

A una hora y media de Buenos Aires -o algo más- los consumidores del turismo rural quedan fascinados. Los que llegan hasta la estancia por primera vez ignoran que la autopista se terminó hace poco tiempo (dos manos con doble vía desde Zárate Brazo Largo hasta Ceibas y concentración de alumbrado en los desvíos intermedios, que facilita el regreso).
La Azotea asoma frente al cruce carretero de Ceibas, puerta vial de Entre Ríos, en medio de un vergel con ondulaciones, esteros y arroyos.
Ceibas fue recientemente designada zona del mayor privilegio ornitológico en estas latitudes, y basta dar con el primer monte a mano para sentirse afortunado, más aún si se es portador de un par de prismáticos.
Las sombras de Urquiza
Esas tierras, según algunos lugareños, pertenecieron al imperio territorial de Justo José de Urquiza, pero ya estaba en manos de un lugarteniente suyo de apellido Rojas cuando, en 1868, surgió el casco.
Tiene el aspecto feudal de las ostentaciones arquitectónicas de mediados del siglo XIX, con amplias galerías y la gran sala usada para las vanaglorias familiares de fines de siglo.
Su diseño es una especie de U que encierra un patio interior decorado con viejo aljibe, todo coronado por una terraza con parapetos defensivos y huecos para disparar contra asedios pasados (las últimas caballerías tribales, el frenesí de las montoneras y otras tropelías de la inacabable guerra interna).
Una torreta por encima de la azotea perdió su utilidad vigilante, pero le consolidó el perfil de señorío. A sus pies sobra humedad para que la lujuria vegetal libere exageraciones forestales en las diez hectáreas del parque: a un paso apenas se puede cruzar, como en una indagación darwiniana, la brevedad de un bosque subtropical, verdaderamente exuberante.
Sólo por el día
La Azotea está disponible únicamente por el día, los sábados, domingos y feriados. Se reserva por el 4799-7159, 4815-1062, y en la estancia por el 03446-6492007.
Reciben Jorge C. Fanelli, el propietario, y Marina Viale Cernadas.
La tarifa de 40 pesos habilita para todos los recorridos, alimentación y bebidas (aperitivo con empanadas, seguido de almuerzo parrillero tradicional y merienda con mate cocido y pastelitos). Reciben contingentes y sólo durante la semana aceptan campamentos.
Búfalos y cebúes
Las comidas se sirven en un salón inmenso -entran hasta 400 comensales- decorado con antigüedades de campo, pero los deslumbrados viajeros ya han engullido empanadas que incluyó el aperitivo de bienvenida.
Los amantes de las tareas de campo tienen buenas oportunidades para capturar con sus cámaras. Los disparadores se oprimen frente a un simple ordeño hasta cuando avistan la sucesión de razas que Fanelli muestra con orgullo de criador (cebúes y hasta búfalos).
Claro que nada supera el muestreo de un arriero a la cabeza de una tropilla de igual pelaje que pilotea una yegua madrina obediente al trazado que -en ritmo y forma- se parece al de un ballet.
Hay mucho para ver porque La Azotea conserva 4300 hectáreas de 7000 originales. La extensión viene desde las espaldas de Villa Paranacito y la cruzan los arroyos Desembarco, Plenche, Salado y Verde, por lo que conviene una cabalgata que supera los esteros y vadea los arroyos, especialmente guiada para dos (50 pesos) que resulta fascinante; salvo que la canícula haya avanzado tórrida y se prefiera la pileta, a disposición y con vestuarios. Se llega por el Acceso Norte y Panamericana ramal a Zárate con un peaje de 1,50 peso y desvío hacia los puentes del complejo ferrovial Zárate Brazo Largo. Se cruza previo pago del peaje (4,80 pesos) para seguir por la isla Talavera hasta el segundo puente.
La autopista continúa hasta Ceibas. Poco antes de llegar se desvía por un tramo de ripio que llega hasta los pilares del portal de la estancia, de cara a la autopista.
Francisco N. Juárez
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