Publicado por Silvio
Después de las consideraciones que Silvia expuso ayer (doy fe respecto a casi todo lo que escribió, por cierto), contaré mi parte de la historia.
Entiendo que no sea fácil regalarme cosas, y me doy cuenta de eso. Por ejemplo, cuando empecé a jugar tenis hace algunos años, todos aprovecharon y me regalaron cosas vinculadas a ese mundo (zapatillas, raqueta, bolso, vincha y hasta muñequeras). Imagínense la vergüenza de ser el idiota que peor juega de todas las canchas alrededor y encima estar disfrazado de Rafa Nadal. Más que Rafa, daba más Emilio Disi en Tenis por la Vida (otra vez me salió el viejazo ochentoso).
El tema no es que no quiera dar pistas de lo quiero. O no sólo eso. Además, realmente no se me ocurre mucho. No soy de desear muchos objetos, y realmente cuando estoy caliente con algo, voy y me lo compro. Pero no me van a negar que el momento de recibir una bolsa y no saber lo que hay adentro no es maravilloso, tengas 8 años o estés por cumplir 34.
Y, por otro lado, yo también lucho bastante por hacerle un regalo especial a Silvia. Creo que la vez que más me esmeré fue cuando cumplimos 1 año de novios que, otra vez como sorpresa y sin que ella supiera nada, arreglé para que fuéramos a remar al Tigre (siempre habíamos querido pero no lo habíamos hecho) y luego pasar 2 noches en un recreo bastante romántico en una isla.
Como última reflexión, hay un efecto claro que tiene el noviazgo y más la convivencia en el cumpleaños, y es el tema del festejo. Ya siendo mi tercer cumpleaños desde que salgo con Silvia, todavía me resisto a aceptar su propuesta de festejar invitando gente a comer a casa de manera formal, aunque cada vez me avejento más y hago planes más temprano, con más comida y menos borrachos, con más niños (hijos de amigos, sobrinos) y menos excesos. Quizás rompo la tendencia y la semana que viene cito a todos en un boliche. ¿Se le sigue diciendo boliche?