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Guerra de violines en Taiwan

Para el músico, el público de Taipei es excepcionalmente educado y la vida cultural, muy respetada




Toda mi vida estuvo signada por los viajes. Ya desde chico, y luego de adulto, me radiqué en Europa, primero en Alemania, Suiza y Venecia.
Este año, por segunda vez, estuve invitado a tocar en Taipei, Taiwan, en un ciclo muy importante de "Cinco grandes conciertos de violín del siglo XX". Se trataba de una transmisión televisiva para todo Oriente, incluida la televisión de Hong Kong y una red japonesa. Cuando llegué me llamó la atención que ésa no era la orquesta que yo conocía, y al consultar, me informaron que se trataba de la Orquesta Filarmónica de Moscú, que había sido contratada especialmente para hacer esos conciertos. Y fue una de esas sorpresas que uno no se espera, muy agradable, pero a la vez muy enervante.
Claro que después del primer ensayo nos hicimos muy amigos. Gran parte de los músicos de la orquesta recordaba un viaje que habían hecho a Buenos Aires en 1995, para tocar en el Teatro Colón, y fue muy lindo para mí que hubiera gente que recordara nuestro país, nuestra ciudad, nuestro teatro. Además, era la primera vez que yo tocaba en el Concert Hall de Taipei, un auditorio realmente gigantesco que alberga a varios miles de personas. Y por tratarse de un ciclo de conciertos muy importante, el lugar estaba repleto.
Cuando terminé el concierto de Terzian, acompañado por una orquesta muy aguerrida, que arriba del escenario parecía un tanque de guerra, el público reaccionó de una manera que al principio me asustó, porque tocamos el último acorde y se produjo un silencio rotundo. Automáticamente, yo pensé "qué macana, no les habrá gustado", y de golpe estalló una ovación, como si estuviéramos en una cancha de fútbol. Fue algo realmente muy lindo, diferente de otros lados, como aquí en Argentina, donde aun antes de terminar la gente ya está aplaudiendo.
Allá hay un respeto total, se hace un silencio prolongado, y entonces explota. Entre los músicos que se presentaron había dos rusas, una taiwanesa, un chino y una japonesa. Era realmente un grupo de violinistas muy importantes, y de la forma en que estaban planteados los conciertos implicaba un poco medirse el uno con el otro. Aunque no era un competencia, era inevitable el cotejo. Para mí ésa fue una de las experiencias más lindas, por la gran sorpresa de tocar con la Orquesta Filarmónica de Moscú, con la hermosa misión de tocar un concierto de una argentina muy exitosa en el mundo como Alicia Terzian y a pesar de las 32 horas de ida y de vuelta, fue una hermosa experiencia.
El autor es violinista. El 15 de este mes tocó "Pampeana", de Ginastera, en la iglesia de Saint James´s Piccadilly´s, en Londres.
Por Rafael Gintoli
Para LA NACION

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