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Escuela muy especial

En el balneario Robinson Crusoe funciona Kalei, el lugar donde chicos y no tan chicos aprenden los secretos del surf




PINAMAR.- Simón baja las olas con mucha calidad. Pese a que su postura arriba de la tabla demuestre experiencia, apenas tiene 9 años y arrancó en eso del surf hace tres. Sus hermanas Micaela, de 15, y Delfina, de 12, también están en el mar, arriba de tablas de surf.
En la orilla, Hans Hempe mira orgulloso a sus tres hijos. "Dicen que Simón tiene un estilo muy bueno. Lo cierto es que los tres están copados con el surf. Quieren comprarse la ropa de agua", comenta el padre de los chicos, mientras éstos tomaban una nueva clase en la escuela Kalei, en el balneario Robinson Crusoe.
Hempe contó que hace varios años que pasan sus vacaciones en la misma playa, y que un día hace tres años Simón se acercó solo al mangrullo donde funciona la escuela de surf, hizo un par de consultas y se anotó.
"El fue el precursor. Después se sumaron sus hermanas. A mí me gusta que tomen clases porque la escuela es espectacular. Además, creo, este deporte los aleja de los vicios de la noche. Se levantan temprano para surfear y se acuestan temprano porque terminan muy cansados. De día disfrutan del mar", cuenta Hempe y agrega que antes de que termine el verano él también va a practicar surf. "Ya lo hice una vez y me encantó", dice.
Cerca, Astrid Bassetto, la madre de Violeta y Juan Cruz, otros dos alumnos de Kalei, comenta: "En tres clases, los chicos ya saben surfear".
De los ochos instructores que hay en la escuela, cuatro fueron alumnos hace varios años.
"Es un deporte donde es muy importante tener un gran estado físico. Por eso a los más chicos les cuesta mucho menos aprender porque tienen mucha energía, ese plus extra que se necesita cuando estás varias horas en el agua. A los grandes todo se les hace más difícil", explica Fernando Enrietti, uno de los profesores, de 29 años.
Enrietti, que comenzó a correr olas a los 15, agregó que en Kalei no sólo les enseñan a los alumnos a surfear. "Les inculcamos valores de compañerismo y los chicos también aprenden a cuidar la playa, a ser más ecologistas".
A partir de los cuatro o cinco años, los niños ya pueden aprender. Las personas mayores también pueden intentarlo, pero no es lo más común. "Una vez tomó clases un hombre de 60 años. Para los más chicos las clases son personalizadas. Al mar van con dos instructores", dice Felipe Muslera, otro profesor.
La clase comienza en la arena, con un poco de teoría y algunos movimientos para que el cuerpo entre en calor. Después, antes de ir al mar, los alumnos practican sobre las tablas las indicaciones de los instructores.
"Los chicos llegan atraídos por el deporte. El surf genera un gran fanatismo por muchos factores: te conecta con la naturaleza y porque estar en el mar es una sensación diferentes", agrega Muslera, que empezó a surfear a los 12 años cuando en su casa alguien dejó una tabla.
"Me metí en el mar y me fascinó", recordó este profesor de 20 años.
La clase sigue. En el mar están los alumnos. Niños y adolescentes son felices. Si fuera por ellos no saldrían del agua hasta el anochecer. Y muchos, es eso lo que hacen.

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