
En 1993 estábamos viajando con un grupo de tenistas a un torneo en Naples, en la costa oeste de Florida, y tuvimos la mala suerte de que en Ezeiza el vuelo se demoró dos horas. Mientras esperábamos, había un grupo de tres chicas muy divertidas que estaban aburridas como nosotros.
Empecé a observar cómo distintos pasajeros se le acercaban a una de ellas con diferentes excusas. Uno para ver si la podía invitar con un café, otro para hacerle un chiste; y yo miraba... Era una situación bastante entretenida.
Después de dos horas de espera subimos al avión, y como vi que no le habían asignado atención a ninguno, me dije... vamos a probar suerte ahora.
Justo en ese viaje yo tenía un pasaje en clase business. Entré, dejé las raquetas en mi lugar, y me fui para el fondo a ver dónde estaban.
Ese día el vuelo iba bastante vacío, y había una línea de cuatro libre, dos adelante de donde estaban ellas.
Así que decidí quedarme allí, y como estaba muy cansado me estiré en los asientos y me quedé dormido. Al despertarme ya eran las 8, habíamos parado en San Pablo y faltaban sólo dos horas para llegar. Entonces escuché: ¡Estoy muerta de hambre! Levanté la cabeza y la vi a ella, protestando con sus amigas porque el desayuno de ese día no les gustaba.
Me fui adelante, hablé con la azafata y me hice preparar una bandejita de desayuno con todo lo que podía; Me conseguí un florerito, le puse una rosa y me fui para el fondo. Me acerqué con la bandeja y me presenté: -Perdón, chicas, escuché que tenían hambre.
Y las tres -principalmente porque estaban muertas de hambre- me dieron la bienvenida.
Lo primero que hicieron fue comer, y después empezamos a jugar un truco. La típica, qué hacen, dónde van, les dejé mi teléfono y ellas me dejaron el de ellas. Y como se iban a hacer un crucero, también les pedí el nombre del barco para encontrarnos.
-Las llamo por teléfono, a ver cómo están, les dije. Y se pensaron que era un chiste.
Intento frustrado
Sin embargo, me dieron el nombre y yo las llamé. Me atendió el capitán y me dijo que lo lamentaba, pero las chicas no querían atenderme. Con todo el esfuerzo que yo había hecho para llamarlas a un barco en medio de las Bahamas, no me atendían. A los dos días volví a intentarlo. Y volvieron a no atenderme.
Claro, ella me había comentado que estaba de novia. Entonces, pensé, habrá vuelto el novio. Yo suponía que era un viaje sólo de chicas, pero tampoco habíamos hablado tanto.
Cuando a las dos semanas volví a Buenos Aires, nos hablamos, nos encontramos; ella se separó de su novio y empezamos a salir.
Después me enteré de que su ex estaba en el crucero, y no había subido a ese avión porque tenía la visa vencida.
Coincidencias de la vida. Ahora hace ocho años que estamos casados y tenemos dos hijas.
El autor es tenista profesional.
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