El crecimiento del turismo de estancias es tan vigoroso como cierto: casi no se registraron bajas en el último año en el plantel de establecimientos que adhirieron a esta actividad paralela a la específica del campo, y en cambio hubo algunas incorporaciones, y sobre todo acicalamientos decididos por las que se consolidaron como predilectas en el mercado. El crecimiento también resulta mensurable tanto desde la oferta como desde la demanda, y es posible aun medirlo en el mejoramiento edilicio, por adecuación e incorporaciones de confort en los cascos.
Descanso de próceres
Grandes estancias que cuentan con casa de huéspedes habilitaron las suntuosas comodidades de sus cascos principales -ejemplos de San Pedro en Entre Ríos y La Candelaria, de Lobos- y hasta cedieron la cama del bisabuelo y disponen del sillón usado por un prócer.
Algunos construyeron especialmente sectores hoteleros, como sucedió en San Ceferino, en Open Door, o introdujeron ampliaciones, como las que están en ejecución en Santa Rita, de Carboni, situada entre Roque Pérez y Lobos.
La necesidad y la sistematización de base de datos que apoya lo informativo y sustenta la intermediación comercial -además de la aparición de guías- han fomentado la divulgación del fenómeno incorporado como rubro de importancia en los planes educativos formadores de licenciados en turismo.
También el crecimiento del rubro se deduce a partir de la atención que debieron prestarle las autoridades turísticas y gubernamentales. Un proyecto de ley en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires aguarda la sanción de normas que intentan regular la actividad, mientras que algunas casas de provincia instaladas en esta ciudad debieron alistar el rubro estanciero entre las ofertas turísticas con las que seducen para conocer sus respectivas lejanías.
El turismo de estancias también resulta una alternativa hotelera que satisface la falta de camas en lugares apartados de los territorios provinciales, como sucede en Santa Cruz, confín ineludible de la Patagonia, con estratégicos establecimientos que acogen a los viajeros en la inmensidad.
Con prismáticos para bird
Más allá de sus lógicas y habituales explotaciones agropecuarias, las estancias turísticas también lograron despertar el interés de los viajeros y visitantes por la fauna autóctona. Además consiguieron generar una natural adhesión a la actitud ecológica, ya que entre las actividades por desarrollar en estos especiales establecimientos de campo suele sugerirse la observación de pájaros (el birdwatching que se estimula entre los europeos y que en la provincia de Buenos Aires puede descubrirse en el hábitat propicio para doscientas especies), además del avistamiento de la fauna pampeana. Los estancieros de hoy quieren eliminar el deporte de la caza: los únicos safaris que se propician son los fotográficos.
Las cabalgatas son la principal actividad de grandes y chicos, los que desde el caballo no sólo admiran el paisaje tal cual lo avistaron el gaucho y el aborigen -horizonte transformado por los montes junto a los cascos, por los alambrados y otras mejoras-, y desde esa misma altura a que se obligaron los viajeros ingleses y las tropas de la Guerra de la Independencia, sino que pueden comprender desde el lomo de la semoviente comodidad, las etapas más sacrificadas de la construcción del país.
La estancia Santa Rita, uno de los tantos lugares donde la tranquilidad y el sosiego están garantizados
Foto: Ricardo Pristupluk
El paseo en carruajes, con los inconvenientes y barquinazos que provee el terreno irregular de los caminos no siempre emparejados, y la corta distancia por recorrer con insumos de tiempo considerables, propone un entretenimiento que en el campo, entre sonora algarabía, reconstruye minimizados los padecimientos de los viajeros de tiempos heroicos, tan necesitados de alcanzar poblaciones de apartadas regiones.
El turismo en estancias, si el lugar elegido está a la distancia ideal para alcanzarlo con cierta rapidez, pero lo suficientemente apartado como para que la gran urbe parezca inexistente, es seguro para el relax. También resulta apto para que lo goce la familia, ya que hay esparcimiento para todos, y es saludable: abunda el oxígeno, el verde reparador y la comida sencilla y casera.
La región elegida, y a veces la propia estancia, brinda una historia digna de ser contada y acopiada. No siempre se conoce el pueblo cercano, que puede constituir todo un descubrimiento, y a veces despierta curiosidad pertinaz, conduce a alguna bibliografía reveladora y gesta cierta pasión lectora.
A lomo de libros
Por algo hay estancias que han velado por conservar sus bibliotecas, que, en algunos casos, constituyen su tesoro mayor. Por ejemplo, Los Talas, un establecimiento histórico hallable entre Luján y Navarro, que mantiene la gran biblioteca y archivo documental Furst, además de conservar el lugar donde Esteban Echeverría se sustrajo de las persecuciones rosistas y donde escribió La cautiva.
Otra biblioteca apreciable realza la gran extensión sureña y las instalaciones imperdibles de Juan Gerónimo, la estancia cerca de Verónica y del Samborombón, que custodia los tesoros bibliográficos de la familia Muñiz Barreto.
Muchos de los libros de Rufino de Elizalde están en la que fue estancia de don Pedro Luro, aquel pionero de Mar del Plata. Es la Dos Talas, de Dolores, que conserva el primitivo casco pirineo de 1868 y luce sus viejos libros en el aledaño casco hotelero, de 1893.
En muchos casos, la biblioteca de la casa alcanza algunos títulos que reseñan el pasado regional. Si así no sucede, los turistas pueden buscar historias zonales en las librerías de viejo de la ciudad.
En casi todos los casos, los chicos son bienvenidos y tienen el considerado privilegio de descuentos apreciables en la tarifa, además de juegos de mesa para los días desapacibles y parque de juegos para exponerse al purificador aire libre. Como se sabe, los chicos gozan en el campo de la posibilidad de liberar el ingenio para divertirse con sus fantasías a campo abierto.
Les aceptan llegar con sus mountain bike y resulta la oportunidad ideal para remontar sus barriletes sin oposición a la vista, o tal vez poner en vuelo sus aviones comandados.
Hay estancias que permiten llegar con perros bien enseñados y algunas que ofrecen la posibilidad de una salida de pesca en sus propios arroyos y lagunas.
Otros sugieren un paseo tranqueras afuera en demanda de las lagunas turísticas: Navarro, Lobos, Monte y Chascomús, entre otras.
También conviene indagar sobre curiosidades cercanas para que los turistas que no pueden con tanta paz y necesitan ver museos, avistar desplazamientos deportivos (avionetas, lanchas, partidos de pato, golf, jineteadas) o cambiar de escenario apuren su cuota de alguna agitación, para continuar con el reconfortante sosiego.
Por Francisco N. Juárez
Propuestas en tropel
La jineateada es en la única fiesta gaucha de la actualidad rural donde se descubren los únicos vestigios espontáneos de la vida rural pampeana y alguna de sus tradiciones.
Un safari fotográfico que pretenda rescatar lo gauchesco por excelencia conviene dirigirlo hacia estos verdaderos festivales de doma, folklore, feria, asado e informal desfile de modelos de indumentaria gaucha -exclusivamente masculina- de todas las categorías y gustos.
El encuentro deportivo en sí mismo convoca a reputados jinetes, algunos pelilargos y severamente coquetos -bota e´potro, rebenque de lonja ancha, e inundación de colores en faja y vincha-, decididos a batirse sobre el lomo de tropillas especiales en las que corcovearán los profesionales y más aún los aficionados.
La fiesta es anunciada con pancartas atravesadas en los caminos rurales, con avisos comerciales en las FM zonales y por medio de volantes impresos en tamaño sábana, colgados en los boliches o paradores ruteros. En ellos se anuncia desde el precio de la entrada hasta la nómina de los tropilleros y protagonistas que suelen arrastrar motes -Pirincho Solís, alias Cometa; Marcelo Grifi, Come Gauchos; Carlitos Parisi, Rata Atómica- finalmente vociferados por los animadores de la fiesta, verseadores entrenados en la improvisación para recreación de estas lides: son, en cierta forma, herederos de los payadores de antaño.
Pilchas y guitarreadas
La oportunidad resulta propicia para la exhibición pilchera, ya que la concurrencia regional es el último resabio del machismo pampeano: sólo los hombres se visten al estilo gaucho, mientras que las mujeres lucen ropa de actualidad. Claro que se trata de un machismo sui géneris, basado en coquetería y lucimiento, que si bien no recurre al chiripá, alista anchas bombachas negras, botas pitucas de potro y hasta de pecarí, pesadas rastras, labrados facones, chalecos, pañuelos de seda y todo tipo de chambergos, sombreros sureros o de copa corazón e´potro.
Las domas convocan inevitables ferias de artículos de campo y cantinas que despachan vino, chorizo y asado. Suelen sortearse desde automóviles hasta buenos potros.
Algunas jineteadas ofrecen, con el precio de la entrada, un almuerzo animado por un conjunto guitarrero y hasta de una verdadera bailanta. La doma establece series con recado completo, de monta con grupa o con basto y encimera. Hay corrales para las tropillas, gran cercado del campo y hasta tres palenques para largar a las bestias en seguidilla para que la emoción no decaiga.
Expertos tropilleros asisten a los jinetes luego que el potro es despojado del vendaje de los ojos y los palenqueros lo desatan de su amarre, una vez que el árbitro dio la orden de estar listo para la doma para atenazar la monta con las piernas apenas el animal queda en dos patas mientras el rebenque dibuja el firulete previo al primer, impiadoso lonjazo.
Las próximas jineteadas sureñas:
La de la Agrupación Gaucha Los Puesteros de Glew.
- El 7 de junio (trasladable al 21 en caso de lluvia), en Glew, con buenas caballadas y monta con grupa y con bastos.
- El domingo 5 de julio desde las 10, en Glew, calle Calderón al fondo, terminal del colectivo 506. Entradas 6 pesos con numeración para el sorteo de un automóvil. En caso de lluvia se suspende para el 19 de julio. Tres montas con recado completo y montas con la grupa para aficionados y con basto y encimera. Animadores: Carlos Poullión, M. Pérez y Amador Peralta. El almuerzo criollo, con Los Cantores Sureros.