
Hualco, la ciudad perdida en lo alto de una quebrada
Fue un núcleo urbano construido por los incas
20 de agosto de 2006

CHILECITO.- Cuenta Alfredo Lucena que cuando se mudó de Buenos Aires a La Rioja, hace 17 años, lo que más le costó fue acostumbrarse al silencio. "Imagínese. Un día escuché este ruidito, tiquitiquitiqui, y me asomé a la calle para ver de dónde venía. Porque era lo único que cortaba el letargo de la tarde. ¿Y sabe qué era? Alguien que pedaleaba en bicicleta, bien pero bien lejos", subraya este hombre del pueblo de Villa Unión que hoy se considera un "yiojano" más, duerme la siesta religiosamente y dice que no vuelve al ruido de Buenos Aires ni que le paguen.
Es que el silencio, una constante en esta provincia de tierra rojiza y arenosa, es casi adictivo. Acompaña al viajero por cerros y cañones, pueblitos perdidos y valles ancestrales, y al cabo de unos días ya se hace difícil dejar de abrazarlo.
Un lugar privilegiado para respirar ese silencio intenso, milenario, son las ruinas de Hualco, emplazadas en lo alto de una quebrada homónima, en el departamento de San Blas de los Sauces. Las ruinas son en realidad docenas de espacios demarcados por gruesas pircas o muros de piedra, en cuyo suelo aún pueden encontrarse puntas de flecha o restos de vasijas de arcilla, y donde crecen las sombras de cardones gordos y erguidos.
No es mucho lo que se sabe de esta ciudad precolombina, salvo que se trataba de centros administrativos construidos por los incas en la época en que el Imperio del Tawantisuyu se extendía hacia el Sur, aproximadamente entre el 300 y 400 d.C., a través de los intrincados senderos del Camino del Inca.
Dada su importancia arqueológica, el sitio podría compararse con las ruinas de los quilmes, en Tucumán, excepto por un detalle: aquí no hay absolutamente nadie. El cielo turquesa, la quebrada que cae a pique, un río que murmura en su lecho de piedra y una vista insuperable del valle son la única compañía del visitante.
Al menos hasta ahora, porque el municipio y la provincia están trabajando a todo vapor para reconstruir el lugar y reacondicionarlo con el fin de recibir un mayor flujo de turistas.
Para llegar a este enclave -que hasta que no se masifique todavía conserva el encanto de ser secreto- hay que tomar la mítica ruta 40, casi hasta tocar el límite con Catamarca. Son 200 kilómetros desde la capital y 120 desde Chilecito, la otra gran ciudad riojana, por caminos a cuya vera se extienden los viñedos y las plantaciones de nogales, olivos y pistacheros.
También aparecen salpicados aquí y allá los diversos pueblos del departamento de San Blas, con nombres que rememoran las ya desaparecidas culturas aborígenes, como Amuschina, Cuipan, Schaqui, Tuyubil o Suriyaco. Como los incas, perdieron sus tierras a manos del colonizador español y hoy sólo nos quedan nombres, ruinas y leyendas.
El santo patrono de la garganta
En la localidad de San Blas, a apenas un puñado de kilómetros de las ruinas de Hualco, se halla el templo que guarda la imagen del santo patrono del departamento, y que fue inaugurado en 1732.
Según la tradición, San Blas era conocido por su don de curación milagrosa, que aplicaba tanto a personas como animales. Se dice que salvó la vida de un niño que se ahogaba con una espina de pescado atravesada en la garganta, y de ahí el origen de la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta, el 3 de febrero.
De hecho, todos los años ese día se congregan miles de peregrinos en el templo riojano. La mayoría de los fieles son cantantes, locutores o personas que tienen trabajos relacionados con la voz. Así, los creyentes terminan cantándole a su santo, convirtiendo la celebración litúrgica en un verdadero festival.
Datos útiles
Cómo llegar
Aerolíneas Argentinas vuela de Bs. As. a La Rioja por $ 630, ida y vuelta. Del aeropuerto, hay 200 km a San Blas de los Sauces. En auto, son 1167 km por ruta 9 hasta Córdoba, autopista a Carlos Paz y ruta 38.
Más información
Casa de La Rioja, en Bs. As., Callao 745, 4813-3417/9, Int. 103 y 120.
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