

Más de 30 hallazgos de restos fósiles de 40 especies de dinosaurios de distinto tamaño en Chubut, La Rioja, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Salta, San Juan, San Luis, Santa Cruz y la Antártida (por sólo nombrar los más relevantes) han convertido a la Argentina en el paraíso de los paleontólogos y en el destino preferido de los turistas con alma de Indiana Jones.
Como si fueran recuerdos de un pasado tormentoso que la Tierra necesita purgar, la Argentina -y sobre todo la Patagonia- es un campo cubierto de vestigios de la vida más recóndita. Cualquier caminante atento podría hallar un resto fósil de dinosaurio.
En mayo de 1999, Rafael Moyano, por entonces un niño de 10 años, fue a pescar solito al lago Mari Menuco y encontró unos caracoles extraños que resultaron ser la enorme cola de un abelisaurus, un carnívoro de 85 millones de años. De algo similiar puede ufanarse Alejandro Delgado, radiólogo del Hospital El Chocón, que mientras buceaba en el lago Ezequiel Ramos Mexía encontró piezas de un Andesaurus delgadoi .
Al menos una vez por semana, algún neuquino se acerca hasta el Parque Cretácico de la Universidad Nacional del Comahue para entregar un nuevo fósil, los frolil, que ya tantas veces habían recogido los mapuches. Muchas de esas perlas prehistóricas aún están ahí y jalonan la superficie o las profundidades del paisaje.
Museos al aire libre
Cuando a fines de la década del 60 se construyó sobre el río Limay la represa hidroeléctrica de El Chocón, los neuquinos tuvieron un nuevo lago artificial, el Ezequiel Ramos Mexía, un espejo de agua clara que se ha convertido en otro museo al aire libre, el Museo Huellas de Dinosaurio. Junto al embalse y sobre roca dura hay pisadas (similares a las de Picún Leufú) de saurópodos, terópodos e iguanodontes, especies arcaicas de dinosaurios que eran habituales en la zona hace 105 millones de años. Los 33 recorridos descubiertos hasta ahora pueden apreciarse desde las pasarelas que se construyeron para verlos. El trayecto está escoltado por carteles explicativos, pero puede optarse por un recorrido con guías. A 1500 metros de El Chocón, el Cañadón Escondido parte en dos un cerro rojo y en sus paredes de 80 metros de profundidad también pueden apreciarse huellas de dinosaurios.
Pasando Añelo, unos 145 kilómetros al norte de Neuquén, se llega a la sierra de Auca Mahuida, una nursery de pichones de dinosaurios. Al pie del volcán, se distinguen a lo largo de 12 km unas manchas grises, separadas entre sí por dos metros de distancia: son huevos de dinosaurios, de una capacidad de 800 cm3, un hallazgo extraordinario en el nivel mundial: los primeros dinohuevos del planeta con restos fosilizados de embriones y piel de titanosaurios, unas increíbles criaturas del cretácico que medían 15 metros, pesaban 12 toneladas y se sentían muy a gusto en suelo argentino, ya que aquí venían a dejar sus huevos en grupos de cientos de miles (¿lo sabrá Steven Spielberg?). Esta historia hizo que el lugar fuera apodado Auca Mahuevo. Próximo a la RP 7, el lago Mari Menuco, formado por las represas de Cerros Colorados para contener las crecidas del río Neuquén, tiene un balneario y es un lugar preciado para viajeros con credencial paleontológica.
Manía jurásica
En Río Negro, no puede dejar de visitarse el Parque Valle Cretácico, un área protegida al sur de la provincia, al sudeste del río Limay y del Embalse Ramos Mexía. En el Bajo Santa Rosa, 150 km al sur de Lamarque, se hallaron restos de plesiosaurios y otras especies marinas de 75 millones de años, pero como aún se está estudiando el yacimiento, los organismos oficiales prefieren no dar precisiones para evitar el aluvión turístico.
La Patagonia ofrece otros parajes igualmente ricos, pero más inhóspitos, como Loma del Lindero, una zona neuquina de bardas y arbustos espinosos, a 8 km de Rincón de los Sauces. Hace unos años, un paisano encontró allí restos fósiles y los expertos dieron con dos titanosaurios y un abelisaurio. Se llega hasta allí por un camino de ripio, pero cuando llueve se inunda. En Río Negro, el salitral Moreno (por la RP 6, hacia Loma Negra) y Cinco Saltos (sobre la RN 151) no tienen hoteles cinco estrellas, pero son un edén para los hurgadores del pasado.
Así como las ballenas prefieren hoy las aguas tranquilas de Chubut para aparearse, el Sur tal vez haya sido la cuna más confortable que la Tierra brindó a los saurios. Aquí se encontraron el 10% de todas las especies cretácicas conocidas hasta ahora. Y sólo Dios sabe todo lo que aún está bajo nuestros pies, esperando el momento de ver la luz.
El sueño de ser paleontólogo por un día (o más)
El turismo paleontológico es una de las consecuencias del trabajo de los paleontólogos visionarios que no sólo invierten su tiempo, sino también, a veces, su dinero con fines netamente científicos y culturales. El doctor José Bonaparte, director de la Sección Paleontología del Museo Bernardino Rivadavia, es el Maradona de la paleontología de los últimos 40 años (descubrió casi la mitad de los dinosaurios argentinos conocidos).
"El interés turístico por los recursos paleontológicos de la Patagonia aumenta día tras día. Nuestra excavación se encuentra en un sitio que no es ruta turística pero ya recibimos turistas de 23 países", señala Jorge Calvo, paleontólogo con más de 80 campañas y director del Centro Paleontológico Lago Barreales.
A 95 km de Neuquén y a cambio de $ 2 de entrada, el turista puede ingresar en un campo donde se están estudiando dinosaurios, y observar el trabajo de los científicos, codo a codo con ellos. Los investigadores dicen que el Proyecto Dino es la campaña de mayor magnitud realizada hasta ahora en América del Sur. Se ofrecen cursos de capacitación para estudiantes de Geología, Biología y Paleontología. Se les enseña a buscar, extraer y preparar fósiles del período cretácico, especialmente dinosaurios. Los cursos de 7 días cuestan $ 350 para estudiantes argentinos y US$ 420 para los extranjeros. Hay alojamiento en carpa, traslados desde Neuquén y pensión completa.
Allí se aprende que la jornada de un paleontólogo es una película, pero sin extras ni maquillaje. Liberar a un dinosaurio de su tumba puede ser una peripecia agotadora, siempre que cuente con financiación, técnicos y lo necesario para subsistir en el desierto. La mayoría de las veces no es tan fácil. Los yacimientos suelen estar en lugares intransitables y los expedicionarios tienen que llevar todo: comida, agua, luz, cortadoras de roca, camiones, palas hidráulicas y buenos músculos.
Mónica Martin
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