•

Historia al aire libre

Un recorrido por Luján, Capilla del Señor y San Antonio de Areco recuerda episodios de las Invasiones Inglesas

12 de marzo de 1999

Una buena excusa para inventarse una salida diferente, a la manera de la cabalgata que repite el cruce andino sanmartiniano, o las que en Europa reconstruyen itinerarios de leyenda, es rehacer el camino que fueron obligados a cumplir los oficiales británicos, prisioneros tras la capitulación de Carr Beresford ante la derrota infligida por Santiago de Liniers y final de la Invasión Inglesa de 1806.

Para concretarlo y seguir una línea aproximada del itinerario que eligió la custodiada caravana que dejó un puñado de invasores en cada una de las villas destinadas a su internación, hay que recorrer en un primer tramo los 70 kilómetros que distan entre Plaza Mayo y Luján, en gran parte por el Acceso Oeste (con dos peajes de 1,50 peso).

La decisión de internar en pueblos bonaerenses a la oficialidad británica la tomó Liniers, por entonces virrey interino, en octubre. El fair play con que se trató a los prisioneros fue tal, que los más graneado de la esa oficialidad se despidió de Buenos Aires con la memorable comilona del 10 de octubre de aquel año en la fonda Los Tres Reyes (deslumbrados por la mesera).

Dos días después, partieron hacia la Villa de Luján desde la plaza Mayor (luego, de la Victoria, a costa de estos invasores). Lo hicieron al galope y junto a la tropa de custodia y delante de las carretas que hicieron de dormitorios. Les precedió un carruaje con el comandante Beresford y el teniente coronel Pack, encarcelados dos días después en el Cabildo de la Villa (aún en pie) y que durante un segundo traslado fugaron desde las cercanías de Arrecifes hasta Montevideo.

Del total de 63 prisioneros trasladados, 9 quedaron en Luján. Una tropa siguió a Capilla del Señor, donde quedaron otros 8 (en el lugar se asegura que existieron tumbas inglesas) y 14 fueron llevados a San Antonio de Areco. En las cercana estancia de los hermanos Zavaleta quedaron 2 prisioneros y 6 en la ribereña (hoy partido de Zárate) estancia de la familia Otárola, emparentada con Cornelio Saavedra, casado en segundas nupcias con Saturnina Otárola.

Dividida la custodia y los prisioneros en Luján, otra caravana militar dejó en el Fortín de Areco (hoy Carmen de) 8 prisioneros británicos, 10 en Salto y 6 en Rojas, según un informe del comandante de la Villa, Carlos Tadeo Romero.

Una ruta al pasado

Para seguir desde Luján el recorrido de la primera tropa, hoy se debe tomar la ruta provincial 192: pasa por el pequeño pueblo de Torres y desemboca en el km 78 de la ruta nacional 8.

De cruzarla, el camino sigue sin pavimento -imposible con lluvias, por lo que se aconseja tomar la 8 hacia Buenos Aires hasta el km 67 y acceso hacia Capilla (ruta provincial 39). Cumplida la visita hay que volver por ese pavimento y seguir por la 8 hacia San Antonio de Areco, aunque no coincide totalmente con el camino de los blandengues (hoy con un peaje de 3,30 pesos en Solís).

En Areco y luego en la estancia Zavaleta estuvo Alejandro Gilliespie, oficial británico a cargo de los prisioneros tomados durante la invasión y autor de un sabroso libro sobre este itinerario y la permanencia británica en el Río de la Plata (Buenos y el interior). De esas memorias y de la documentación oficial se conoce el pedido arequeño a Liniers, ya virrey interino, para no trasladar a un oficial británico: era un codiciado cirujano.

No hay registro de su nombre, pero algunos de los prisioneros los consignó el historiador lugareño José Luis Burgüeño: Tomlinson, Wohem, Robert, Reibstein, Taylor e Island. Patrick Island, precisamente, castellanizó su nombre y como Patricio Islas se casó con Bartola Gómez de Farías. Vivieron en la esquina norte de Lavalle y Alsina, frente a la plaza Arellano, por lo menos hasta que el británico marchó con las tropas de Lavalle y fue degollado por hombres de Oribe.

En cada destino de este circuito hay lugares de recreación y campings, piscinas, restaurantes de campo, hosterías con encanto y estancias adheridas al bucólico turismo rural.

Francisco N. Juárez

¡Compartilo!