
Bueno, igual, a veces, también está bueno ser amigas-socias.
Está buenísimo saber que un día que dormiste 3 horas porque tu hijo de cuatro meses lloró sin parar desde las cinco hasta las nueve, lo que indefectiblemente llevó a que terminaras peleadísima con tu marido y retando a los otros dos apenas se despertaron vaya uno a saber por qué, ese día, llegar al consultorio que comparten hace años, abrir la puerta y no necesitar decir una palabra para sentirte comprendida.
Tomarte un café balde con dos alfajores de dulce de leche, ojear apenas la agenda del día.
Y escuchar un "yo tengo mucho menos que vos, Catu, te doy una mano y te vas temprano".
Esas veces, está buenísimo
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