
Fusiones, adquisiciones y la puja por el pasillo
23 de diciembre de 2012

Especialmente cuando se trata de vuelos largos, pongamos más de tres horas, soy viajero de pasillo. No de ventana ni, como el resto de la humanidad, tampoco de centro . Pasillo, ni hablar: no quiero mirar hacia fuera, lo que más me importa es poder levantarme en cualquier momento sin necesidad de saltar por arriba del vecino.
No siempre tengo la oportunidad de asegurarme, vía web check in, esa ubicación en los viajes de regreso, por falta de tiempo o de conexión adecuada. Pero en un reciente Nueva York-Buenos Aires lo logré. Me sentí casi orgulloso, con la satisfacción del deber cumplido, al prepararme para doce horas en un muy buen asiento: el 6K (pasillo, claro; cerca del baño) de un Boeing 767-300 de United.
Viajaba solo. Cuando llegué a las coordenadas, mi ocasional compañero ya estaba en posición, junto a la ventana. Era un norteamericano de unos cuarenta años vestido como ejecutivo en casual Friday , pero con botas texanas. Antes de que terminara de acomodar mis cosas en el portaequipaje, me descolocó: "¿Sos de dormir mucho durante el vuelo? Porque soy diabético y necesito ir seguido al baño y te voy a molestar, así que si querés mejor te cambio la ventanilla por el pasillo".
Once horas. De la forma en que lo planteó, sonaba a amenaza y, además, me tomaba desprevenido, así que acepté de manera automática el enroque y, con ello, el tirar a la papelera de reciclaje los deberes bien hechos del buen viajero.
El norteamericano estaba muy agradecido y al principio, como premio consuelo, me hizo sentir solidario, mejor persona. Era texano ("¡por eso estas botas!", me explicó, repentinamente jovial), pero trabajaba en Nueva York . Dijo especializarse en fusiones y adquisiciones ( mergers and acquisitions , que suena tanto más sofisticado) para una consultora con presencia en la Argentina y en prácticamente todo el mundo. Pero viajaba a Buenos Aires de vacaciones, por cuarta vez, siempre solo. "Me encanta. Me quedo en el hotel y no hago demasiado; es todo lo que necesito. Es una ciudad en la que me siento cómodo. Me busco alguna promoción en un cinco estrellas y listo. ¡En las últimas vacaciones me dieron un upgrade a la suite presidencial!"
Tenía ciertas expectavas en esta nueva visita porque estaba aprendiendo castellano con el programa Rosetta Stone, contó mientras señalaba su tableta. Muy entretenida, la charla con el texano. Pero no logró distraerme de un detalle: antes de despegar, le pidió a una azafata la cena express; típica maniobra del que planea comer lo más rápido posible para tomarse luego una pastilla y dormir sin interrupciones hasta que el tren de aterrizaje vuelva a tocar la pista.
Tal cual. Una hora después del despegue, el cowboy de Manhattan, displicentemente desparramado junto a mi pasillo, apagaba su pantalla individual, seteaba la butaca en 180°, bajaba sobre sus ojos el antifaz que había tenido presto, como vincha, durante la comida y antes que yo terminara el primer plato se despedía del mundo hasta nuevo aviso.
Aunque también yo dormí unas buenas horas, no me consta que el afilado consultor se haya despegado del 6K ni una sola vez durante el medio día que compartimos, codo a codo, antes de separarnos para jamás volver a cruzarnos en la vida.
ENTRETENIMIENTO DE A BORDO
- Brindis por Disney. Desde diciembre, por primera vez se servirá vino y cerveza dentro del Magic Kingdom, de Orlando, más precisamente en el nuevo restaurante Be Our Guest .
- Millones de millas. Tom Suker, una especie de mito viviente en los aeropuertos del mundo, acaba de convertirse en el primer pasajero que voló un millón de millas en solo un año a bordo de United Airlines.
- Amsterdam. El alcalde de la ciudad anunció que la policía no tendrá como "prioridad" evitar que los turistas compren marihuana en los tradicionales coffeeshops , como dispone la nueva ley nacional.
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