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Francia en seis capítulos

Un recorrido por sitios vinculados con algunas de las obras y los personajes más conocidos de la literatura francesa




Hay viajes de novela y novelas que inspiran viajes. En Francia no faltan sitios para encontrarse con personajes y héroes de papel, lugares que invitan a pasar por un tiempo de la ficción a la realidad y de la realidad a la ficción. En estas páginas, seis capítulos posibles para la gran aventura.

El castillo de Barba Azul

Erase una vez un hombre que tenía la barba azul... Así comienza un cuento de Charles Perrault conocido en el mundo entero. Sin embargo, no es tan conocido el personaje que inspiró el cuento, un compañero de armas de Juana de Arco que en el siglo XVI libró batallas con la doncella de Orléans para expulsar a los ingleses de Francia. Su nombre verdadero era Gilles de Rais, y su castillo -hoy semiderruido- se puede visitar en la localidad de Tiffauges, al sur de Nantes.
Gilles, un brillante militar que secundó a Juana de Arco en sus batallas, fue a la vez un señor cruel y sanguinario en sus tierras, sin escrúpulos para matar y torturar, hasta tal punto que fue condenado por brujería y el crimen de una treintena de niños. Una suerte de primer asesino en serie de la historia francesa. Su castillo ofrece actualmente una auténtica clase de historia a cielo abierto, con una exposición de máquinas de guerra medievales, un espectáculo de luz y sonidos, talleres para chicos y películas en 3D.
No se sabe cuál es la famosa torre donde la joven Ana, en el cuento, espera la ayuda de los hermanos de la desdichada esposa que Barba Azul se prepara para matar. Pero lo cierto es que Tiffauges dio origen a otro monstruo de papel, Abel Tiffauges, el moderno ogro protagonista de la novela El Rey de los Alisos, de Michel Tournier.

En casa de Emma Bovary

En las mejores novelas, la ficción y la realidad tienen fronteras muy tenues, hasta tal punto que los lugares ficticios parecen a veces más reales que los verdaderos. Tal vez por eso pocos saben de la existencia de Ry, pueblito normando de apenas 600 habitantes, mientras muchos conocen en todo el mundo Yonville l´Abbaye, donde vivían Emma y Charles Bovary, los inolvidables personajes de Flaubert.
Yonville, en una región que el escritor conocía bien por ser oriundo de Rouen, fue inspirado por Ry: el pueblo supo aprovechar la fama y ofrece hoy un museo de autómatas en una mansión normanda del siglo XVIII. Unos 300 personajes recrean escenas de la novela y fue reconstituida incluso una farmacia de 1850, igual a la que podía tener Homais, uno de los personajes centrales de Madame Bovary. En Rouen, a poca distancia de Ry, los fanáticos de la novela pueden visitar el Museo Flaubert. Se trata de la casa natal del novelista, pero curiosamente está dedicado a la historia de la medicina (la profesión de su padre).

En busca del pueblo perdido

Marcel Proust tiene, más que lectores, auténticos devotos de su obra. Para todos, Combray -el escenario de los años infantiles del narrador de En busca del tiempo perdido- es un lugar tan familiar que no puede ser sólo ficticio. Por eso peregrinan a Illiers, pueblo perdido en la Beauce, la llanura agrícola al sur de París, que adoptó su nueva identidad en 1971, para el centenario del nacimiento de Proust.
Unica ciudad francesa bautizada gracias a la literatura, en Illiers-Combray se visitan, sobre todo, dos lugares proustianos: el primero es la casa de la tía Léonie, que perteneció a Jules y Elisabeth Amiot, tíos paternos del futuro escritor. Allí pasó Proust sus vacaciones entre los 6 y 9 años, y allí situó en la novela el célebre episodio de la evocación sensorial a partir de una taza de té. Junto con la casa-museo, después de la magdalena ritual que también ofrecen las panaderías del pueblo, hay que visitar el Pré Catelan, un jardín a pocas cuadras que había sido creado por Jules Amiot y se transformó, por obra y gracia de la pluma proustiana, en el parque de Tansonville de En busca del tiempo perdido.

Bergerac y Auch: en garde!

Clásicos entre los clásicos, los mosqueteros sobrevivieron a siglos de historia y siguen fascinando a generaciones de lectores. Por un lado están los trepidantes héroes de Alejandro Dumas, llevados a la aventura a ritmo de galope. Por otro está el mosquetero más romántico del mundo, enamorado abnegado y poeta, pero afligido por una nariz tan larga como las plumas de su sombrero: Cyrano de Bergerac.
Erase un hombre a una nariz pegado, como hubiera dicho Quevedo. El personaje de Edmond Rostand existió y fue un militar y hombre de letras del siglo XVII. Su verdadero nombre era Hercule Savinien de Cyrano y fue conocido como Cyrano de Bergerac. Fue cadet de Gascogne, es decir un mosquetero, autor de piezas de teatro y de una curiosa novela de viajes hacia la luna y el sol.
Aunque Cyrano era un parisiense de cuna, la ciudad de Bergerac existe, en la región de Burdeos, y no podía dejar pasar la oportunidad de vincularse con un personaje tan famoso, sobre todo luego del éxito universal de la pieza de Rostand. Aunque no tengan nada que ver uno con el otro, una estatua de Cyrano se yergue con orgullo en la plaza central de Bergerac.
Más genuina es la estatua de D´Artagnan en Auch, ciudad un poco más al sur, a orillas del Garona. Como Cyrano, D´Artagnan existió realmente. Aunque en vida no fue tan famoso como en las novelas de Dumas, hubo en 1700 una biografía suya que sirvió de inspiración para el creador de sus andanzas literarias.
El verdadero D´Artagnan se llamaba Charles de Batz-Castelmore, y sirvió como capitán de mosqueteros del cardenal de Mazarino, y no a Richelieu. Porque Dumas se tomaba sus libertades con la verdad histórica, pero tenía el don de hacerla más real...

París bien vale una novela

La capital francesa es el escenario de un sinfín de obras, pero Victor Hugo tiene más relación con la ciudad que cualquier otro escritor. Su novela Notre Dame de Paris hizo más por su promoción que decenas de campañas de publicidad, y los Miserables son algunos de los personajes más genuinos del panteón literario parisiense. Cuando publicó la historia de Quasimodo y Esmeralda, Victor Hugo contribuyó incluso a salvar la catedral de la demolición. Notre Dame se encontraba en un estado tan ruinoso luego de la Revolución que se pensó en reconstruirla, pero la novela despertó conciencia en la gente de la época y se emprendieron obras de restauración.
La parte más emblemática de la visita es, por supuesto, la que se realiza subiendo a las torres, para conocer el mundo de Quasimodo y ver de cerca las famosas gárgolas. Por el contrario, no existe más el elefante de la Plaza de la Bastilla que sirvió de refugio a Gavroche, uno de los personajes más emblemáticos del ciclo de los Miserables.
Pero se puede pasar por la calle Rambuteau, en el centro de París (trazada sobre la calle Chanvrerie, donde murió Gavroche sobre una barricada), y por el Museo del Louvre para ver la famosa obra de Delacroix La libertad guiando al pueblo. El niño del cuadro, junto a la figura de la libertad, inspiró sin duda el personaje. Hay mucho más para seguir las huellas de Hugo y sus personajes en París, pero no se puede obviar su casa-museo, sobre un costado de la magnífica Place des Vosges. Hugo vivió allí de 1832 a 1848 y redactó parte de Los Miserables y La leyenda de los siglos.

Mesa redonda para la eternidad

Brocéliande es el bosque legendario del ciclo del Grial y los Caballeros de la Mesa Redonda. En Paimpont, este bosque se materializa y los principales sitios de la novela medieval encuentran su lugar en la espesura de una de las últimas grandes forestas de Francia.
El punto de partida de las visitas es el pueblito de Paimpont, en el corazón del bosque. Aunque haya que seguir rutas vecinales y caminos en la espesura para conocer los principales lugares, todos están bien indicados y existen varias guías para orientarse. Se puede acceder, por ejemplo, al castillo de Comper, el del hada Viviana -de quien se enamoró Merlín- y su lago, donde el hada secuestró y crió a Lancelot.
Está también la Fuente de la Juventud que surge de entre piedras de granito. Y no muy lejos se encuentra la tumba de Merlín, apenas un par de bloques de granito entre los cuales crece una débil planta de múerdago. Se dice que la planta es muy antigua y las piedras, el vestigio de un lugar de culto del Neolítico. Pero no son pocos los que rinden culto al mago más famoso y dejan mensajes entre las piedras, pidiendo la ayuda y los consejos de Merlín. La fuente de Barenton está también vinculada con el ciclo: es allí donde se encontraron Merlín y Viviana, y donde se enfrentaron Yvain y el Caballero Negro en la novela de Chrétien de Troyes.
En el pueblo vecino de Tréhorenteuc está el Valle sin Retorno, donde Morgana encarcelaba a los caballeros. Lugares fascinantes, donde la espesura del bosque es el mejor custodio de la veracidad de las leyendas.
Por Pierre Dumas
Para LA NACION

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por Redacción OHLALÁ!


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