Glamping, la tendencia en alojamiento joven en Córdoba
El campamento cambió; incluye somier, aire acondicionado y electromésticos. Complejos de domos en medio de la naturaleza
25 de enero de 2017 • 00:28
Córdoba. El paisaje de sierras y arroyos y el clima de esta provincia la convirtieron, hace décadas, en meca de campamenteros. Mochila, tienda, bolsa de dormir y calentador era el equipaje básico para pasar unos días de tranquilidad o aventura, conforme al estilo que se eligiera. Los tiempos cambiaron y son muchos los que ahora elige hacer glamping. Es decir, camping con glamour.
Hace unos años Córdoba se sumó a esta tendencia mundial ligada al turismo sustentable y nacida en África, donde decidieron incluir comodidades y algunos lujos para los viajeros de más capacidad económica que quisieran experimentar aventuras por lugares inhóspitos. En la Argentina, además de esta provincia, hay propuestas de glamping en la Patagonia (Santa Cruz y Chubut), Pinamar y Malargue (Mendoza).
Sustentable chic
Los glampings cordobeses utilizan domos como habitaciones que se acoplan al paisaje sin invadirlo y ofrecen elementos de confort que son los que los menos habituados al tradicional campamento, extrañan cuando se van de vacaciones en carpa. Además, cuentan con espacios de servicios y amenities.
En Capilla del Monte, a 110 kilómetros al norte de la capital cordobesa y donde todo gira alrededor del cerro Uritorco, está “Dos Aguas”. El lugar nació como un complejo de cabañas y hace unos cuatro años, cuando sus dueños proyectaron una ampliación, decidieron volcarse a una “idea más sustentable; intervenir el monte serrano con el mínimo impacto posible”.
Cuatro domos con somier en el dormitorio, aire acondicionado, living decorado con muebles de viajeros, como antiguos baúles, integran la propuesta. Todos los materiales usados en la construcción son sustentables y ya preparan la instalación de paneles solares para reemplazar la energía tradicional por la renovable. Cada uno tiene baño privado, pero a 30 metros.
“Pensamos en un público más específico, más aventurero, pero que no resigna comodidad”, dice a LA NACION Georgina Cristini. Cuando los viajeros llegan reciben un kit de linterna y brújula; pueden acceder a un espacio común con locker para guardar sus pertenencias y donde tienen vajilla y electrodomésticos básicos. Además, hay una cava con vinos y juegos de mesa y bicicletas de bambú a disposición.
En Traslasierra, a 150 kilómetros de la ciudad capital, “El refugio” espera a quienes buscan unas vacaciones diferentes en San Huberto, un pueblito muy cercano a Nono. Los domos están en las copas de los árboles en medio de un cañaveral.
Nicolás Cavi cuenta que la idea surgió hace tres años de una charla con un amigo viajero. “Permite disfrutar la naturaleza desde el cuidado, sin usar toneladas de hormigón; en cambio clavamos astas y la estructura de una yurta”. La yurta es la típica tienda de los nómades de Mongolia.
Jóvenes y chicos
Insiste en que se usan menos recursos y se consume menos energía que en un hotel chico o en un complejo de cabañas; incluso se emplean materiales reciclados. “Es un intermedio entre lo tradicional y el camping; corrés las lonas y estás en medio de la naturaleza, sobreelevado”, describe.
Por entre 800 y 900 personas con desayuno para dos personas se puede hacer la experiencia. Los jóvenes de entre 20 y 40 años y padres con chicos que quieren que hagan la experiencia de carpa pero “más cómodos” son los visitantes más frecuentes.
Cristini los define en dos grupos. Por un lado, viajeros que respetan el entorno y, por el otro, quienes hacen la opción por lo económico. “Hay que explicarles que no es una cabaña; se aproxima a un camping con servicios”. Cavi ironiza y habla de “hippies chics, que les gusta estar en contacto con la naturaleza”.
Ale estuvo unos días con un grupo de amigos y asegura que la experiencia fue “la mejor; muy recomendable para quien quiere probar algo diferente”. Para Laly es la posibilidad de “tener confort y no andar con la bolsa de dormir a cuestas”.
Como los domos son totalmente desmontables impactan poco en el entorno; las lonas tienen aislantes para evitar problemas con el agua. Parte de la experiencia es aprovechar la cercanía a ríos o montañas para hacer actividades como trekking, caminatas, escalada, kayak, rafting, pesca o cabalgatas.