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Exclusivo para los más lunáticos

No hace falta ser astronauta para llegar a la Luna; el valle sanjuanino recrea en sus siluetas una atmósfera espacial




SAN JUAN.- Es difícil imaginar que el Valle de la Luna haya sido algo semejante a los esteros del Iberá. Pero en el reino de la naturaleza, donde nunca parece que se ha dicho la última palabra, aquella antigua comarca, de 250 kilómetros cuadrados fecundada por un ancho lago y pantanos, fue hace l80 millones de años el hábitat de una fauna compuesta de grandes reptiles y dinosaurios. Hoy es un territorio estéril de extraño paisaje, poblado por figuras graníticas y colores que podrían llenar la paleta de un pintor. El Valle de la Luna a 330 kilómetros de la capital de San Juan, fue descubierto en l940 por el doctor Joaquín Frenguello, de la Universidad de La Plata y, hoy por hoy, es uno de los desiertos más visitados de la Argentina no sólo por los hallazgos paleontológicos, sino por el atractivo de sus figuras casi lunáticas.
En el l958, un grupo de científicos, encabezados por el doctor Alfred Romer (por entonces director de la Universidad de Harvard), descubrió, en poco menos de tres meses de exploraciones, más de l00 fósiles terápsidos, similares a los hallados en el desierto africano de Karoo.
Los troncos petrificados de antiquísimas araucarias y las impresiones de helechos son una muestra evidente de la intensa fauna que pobló el valle en la era mesozoica del período triásico.

Buceando en el tiempo

La secuencia de sedimentos del Valle de la Luna es única. Es que, en el accidentado camino de la evolución de la naturaleza, Ischigualasto preservó el registro de vida de una época absolutamente crítica en la evolución de la vida terrestre.
La hondonada que ocupa el Valle de la Luna linda hacia el Norte con las altas Barrancas Coloradas y, al Sudeste, con las sierras del Valle Fértil.
Según estimaciones científicas, parece ser que los indios huarpes, fueron los únicos que pueden haber conocido el lugar. Sus asentamientos (cuyo jefe era el cacique Ischigualasto) fueron los más próximos al -por entonces- inaccesible Valle de la Luna. Entre los espectáculos posibles de disfrutar en una recorrida se descubre que la bentonita gris, casi blanca, bombardeada por los aguaceros de antaño, da ese efecto semejante al suelo de la Luna.
El circuito que se puede visitar en esa inmensidad, donde el silencio es una constante de la soledad, alcanza más o menos a unos 40 kilómetros.
En ese recorrido se pasa por el sitio llamado El Morado, de intenso color azul, y se ven las figuras del El Hongo, El Subamarino, La Paloma, El Elefante Acostado, etc.
Es el mismo territorio que habitan zorros, vizcachas, ñandúes, pumas y el infaltable cóndor andino.
Durante millones de años, las bestias y las plantas que allí vivían crecieron y murieron formando sucesivas capas de fósiles que hoy salen a la luz en las excavaciones.
Una de las curiosidades de Ischigualasto es que aquí aparecieron las primeras plantas con semillas y los reptiles evolucionaron hasta convertirse en mamíferos.
Apenas ayer (hace 170 millones de años), el piso se sacudió y surgió hacia el Oeste la cordillera de los Andes.
Hoy, el Valle de la Luna es un territorio de sombría belleza. Una de sus principales figuras, que recorrió el mundo hecha postal (La Lámpara de Aladino), cayó desplomada por la erosión, como irremediablemente sucederá con las otras figuras moldeadas por el tiempo.

Datos útiles

Cómo llegar

  • El pasaje aéreo hasta la capital de San Juan cuesta alrededor de 100 pesos. Vuelan a esa provincia, Aerolíneas Argentinas, Dinar y LAPA. Desde la capital sanjuanina se llega al Valle de la Luna viajando por las rutas 40, 141 y 150.

Alojamiento

La localidad más apropiada para alojarse es San Agustín del Valle Fértil a 80 kilómetros del parque provincial. La habitación doble promedia los 80 pesos con media pensión. En la entrada del parque hay un establecimiento que ofrece comidas, bebidas, sándwiches y minutas.

Más información

Casa de la Provincia de San Juan (Sarmiento l251). Comunicarse por el 4382-9241.
Carlos Manuel Couto

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por Redacción OHLALÁ!

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