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Flora Tristán, una mujer de ley

Abuela de Paul Gauguin y feminista declarada, llamó la atención de Marx y Engels




Escribió el pintor Paul Gauguin: "Mi abuela era una persona extraña y rebelde. Su nombre era Flora Tristán, y de ella dijo Proudhon que tenía gran talento y genio. Estaba conectada con toda clase de asuntos de tipo socialista. Los agradecidos obreros le erigieron un monumento en el cementerio de Burdeos, y se le atribuye la fundación de la Federación de Trabajadores". Y es curioso percatarse que su francesa abuela pergeñó un texto de título inquietante en tierras donde Gauguin nació. Peregrinaciones de una paria fue el título de ese volumen; Perú, el lugar de alumbramiento.
No es menor la cita sobre este curioso personaje del siglo XIX. Aunque no hubiese tenido vínculo con el famoso artista -ella falleció en 1844, cuatro años antes de que él naciera-, sería por lo menos injusto no referirla como uno de los grandes personajes de su época.
Hablar de Flora Tristán es invocar nombres como los de Karl Marx, Simón Bolívar, Mary Shelley y Manuel Belgrano, por citar algunos, en una dinámica retorta donde se entrecruzan la filosofía y el feminismo, las luchas de la emancipación americana con las de la justicia social europea.
Incluso puede sumarse a André Breton, el intransigente patriarca del surrealismo, que a mediados del siglo XX editó muchas de sus cartas. La novelesca vida de Flora Celestina Teresa Enriqueta Tristán comenzó un 7 de abril de 1803 en París, fruto del amor de una joven francesa de cultura e ideas republicanas, y el militar español nacido en Perú, Mariano Tristán y Moscoso, que murió cuando ella era una nena. Sin embargo, aunque esta unión era un matrimonio santo para la Iglesia, carecía de legalidad para las leyes sucesorias patrimoniales.

Destino: Arequipa

Tres décadas después, sus parientes paternos, afincados en la colonial ciudad peruana de Arequipa, supieron acogerla como una igual, pero no participarle de la fortuna familiar. En pos de sus pedidos como heredera, llegó a solicitar la intermediación de un viejo amigo de su padre, Bolívar, del queaños más tarde publicaría una selección y traducción al francés de sus cartas.
Era cabeza visible del clan el virrey, a la sazón hermano de Mariano, Juan Pío Tristán y Moscoso, último en ocupar aquel cargo en Perú. Aunque en el trance de resguardar dineros era hombre habilidoso, esquivaba esa calificación en las artes bélicas, lo que puede inferirse de su actuación como comandante de las tropas realistas en las batallas de Tucumán y Salta, únicas victorias militares de Belgrano.
Fue en esas instancias que Flora comenzó a concebir aquel volumen, publicado en París hacia 1838 y polémico éxito literario en Francia. El texto, mitad diario, mitad descripción sociológica, presenta gentes y costumbres de Arequipa, Islay y Lima durante el año y medio que estuvo en tierra inca.
La sociedad peruana de la época no reaccionó de buen grado ante párrafos como el siguiente, donde, después de calificar como "aficionados a la buena mesa" a los habitantes de la ciudad de Arequipa -pese a que, juzga, allí "el arte culinario está en la barbarie" y "nada es bueno"-, explica: "A las tres se sirve una olla podrida (o puchero, como también se la suele llamar), que se compone de una mezcla confusa de diversos elementos: carne de vaca, tocino y carnero hervidos con arroz, siete u ocho especies de legumbres y todas las frutas que les caen a la mano como manzanas, peras, duraznos, ciruelas, uvas, etc. Un concierto de voces falsas o de instrumentos discordantes no capaces de sublevar a tal punto la vista, el olfato y el gusto como sí lo logra esta bárbara amalgama".

La proletaria del proletario

Ese viaje sirvió como disparador de una producción literaria que fundamentalmente abreva en la denuncia social, en escritos a favor del divorcio -vivió joven una tumultuosa separación-, y textos en el que anuncia una teoría perturbadora: "El hombre oprimido puede oprimir a otro ser, que es su mujer. Ella es la proletaria del mismo proletario", un enunciado que la sitúa como la primera feminista que vincula las reivindicaciones de su sexo con las de todos los postergados por la sociedad. Su pluma encendida llegó hasta oídos de Marx y Engels, que la citan en La sagrada familia. Una pluma tampoco nada escasa en sutileza. "Los habitantes tienen la manía, además, de creerse siempre enfermos. Es el pretexto dado para sus viajes perpetuos. La actividad de su imaginación, unida a la falta de instrucción, explica ese furor del movimiento", dirá sobre los arequipeños, para enunciar una interesante síntesis sobre la experiencia viajera: "Sólo cambiando de lugar pueden alimentar su pensamiento, tener nuevas ideas y experimentar otras emociones".
Luis Ini

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por Redacción OHLALÁ!

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