.
Habiendo aceptado la idea de que mi ropa será descuartizada por toda la casa (calzones, medias y remeras en el placard; trajes y corbatas en el armario de la entrada; shorts, bermudas y ropa deportiva en la cómoda que soporta la tele; buzos y camperas en el placarcito donde van las toallas del baño!), me enfrento con el dilema diario del caos femenino, el cual es la esencia de nuestro inconveniente roperil y el motivo de estas palabras. Ella es un torbellino.
Y el principal problema no es que aparezcan corpiños debajo de la almohada, decenas de medias en el piso y debajo de la cama, zapatos con los cuales tropezarse en el peor momento. El problema es que Silvia no tiene ninguna planificación. Peor: planifica la no-planificación. Hace pocos días noté que ella cree (sí, está convencida) que no debe haber una correlación determinada de prendas en el placard. O sea, ella es feliz teniendo pollera-blusa-pollera-saquito-pantalón-blusa-pantalón-pollera-etc.
En ese reino del caos, es cuestión de todos los días verla protestar porque no encuentra una prenda o sorprenderse con un hallazgo. Este es un diálogo de lo más normal: "Mi amoooor, ¿no viste mi pollera verde?" "¿Te fijaste con las polleras?" "No tengo un lugar para polleras". En fin.
Suponiendo que este es un problema presente en otras jóvenes parejas, consulté. Y así es, nomás. Lo que para los hombres es un clásico pantalón-pantalón-pantalón-camisa-camisa-camisa-saco-saco-saco para las mujeres en una ruleta en la que todo vale. Es un tema de género. Estoy seguro que les ha pasado lo mismo a mis antecesores. Lo imagino a Brad esperando a Angelina en el ascensor, ella revolviendo todo su placard en busca de ese "saquito" que le combina especialmente, y él maldiciendo su falta de planificación roperil.
Antes de irme, les dejo un sitio que debería ser inspiración para todos y todas.
Es todo por hoy. Me parece que mañana me pido el día y me quedo ordenando el placard. Ha sido un gusto.
Posdata: Iba a postear hoy mi versión de los hechos del sábado, pero como ayer ya hablamos mucho de eso, lo voy a dejar para más adelante. Parece que el jueves nuestra casa es sede de un encuentro de amigas de Silvia...
Publicado por Silvio.