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Eterna Moscú: corazón de Rusia, inspiración de grandes obras

Un amplio recorrido por los mejores textos y películas basados en la gran capital, desde Anton Chejov hasta... Arnold Schwarzenegger




Manuel H. Castrillón
"Una vez que haya tomado Moscú, heriré a Rusia en el corazón." Eso pensaba Napoleón Bonaparte, y marchó en 1812 con su Grande Armée a conquistar el casi infinito imperio de los zares. Pero fracasó. En lo que no se equivocaba era en que esta urbe es el corazón del país. Si la cabeza era San Petersburgo, Moscú era el alma. Aun hoy sigue reflejando el espíritu y es, además, la capital del Estado.
El primer registro que se tiene de la ciudad es de 1147. Se trata de una invitación que recibió el príncipe Sviatoslav para encontrarse allí con su par Yuri Dolgoruki (o Yuri el del Brazo Largo). Desde allí, son 1000 años en que cronistas, viajeros y escritores han plasmado su geografía y sus historias en las hojas escritas. Con la llegada del cine, también el celuloide ha servido para que la fama de la ciudad cruce las fronteras.
En la actualidad, aunque veamos locales de McDonald’s, carteles de smartphones en las avenidas y Mercedes-Benz recorriendo sus calles, Moscú sigue siendo rusa hasta el tuétano. Al recorrer Kitai Gorod, visitar un monasterio o perderse en una ulitsa (calle) estrecha, se pensará que entramos en un libro de Tolstoi o de Pasternak. "Cualquier ruso que mira a Moscú siente que ella es su madre", está escrito en La guerra y la paz.
Moscú y Rusia son sinónimos de la Plaza Roja y del Kremlin, fortaleza esta última donde se encuentra la sede del gobierno federal. En la Plaza Roja, la Basílica de San Basilio, con sus cúpulas acebolladas. Del otro extremo de ese hermoso espacio sin un árbol, el mausoleo donde se encuentra el cuerpo embalsamado de Lenin, que hoy todavía atrae al turismo.
San Basilio fue descripta por el escritor francés nacido en Moscú Henri Troyat (1911-2007) en su novela La vida cotidiana en Rusia en tiempo del último zar como "un alud de juguetes, caídos del cielo a la tierra, y que quedaron allí, en desorden, brillando con todos los colores de la infancia".
En infinidad de películas, desde Infierno rojo, con el ladrillo de Arnold Schwarzenegger, como Conspiración Echelon y La Casa Rusia, con Sean Connery y Michelle Pfeiffer, tendremos varias escenas filmadas en la Plaza Roja. No se preocupen, hoy no hay ninguna restricción para sacar fotos como en la era del comunismo. Y no podemos olvidarnos de la ganadora del premio Oscar Moscú no cree en lágrimas, que muestra una ciudad que generalmente no es visitada por los turistas.

Tesoros del Kremlin

El marqués Astolphe de Custine (1790-1857; al que vemos como presentador en la película El arca rusa), un viajero francés que recorrió varias ciudades del Imperio en 1839, aseguraba en su crónica publicada un tiempo después que "el Kremlin sólo ya vale una visita a Moscú… ¿Cómo voy a describir sus murallas? La palabra muralla da una idea demasiada ordinaria. Los muros del Kremlin son una cadena de montañas… El Kremlin es el Monte Blanco de las fortalezas".
Luego, refiriéndose a las riquezas que se encuentran en la Armería, en el Fondo de Diamantes del Kremlin, Custine dice que "los tesoros que hay en su interior son el orgullo de Rusia, es una historia en piedras preciosas". El noble luego queda embelesado por la Catedral de la Asunción, donde "el iconostasio es magníficamente pintado y dorado desde el piso hasta el techo. El iconostasio es una separación, o panel, levantado en las iglesias griegas –ortodoxas quiso decir el autor– entre el altar y la nave donde se congregan los fieles".
En la Catedral de la Asunción tenemos el exquisito trono de Monómaco, hecho para el zar Iván IV el Terrible.
Si salimos del templo de la Asunción, que está en la llamada plaza de las catedrales, podemos cruzar hasta la de San Miguel Arcángel, donde están las tumbas de varios grandes príncipes y zares, como Iván el Terrible y el primero de la dinastía Romanov, Miguel.
Y debemos subir al alto campanario llamado Iván el Grande, de 81 metros, que en el 1600 era el edificio más alto de la Capital. Uno de los más grandes poetas rusos, Mijail Lermontov (1814–1841), escribió que "el que nunca ha escalado a la parte superior de Iván el Grande, que nunca ha tenido la oportunidad de disfrutar de la totalidad de la antigua capital en un vistazo de extremo a extremo, que nunca ha admirado ese majestuoso panorama, que se extiende casi más allá de lo que alcanza la visión, no sabe absolutamente nada sobre Moscú".

Una feria es una feria

Destruida por el comunismo y vuelta a construir exactamente igual hace dos décadas, la catedral principal de la iglesia ortodoxa en Moscú es la de Cristo Salvador. Es imponente, por fuera y por dentro.
Si quieren verla en una película, la pueden encontrar en la comedia Llévame a la Luna, donde también se ve el mercado de pulgas de Izmaylovo. Recuerden, en comercios en puestos callejeros, regatear es de rigor.
Una feria es una feria, como la de mascotas que describió Anton Chejov (1860-1904) en su relato corto de 1883, En Moscú en la plaza Trubnoy. "Una plaza pequeña cerca del Monasterio de la Natividad, que llaman Trubnoy o simplemente Truboy, los domingos hay en ésta comercio… Truboy, ese pequeño pedazo de Moscú, donde quieren a los animales con tanta ternura, y donde tanto los torturan, vive su vida pequeña, se alborota e inquieta, y esas personas diligentes, que pasan de largo por el boulevard, no entienden para qué se reunió esa multitud de personas, esa mezcla abigarrada de gorros, casquetes y cilindros, de qué hablan ahí, con qué comercian."
Volvamos a la Catedral de Cristo Salvador. Frente a ella se erige el Museo Pushkin de Bellas Artes. ¿Qué podemos ver aquí? Obras de Botticelli, Renoir, Cézanne, Monet y otros. En el área de objetos históricos, nada menos que el tesoro de Troya, descubierto por el arqueólogo Heinrich Schliemann.
Si bajamos a la boca del metro que se encuentra allí, a una sola estación, estaremos en Park Kultury. Desde aquí, una pequeña caminata y llegaremos al Museo Tolstoi. En esta casona pasó los inviernos Lev Tolstoi (1828-1910) entre 1882 y 1901. El edificio está como en aquella época y entre estas paredes escribió su obra Resurrección.
Los tiempos han cambiado. ¿A quién se le podría haber ocurrido pensar hace un par de décadas que en una película de Hollywood, El Santo (1997), con Val Kilmer, se podría filmar frente al terrorífico edificio de la KGB de la Lubyanka?

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por Redacción OHLALÁ!

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