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Estambul: una ciudad de dos mundos

Entre Europa y Asia, la que algún día fue Constantinopla y hoy es la capital económica de Turquía sorprende por su estilo de vida occidental y sus riquísimas tradiciones islámicas




ESTAMBUL.-- Qué menos que recordar aquí a Espronceda, que a través de su pirata cantó como nadie la ubicación de esta ciudad milenaria: ... Sobre el mar la luna riela/ y en la lona gime el viento/ y alza en blando movimiento/ olas de plata y azul/ Y va el capitán pirata/ cantando alegre en la popa/ Asia a un lado, al otro Europa/ y allá en su frente Estambul.
Excepcional por mil razones, Estambul es la única ciudad del mundo extendida entre dos continentes, Europa y Asia, separados por el estrecho del Bósforo, que compite en celeste y transparencia con el mar de Mármara, al que une con el Mar Negro. Otra entrada de agua, el Cuerno de Oro, con puentes que son paraíso de pescadores las 24 horas, separa a su vez las costas oeste y este europeas.
Sobre colinas, la que fue Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, y más tarde Estambul con la toma de los turcos otomanos, a mediados del siglo XV, balconea estas costas de ensueño. Es la otra Europa y el otro Medio Oriente, puente entre dos culturas, como definen los turcos a su país, que recibe con calidez. Tanta, que alguna turista podría inquietarse. Pero no. No pasa nada.
Después de tres horas de viaje desde París, el primer encuentro es con Atatürk (Padre de los turcos), que da nombre al aeropuerto y recuerda a Mustafá Kemal, el gran reformador del siglo XX que hizo de Turquía una república laica y al que se honra con ese título.
Inmediatamente, la confirmación de que el 95% de la población es musulmana, pero su estilo de vida, occidental. Basta darse una vuelta por Taksim, uno de los barrios más concurridos en la llamada ciudad nueva (sólo un decir), donde encontrar una mujer vestida de negro y con la cara tapada es difícil; habrá que rumbear a alguna mezquita para dar con ellas.
En esa zona y también en rincones del viejo Sultanhamet, el colorido del Gran Bazaar (mercado cubierto) y de especias, pescados, frutos secos, verduras, objetos de cobre y vidrio tallados, alfombras y el omnipresente ojo azul de la buena suerte (la piedra que no le falta a ningún turco) pueblan cadessis (calles) estrechas y empedradas, con construcciones eternas de no más de cinco pisos, donde se nota la influencia italiana. Por aquí y por allá, ruinas romanas de las primeras centurias y pequeños cementerios de sultanes, que aparecen de improviso y hasta se animan con salones de té laterales donde se fuma el narguile, la pipa de agua. Con tabaco, eso sí.
En ellos, mediodías y noches se viven alrededor de mesas con infinidad de mezes (suerte de tapeo turco, exquisito y muy condimentado), cerveza y vinos locales (el tinto, muy bueno), o sencillamente con la Coca Turca, que gana puntos. A veces, a puro canto y baile en cantinas llenas de recovecos y escaleras secretas, siempre colmadas, en las que el laúd suena de mesa en mesa y los hombres bailan los ritmos típicos más que las mujeres.
Antes o después, el célebre té de manzana que llega en vaso con forma de tulipán o el café a la turca, de los que se disfrutará a toda hora, también como gentileza y a modo de bienvenida, sea en el Gran Bazaar o en cualquier otro negocio, donde es fácil entrar, pero no salir: los turcos son comerciantes de alma y no vender los frustra. No sólo por el parné.
Con suerte, alguien leerá la borra y tal vez haya que apurar el paso para no perderse un espectáculo inolvidable: el atardecer en Estambul, con sus espléndidos minaretes contrastando sobre el cielo color fuego.

Destino a buen precio

Turísticamente, a historia, bellezas naturales y modernidad, Turquía suma precios más accesibles que la mayoría de los países de la Unión Europea, a la que espera ingresar en poco tiempo. Ni bien se llega a Estambul se tomará nota del buen trato al turista, con quien todos colaboran. Aunque una recomendación básica, si se es mujer, es no contestarles a quienes por la calle tratarán de adivinar su procedencia (¿italian, spanish...?). De ser así, se podrá andar con tranquilidad. Con cuatro o cinco días, Estambul puede conocerse bien, con tiempo para disfrutar de un paseo en barco por el Bósforo, en cuyas márgenes se suceden pueblos antiquísimos, donde sobreviven casas de madera otomanas. Ni hablar del lujo de los palacios instalados a ambos lados, mandados a construir por distintos sultanes. Infaltable, también, un café a la turca en el Pera Palas, famoso hotel que está muy cerca de la histórica Torre Galata, donde se hospedaron desde Eisenhower hasta el sha de Persia, y Agatha Christie se instaló para escribir Muerte en el Orient Express, cuya estación, por supuesto, también habrá que visitar.

Datos útiles

Cómo llegar

No hay vuelos directos a Turquía desde América latina. La opción es ir a París o Madrid, con conexión a Estambul. Las tarifas promedio son de US$ 1053 con tasas e impuestos. Los argentinos no necesitan visa. Más información, Embajada de Turquía, 4785-7203 y 4788-3239, e Intercontinente SA, 4816-2307/2388.

Alojamiento

Hoteles US$ 70 / US$ 260
Las opciones se reparten entre los 4 y 5 estrellas: el Antik Hotel cuesta US$ 70; el Four Seasons de Dolmabahce, US$ 260, y el Merit Halki Palace Istambul, en la isla Heybeliada, a la que se accede por ferry, cuesta US$ 110. Los precios son por día, habitación base doble, con desayuno incluido.

Paseos y excursiones

  • Crucero por el Bósforo: US$ 70.
  • Visita a la mezquita de Solimán el Magnífico, el Museo de Arte Turco e Islámico y un paseo de compras por el Bazaar Egipcio y el Gran Bazaar: US$ 64.
  • Palacio de Dolmabahce y Cuerno de Oro, US$ 75.
  • Noche en Estambul, con baño turco incluido: US$ 38.
  • Navegar por la región del Cuerno de Oro en canoa: US$ 47 (adultos) y US$ 28 (niños).

Más información

La moneda es la lira turca (un dólar vale 1.318.000 liras). El idioma es el turco, pero en tiendas y restaurantes se habla inglés, alemán y español. La temperatura promedio anual oscila entre los 6°C y 26°C.

En Internet

En español: www.turquia.net
Por Carmen Acevedo Díaz
De la Redacción de LA NACION

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