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Fin de la convivencia





Está decididísimo: el único ser vivo que dejo ingresar a casa a vivir conmigo en el futuro es de origen vegetal o humano (masculino). Nada de mascotas para mí. ¡Que esclavitud! Me la pasé organizando programas alrededor de la bendita perra, llevándola conmigo donde sea (para que no extrañe) y andando con sus piedritas en mi cartera por si le agarraba hambre.
Durante la noche durmió en su cucha hasta que llorisqueó tanto que la subí a la cama conmigo con tal de no escucharla. Tengo que admitir que cuando la ves hecha una bolita peluda te la querés comer, eso sí. Por lo demás, al menos tres veces pisé un charquito tibiecito en medias y levanté varios regalitos del piso. Y pensar que esta perrita pesa lo que un peceto, no quiero pensar en la gente que tiene gran daneses.
La cachorra estableció una relación muy cercana con una de mis pantuflas, tanto que casi la dejo partir con ella. Descubrí que era mejor ceder con eso a que se ensañe con la pata del sillón que ya parecía atacada por un castor. Mara pasó esta mañana a llevársela y con un largo lengüetazo en mi oreja nos despedimos. Realmente no estoy hecha para esto, lo próximo es novio o bebé. Lo de las mascotas se lo dejo a Raúl Portal.

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por Redacción OHLALÁ!


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