Furia de mañana

Primero, una introducción. Tomar posesión de nuestro nuevo hogar fue algo hermoso (y también caótico y escandaloso, pero me quedo con el vaso medio lleno). Decenas de cajas, bolsos y valijas repletas de nuestras cosas, y nosotros decidiendo cómo ordenarlas, dónde ponerlas, qué lugar era para cada cosa.

Como teníamos una excitación bárbara por el tema de la mudanza, lo hicimos con un apuro importante y sin pensar mucho en el futuro.

Como ya conté antes, mi ropa, por ejemplo, quedó desperdigada en diferentes rincones del hogar. Y hoy esto ya es un problema. Y eso que me acostumbré a vestirme a la mañana parando por los diferentes lugares de la casa para ir agregándome prendas: me pongo un calzoncillo de la cajonera, busco una camisa en el vestidor, sigo hasta buscar pantalones por otro lado, vuelvo a los cajones por el cinturón y las medias, agarro una corbata en otro lugar, paso por el baño para verme en el espejo, mientras hago el nudo, y cierro con los zapatos y el saco, en el placard cerca de la puerta de salida. Hasta creo que debería poner una cinta transportadora y darle un toque "fordista".

En fin, el problema son las fronteras entre nuestras ropas. Y es que la ropa de Silvia no es un stock, si no un flujo (este post rebalsa nerdismo). O sea, la ropa de ella va creciendo todo el tiempo.

Y así nuestros espacios comunes se van desbordando, y sus cosas empiezan a ocupar mis espacios, y sus medias aparecen en mis cajones, y sus cajones de las medias ya no cierran de tantas medias, y en las perchas hay tres, cuatro y hasta cinco prendas suyas por percha (lo cual hace que las perchas se rompan del peso) hasta que... hoy a la mañana se me cae sobre el pie la barra de la que cuelgan las perchas y arranco un día desastroso.

La despierto insultando al aire, trata de ayudarme, dejamos la barra sobre una silla, nos terminamos peleando, me voy al trabajo, llego totalmente estresado y me pongo a escribir este post a ver si me calmo un poco. Parece que no.