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Estancias para el reencuentro con los escritores de ayer

Algunas comarcas bonaerenses coinciden con lugares que eligieron destacados autores argentinos y notables cronistas extranjeros de viejos tiempos




A sólo siete kilómetros de la estación Florencio Varela, y aún más cerca de los andenes de la de Bosques -en ambos casos del ex ferrocarril Roca-, se da con la modesta casa donde nació, el 4 de agosto de 1841, el naturalista Guillermo Enrique Hudson, edificio que todavía se conserva.
Hoy constituye el Parque Ecológico Cultural Guillermo Hudson; lleva el nombre del escritor pues allí realizó las primeras observaciones de la flora y la fauna autóctonas, que enriquecieron el colorido de su prosa.
El lugar se llamaba Los Veinticinco Ombúes y se extendía cuatrocientas hectáreas cuando, en 1836, fue comprada por los padres norteamericanos de Hudson. A los visitantes que pretenden peregrinar hasta la cuna de Hudson sin ser lectores de su obra les resultará útil encontrar en páginas de Allá lejos y hace tiempo las mejores evocaciones y recuerdos.
Para llegar al parque ecológico en automóvil desde Buenos Aires conviene tomar por el tradicional camino a La Plata, que pasa por el cruce Varela y continúa en doble vía hasta la rotonda Gutiérrez. Sin llegar hasta allí, hay que abandonar esa autopista para girar a la derecha una vez que se pasa el puente carretero sobre las vías ferroviarias a la altura de la estación Bosques, y 300 metros más adelante se gira a la derecha por la calle Luján hasta que se corta. Luego se sigue a la izquierda hasta la casa de Hudson.

La insurrección del Sur

Para los admiradores de Esteban Echeverría lo mejor es viajar hasta la estancia Los Talas (teléfono y fax 0323-30221), de 890 hectáreas, y destino turístico cargado de historia sobre el kilómetro 19 de la ruta provincial 47, que une las cercanías de Luján con Navarro.
El casco de Los Talas conserva la parte construida en 1824 y otra ala que fue agregada seis años después. Esta última es la que habitó Esteban Echeverría cuando se refugió allí, en 1839, para ponerse a resguardo de la persecución rosista.
La leyenda cuenta que en ese lugar hizo el manuscrito de La cautiva, pero Jorge M. Furt Biaus -desaparecido descendiente del primer propietario- dejó consignado que en Los Talas Echeverría sólo escribió La insurrección del Sud y algunos poemas. Otros indagadores sospechan que también allí él acunó las escasas páginas de El matadero. Cerca del primitivo casco, otra edificación erigida en 1860 incluye salas con verdaderas reliquias, además de la voluminosa Biblioteca Furt (de 35 mil ejemplares fichados) y los archivos documentales, entre los que se encuentra la correspondencia de Juan Bautista Alberdi (más de 7300 cartas), valioso tesoro que turna en el hospedaje a consultores de todo el planeta cultural.
Es posible alojarse -incluso en la habitación que usó Echeverría-, con cuatro comidas, por 100 pesos por día, o pasar un día de campo por 60. La anfitriona es Etelvina Furt, descendiente del primitivo dueño, que diseña un buen menú. Su esposo, Ricardo Rodríguez, experto bibliófilo, está a cargo del archivo bibliodocumental.

Seguimiento con sombra

Hay dos estancias que aceptan a turistas y a la vez tienen que ver con el conocido libro Don Segundo Sombra: una es La Porteña, de San Antonio de Areco, que aún hoy pertenece a la familia del autor, Ricardo Güiraldes; y la otra es Los Talas, de Dolores, erigida por Pedro Luro, atendida por descendientes de ese pionero que apostó al esplendor de Mar del Plata.
En La Porteña (0326-53770, con hospedaje), se conserva el cuarto de la planta alta del casco, donde se escribió gran parte de Don Segundo Sombra, y también existe el aljibe donde el consagrado autor arrojó, se asegura, los originales de otros trabajos, por los cuales había recibido duras críticas.
También está próximo un corral en el que el ya enfermo autor recibió el homenaje gaucho de trabajadores rurales de la zona, encabezados por el personaje de carne y hueso en el que se había inspirado para su más reputada obra.
El sol se ha echado para no ver, escribió el mismo Güiraldes, un día casi primaveral de 1921 cuando lo emocionó el crepúsculo viscoso de la llanura, sentado como estaba en un amplio sillón de mimbre, que aún se conserva.
Se había apoltronado en la terraza del casco de la estancia Los Talas, de Dolores, y escribía los borradores del capítulo Cangrejal de su obra mayor.
En Los Talas, Güiraldes -hospedado por Elena Bebé Sansinena de Elizalde, nieta de Pedro Luro, que cuatro años más tarde pasó a presidir la Asociación Amigos del Arte, solía pasar algunas temporadas, pero especialmente cuando volvía de los cangrejales de la bahía de Samborombón tras avistar otros crepúsculos e inspirarse para abastecer el capítulo surero de su libro.
Se pueden recorrer numerosos parajes cercanos a Buenos Aires que figuran en los libros de cronistas extranjeros que tomaron debida nota de los caminos y paradas.

Parajes del Norte

Vale la pena recorrer Capilla del Señor y San Antonio de Areco, después de leer El lazarillo de ciegos caminantes de Buenos Aires a Lima, que suscribió Concolocorvo, seudónimo de Calixto Bustamante Carlos Inca, escrito a fines del siglo XVIII, pero al parecer sobre la base de los informes de un mensajero llamado Alonso Carrió de la Vandera.
También para esos mismos parajes del camino norte, que coinciden en parte con la ruta nacional Nº 8, es de importancia leer Buenos Aires y el interior, del oficial Alejandro Gillespie, que arribó con las huestes invasoras de Beresford y debió marchar desterrado al interior. Otros viajeros, como William Mac Cann ( Viaje a caballo por las provincias argentinas ), o R. B. Cunninghame-Graham ( El Río de la Plata ), también dejaron sus testimonios sobre la zona.
Para quienes visitan lugares como Luján, y las cadenas de lagunas y poblaciones que en cierta forma une la ruta provincial 41 -Navarro, Lobos y Monte-, hay bibliografía en abundancia a partir del Diario de un reconocimiento de guardias y fortines..., de Félix de Azara, apuntes levantados a fines del muy trotado siglo XVIII.
Francisco N. Juárez

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por Redacción OHLALÁ!


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