

SANTOS.- Entre el cielo y la tierra, flotando como a la deriva en el océano azul a bordo de un embarcación que imita a una ciudad de fantasía ideada para el entretenimiento y el disfrute, se aplacan los temores generados por el riesgo país y por los zigzagueos de la economía. Con la lentitud de un oleaje suave, algo casi milagroso sucede y se aflojan las tensiones acumuladas durante el año.
En un crucero se crea un espacio que roza la frontera de la magia e invita al relax, a la libertad y a la diversión. Lejos de los teléfonos, de Internet, de las noticias y del ruido urbano, sobre una embarcación de porte imperial que se mece como una cuna, el cuerpo comienza a relajarse y la velocidad de los pensamientos se aquieta. La mente ingresa en un estado de sosiego. El stress tiende a apaciguarse mientras emerge la alegría y el goce.
Una de las opciones que los viajeros argentinos pueden tener este verano viene de la mano de la Royal Caribbean Cruise Ltd., empresa que nace en Noruega a fines de la década del sesenta. Compañía que comparte cartel con la inglesa P&O Princess, se fusionaron y crearon un gigante imperio oceánico. A partir de enero, por ejemplo, uno de los barcos más imponentes de su flota, el Splendour of the Seas, saldrá del puerto de Buenos Aires para navegar por las playas de Brasil a ritmo de samba, lambada, calipso, bossa nova y demás música de carnavales y romances.
Una mole entre las olas
Nave de magnitud infartante -264,4 metros de largo, 32 de ancho, 70.000 toneladas de peso y capacidad para 1804 pasajeros- y vidrios al por mayor tiene todo lo que uno puede desear para pasarla superbien sin pensar dónde va a comer, cómo llegar a un lugar, qué espectáculo elegir, si hay lugar para estacionar y en la seguridad.
En el Splendour, una megaobra de la ingeniería naval construida en Francia y a un costo aproximadamente de US$ 600 millones de dólares, como sucede en la mayor parte de los cruceros de su estirpe, todo está resuelto para el pasajero.
Al embarcarse hay que desprenderse de la maleta, de las preocupaciones y abrir la de los sueños.
Adentro de sus instalaciones y afuera en las cubierta abundan los espacios de placer.
Durante el día el lugar de encuentro es la pileta. Ubicada en el centro del barco, así como nadie se resiste al sol, pocos se resisten al ritmo de la música constante que suena en los decks de la piscina y al frenesí colectivo que impulsa a jóvenes y mayores, delgados y no tanto, al baile cadencioso. Las risas, las palmas, las caipirinhas y los jugos de frutas tropicales generan una onda contagiosa en los grupos familiares o de amigos que están en los alrededores tumbados en las reposeras. Todos se mueven con la maestría que lo hace el barco.
Aunque la gran fiesta sucede en este espacio alegre en el que dos o tres veces por día dan clases de danza y capoeira. Muchos se zambullen en las aguas de la pileta del solárium techado; otros prefieren disfrutar de un baño sauna o darse masajes con aceites aromatizados en el spa.
Naturalemente, también hay rincones para el descanso y la pausa silenciosa, para los gimnastas y para los amantes del golf (en el lugar más alto de la embarcación hay una cancha de 18 hoyos). Respecto de los chicos, ni por casualidad se aburren. Agrupados por edades, aparte de poder consumir hamburguesas y papas fritas gratis hasta el hartazgo, tienen también un espacio y actividades programadas para su divertimiento.
Después del atardecer que abraza los cuerpos bronceados viene la calma, pero la pausa dura poco. Pronto llega la cena en restaurantes con comida y mozos cinco estrellas y luego los espectáculos, el baile o los encuentros en uno que otro bar con blues y jazz de fondo. El Splendour tiene un teatro y un casino sin nada que envidiar a los de Estados Unidos. Con capacidad para 200 personas es posible jugar blackjack, juegos de dados, pool, ruleta, videopóker y póker caribeño, palpitar de nervios en las máquinas electrónicas y en las tragamonedas.
Decorado con una estética que recuerda a los hoteles de la edad de oro de Hollywood, y a los de Las Vegas, el Spledour hace honor a su nombre. ¿Aburrirse? Imposible. Y del miedo al mareo ni hablar. Los barcos están equipados con estabilizadores para minimizar sus bamboleos. Entre el cielo y el mar, vacaciones de Las mil y una noches.
Vacaciones todo incluido
Excepto las bebidas, que no sean agua fresca y algunas gaseosas de máquina, más los tratamientos del spa, la mayor parte de los servicios están incluidos en el precio del crucero.
Las tarifas varían según los días de navegación. Los precios arrancan en los 550 dólares por persona, según el paquete que se contrate, cuatro, siete o catorce días.
El Splendour of the Seas pasa, según los diferentes itinerarios, por el puerto de Santos y se arrima sin prisa a las costas de lugares paradisíacos. Entre los destinos está Buzios, Guaruyá, Angra Dos Reis, Río de Janeiro y San Salvador de Bahía. También sale del puerto de Buenos Aires.
Para mayor información: http://www.royalcaribbean.com
Una escala famosa para hacer clic
En cada puerto que el crucero se detiene, los pasajeros pueden hacer lo que se les antoje ya sea permanecer en el barco o acercase en una lancha hasta las playas y así conocer el encanto de cada una, la foresta, la gente.
En Buzios, por ejemplo, además de fascinarse con el paisaje ondulado en el que ha quedado grabado el paso de Brigitte Bardot, es posible alquilar un boogie para dar vueltas por la aldea (20 dólares por día).
Hacia Cabo Frío
También se puede optar por un paseo en velero para visitar las playas de Cabo Frío y las grutas azules. La excursión cuesta 8 dólares por persona, con almuerzo incluido.O simplemente se puede bajar para disfrutar de los bares por la noche, entre ellos el Quinto Stone, propiedad del actor Pablo Echarri o ver cine al aire libre en la plaza al mejor estilo Cinema Paradiso.
María Teresa Morresi
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