Por Julio Céliz
Especial para lanacion.com
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El desfile de gauchos con todas las letras, luciendo sus ponchos, rastras, pañuelos al cuello y botas de cuero, es incesante. Algo poco creíble en cualquier barrio porteño, menos en Mataderos.
Es que cada domingo y feriado, la Feria de Mataderos convoca a estos hombres de a caballo y a cientos de artesanos que despliegan sus productos, música y habilidades en ese pintoresco mercado a cielo abierto.
La propuesta es amplia: desde artesanías tan variadas como la geografía de nuestro país y shows de música folklórica en vivo hasta jineteadas y corridas de sortijas.
Declarada de interés nacional por la Subsecretaría de Cultura de la Nación, nada de lo auténticamente nacional falta en la Feria de las Artesanías y Tradiciones Populares Argentinas, que nació en 1986 para difundir lo nuestro y depende del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
Desde entonces y cada vez con más fuerza, el barrio se transforma ese día de la semana. La primera señal, si no se llega temprano por la mañana, es la imposibilidad de estacionar a menos de 150 metros de los puestos. Pero vale la pena.
De unos pocos a 450 locales
Sara Vinocur es la creadora y coordinadora de la feria. Una visionaria que desembarcó con este proyecto cuando en esa zona sólo había unos pocos locales.
"Tenemos un promedio de 450 puestos con artesanías de todo el país. Pero también hay productos de Bolivia, Perú, Paraguay. Cuchi Leguizamón inauguró nuestro escenario (Antonio Tormo), donde además Soledad hizo pie por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires.
"Además, todos los domingos organizamos homenajes, talleres gratuitos y exposiciones, y celebramos fiestas regionales y nacionales, como la del 25 de Mayo, nuestro máximo encuentro."
La fiesta de la Pachamama, el Día Internacional del Folklore, el Carnaval Salteño, el Carnaval de NOA y de Oruro (Bolivia), la elección de la Flor del Pago y el Día de la Tradición le dan al lugar un tono de celebración permanente.
Un entorno singular
Todo transcurre junto al viejo Mercado Nacional de Hacienda (1890), en el cruce de la Avenida de los Corrales y Lisandro de la Torre.
Un edificio muy pintoresco, de paredes rosa pálido, declarado monumento histórico, con una torre central, un reloj de estilo inglés, un mirador y una recova, de las pocas que quedan en la ciudad.
En la misma construcción funciona el Museo Criollo de los Corrales, que amerita una visita.
Los stands se distribuyen junto a la recova, en unas dos cuadras, y en su mayoría son atendidos por sus propios dueños. Es el caso de Marcelo Margolis y su esposa, Silvina, con presencia en el lugar desde hace nueve años, a puro carpincho.
"Aquí viene gente de campo que nos pide piezas a medida, desde chalecos, camperas y cinturones hasta aperos para el caballo. Y los turistas, claro, que quedan fascinados con la feria", explica Marcelo, que empezó a trabajar con cueros hace 25 años. "Hace mucho me ganaba la vida con camperas negras, tipo rock duro. Pero hace mucho me pasé a lo campestre", agrega sonriente.
La gran afluencia de gente (alrededor de 15.000 personas por domingo) por momentos complica el paseo entre los puestos.
Pero vale la pena armarse de paciencia, porque hay para todos los gustos: ponchos de lana de oveja, hilados de Catamarca, a mano y con diseños tradicionales; suéteres y bufandas de llama.
Para los que piensan en la casa, floreros, jarros, cacerolas y cacharros de todo tipo en barro. Los wichis, entre otros grupos originarios, tienen su puesto lleno de piezas talladas en palo santo. Para los músicos, hay guitarras y bombos de Santiago del Estero, construidos en ceibo y aros de quebracho blanco.
No faltan, claro, las típicas bombachas de campo, la platería y los discos de arado, tan usados ahora como plancha para la cocina. Eso sí, aquí no se ven productos industrializados ni revendedores, sino artesanos auténticos, que echan mano a sus productos.
Sabores propios
Las parrillas apoyadas en el piso, con su arsenal de carnes y achuras humeantes, llaman la atención de los extranjeros, que piden una y otra vez la foto del asador, cuchillo en mano. Hay varios locales de comida al paso y funcionan a destajo, al compás de choripanes, sándwiches de vacío y otros cortes.
Los que prefieren un alto más distendido deben pensar en algunos de los restaurantes ubicados debajo de la recova, muy lejos del servicio premium, pero con grandes valores. Las mesas son simples, la mayoría con sillas de plástico y sin mantel. Pero nadie se queja, porque todo hace al folklore del lugar. "Me encanta así, no esperaba otra cosa. Bien autóctono, con mucha tradición", dice Patricia Ongaro, turista colombiana entusiasmada con el asado que le acaban de servir.
Sin embargo, la propuesta gastronómica es más que carne y achuras a la parrilla; hay empanadas salteñas, locro, humita en chala y quesillos con cayote o nueces, uno de los postres más elegidos.
Una zamba y van...
La programación artística, de las 13 al cierre, incluye grupos folklóricos en vivo, artistas que buscan su lugar en la escena nacional y consagrados como Víctor Heredia, Antonio Tormo, Eduardo Falú, Ramona Galarza y Chango Spasiuk, entre muchos otros. La cita es en la plaza seca, junto al Monumento al Resero, ícono del lugar.
Eso sí, apenas comienzan los acordes, surge el baile espontáneo entre los visitantes que se le animan a chacareras y zambas, mientras las palmas se enrojecen y los pañuelos no paran de surcar el aire.
A las 14.30 y por unas dos horas y media, buena parte de la atención se dirige a un extremo del paseo. Es el turno de las carreras de sortijas (también hay domas y jineteadas), a cargo de cinco agrupaciones tradicionalistas.
La prueba se realiza en los adoquines de la Avenida de los Corrales, en un tramo de poco más de 100 metros, donde antes se arroja arena para evitar accidentes.
De a uno o de a dos, los gauchos cabalgan derecho y a todo tranco hacia el arco, parados en los estribos y con el brazo en alto para enganchar la sortija con el puntero. Entonces sí, el campo, con todo su atractivo, se adueña definitivamente de este rincón porteño.
De compras
Adornos, floreros, pavas, jarros y cacerolas en barro, de $ 3 a $ 180. En carpincho, gorra ($120), chaleco ($450), cinturón ($55), dependiendo de las medidas. Los anillos de alpaca enchapados en plata, desde $10. Alpargatas de cuero, $50. Los sombreros de algodón, $90; de cuero, más de $200. Bombos construidos en ceibo, con aros de quebracho blanco, $330. Ponchos norteños, desde $500, suéteres, $160, y bufandas de lana, desde $100.
Al paso y al plato
En los locales al paso, pasteles, $2; empanadas salteñas, $3,50; choripán, $7. Los restaurantes de la recova ofrecen un plato de locro, $12; humita en chala, $12; empanadas, $3,75; de postre, quesillos con cayote o con nueces, $10; panqueques de dulce de leche, $5.
Estrenan trabajos
A todas luces, el ex edificio del Mercado Nacional de Hacienda necesita una restauración profunda. El gobierno porteño tiene un proyecto integral de puesta en valor de este inmueble, muy esperado por vecinos y puesteros, que ya dio sus primeros pasos. A fines del mes pasado se inauguraron las obras de mejoras en la plaza y alrededores, hoy con nuevos asfaltos, iluminación, bancos y parquización, entre otros trabajos.
Por el Bicentenario
Como festejo por los 200 años de la Patria, la feria recibirá este año 2010 a muchos artistas de renombre: Antonio Tarragó Ros, Coqui Sosa, Las Voces Blancas y Peteco Carabajal, entre muchos otros. También se realizarán exposiciones, conferencias, un mural en los paredones del Mercado Nacional de Hacienda y un video sobre la historia del mercado.
Datos útiles
Dónde: Avenida de los Corrales y Lisandro de la Torre, Mataderos.
Horario: de 11 a 20, en invierno.
Entrada: gratuita.
Informes, por el 4342-9629 o 4323-9400 (interno 2830), de lunes a viernes; domingos, 4687-5602.