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Familia y política




 Publicado por Silvia.
El sábado pasado vinieron a almorzar los padres de Silvio. Ya estamos bastante asentados y de ambos lados familiares había cierta presión para que invitáramos, así que sucedió. Mis padres vendrán próximamente.
Ese día nos levantamos temprano y fuimos a comprar cosas para una mega picada, cervezas, bebidas y unas cosas dulces que pensábamos usar para postre/café (creo fervientemente que la división entre una cosa y la otra es algo que uno pone en práctica después de los treintaypico). Después, yo tuve que hacer un orden aceleradísimo del living, que obviamente se convirtió en un desorden del cuarto.
A la 1.28 llegaron los padres de Silvio, que de tan puntuales que son, resultan impuntuales (estaban invitados a la 1.30).
Mi suegra me cae muy bien, es simpática y tiene buenas intenciones. Cuando llegaron, vi que ella estaba muy cargada. Traía dos bolsas como si fueran de zapatos (grandes y rígidas). Apenas cruzaron la puerta, ella se abalanzó sobre la mesada desesperadamente para apoyar todo su cargamento. No se me ocurría qué podía tener en esas bolsas, hasta que de repente empezó a sacar de ahí tuppers, uno atrás de otro, como si fuera la cartera de Mary Poppins en las manos de una cocinera compulsiva. En la otra bolsa traía tres bebidas.
La madre de Silvio había traído "un par de cositas" que perfectamente se podían convertir en la materia prima de un almuerzo o de los almuerzos de toda una semana. Cuando miró la mesa, llena de platos y platitos de una picada, humildemente, maestra (tenía desde fiambres hasta tortilla pasando por verduritas, salsitas, quesitos y todo los diminutivos del mundo de las picadas), se reconfortó: "ah, genial, tenemos la picada y algo caliente" (en referencia a lo que ella había traído, unas milanesas de berenjena, una tarta, y otras de sus "cositas").
Me sorprendí a mí misma por mi reacción, pero la verdad me molestó. O sea: ¿qué habían entendido por "los invitamos a almorzar"? Silvio me decía, a la tarde: mejor, no te enrosques, nos sobra para la noche, les quedó la costumbre de cuando venían a mi casa de soltero y ese tipo de comentarios.
Hubiéramos dormido una hora más como mínimo y nos hubiéramos ahorrado la cola del supermercado, además de una mañana a las corridas.
Durante varios minutos, estuve malhumorada hasta que naturalmente empecé a conectar más con la situación. Pero después, escuchando la visión positiva de Silvio y hablando con una amiga, me hice la siguiente pregunta: ¿debería sentirme "invadida", "menospreciada como adulta que puede ofrecer un almuerzo", "amenazada" o debería agradecer al cielo y todos los ángeles por tener una suegra tan colaboradora?

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