Con la Pascua, se acerca la hora de los huevos de chocolate. Y también de las campanas, los conejos y las gallinas, que rivalizan en las vidrieras por los favores de los golosos que celebran las fiestas religiosas con un sabor dulce en la boca. ¿Pero por qué la Pascua se asocia precisamente con los huevos? Las raíces de esta tradición no están tan olvidadas como parece.
Desde tiempos inmemoriales, el huevo es símbolo de la Resurrección: como si fuera un pequeño sepulcro donde reside un principio de vida, destinado a salir a la luz. Según un mito órfico griego, la Noche -en la forma de un ave de negras alas fecundada por el viento- puso un huevo de plata en el vientre de la oscuridad, y de allí salió Eros, llevando lo que el huevo ocultaba, el cosmos entero con todas sus criaturas.
En tiempos del cristianismo, el huevo se convirtió en símbolo de Cristo resucitado y la esperanza de que los fieles resuciten en él. Antiguamente, incluso, el Domingo de Resurrección se llamaba Pascua del Huevo, y se festejaba comiendo huevos duros coloreados, bendecidos en la iglesia. A los nobles, claro, les quedaban reservadas las versiones más lujosas: huevos esmaltados, con plata, oro, gemas y perlas. Siglos más tarde, Fabergé -el joyero de los zares- convirtió sus creaciones en obras maestras de la orfebrería. Fueron al menos 56 huevos de pascua, de los cuales parte está en manos privadas y parte, en Rusia. Para verlos hay que ir hasta la Armería del Kremlin.
De los talleres de Fabergé salieron creaciones increíbles, como el huevo con el Gran Tren Siberiano de 1900, esmaltado en azul, verde y amarillo, con el mapa de Siberia y el proyecto del ferrocarril trazado en plateado. Tocando el águila bicéfala de la parte superior se abría el huevo y aparecía como sorpresa un modelo a escala de 30 cm de largo y 1,5 de ancho. Mediante una llave de oro, la locomotora de oro y platino, con un rubí, podía arrastrar los minúsculos vagones.
La costumbre de incluir una sorpresa en los huevos regalados para Pascua, sin embargo, no fue creación de Fabergé; está documentada a partir del Renacimiento. Se cuenta que en el siglo XVI se le regaló al rey de Francia Francisco I una cáscara de huevo con un grabado de madera que representaba la Pasión. En su tiempo, Luis XV ofreció a su amante Madame du Barry un huevo decorado que ocultaba una estatuilla de Cupido, creada por el orfebre de la corte.
El símbolo sagrado
Pero mientras el huevo fue perdiendo significado religioso en Occidente, para la Iglesia Ortodoxa conservó vivo su simbolismo sagrado. La noche del Sábado Santo se trazan símbolos en la cáscara, entre plegarias y cantos. Al día siguiente se los lleva a bendecir.
Y, según una leyenda ucraniana, el diablo está sujeto por una cadena formada por tantos eslabones como huevos han sido decorados en un año. También en Ucrania los huevos decorados eran usados para pedir deseos. Al pintar un sol se pedía buen tiempo; con espigas de trigo, una buena cosecha. Son los llamados pysanky , a partir de la palabra que significa escribir , ya que incluyen símbolos y motivos. En el museo de la ciudad de Kolomyia, cuyo edificio incluso tiene forma ovalada y está pintado en vivos colores, se puede apreciar una colección de más de 6000 pysanky .
Otro auténtico museo del huevo se halla en Sabrodt, cerca de la ciudad alemana de Spremberg, donde se exhiben huevos de Pascua de todo el mundo, desde aquéllos magistralmente decorados a mano hasta otros de juguete.
Hoy los tiempos han cambiado, pero los huevos de Pascua siguen atrayendo a los grandes creadores. Como Armani, que lanzó para la Semana Santa de este año una colección de huevos de chocolate para su línea Armani Dolci. Chocolate blanco, negro y con leche es la materia prima de las creaciones del estilista italiano, todas marcadas con la A y envueltas en una caja azul.
Ajenos a las modas, para los chicos la costumbre más linda de Semana Santa remite a la tradición según la cual el Domingo de Resurrección, al regresar de Roma, las campanas sueltan desde el cielo huevos de chocolate que caen en los jardines, y hay que buscar en la mañana de Pascua. Por eso también es frecuente ver campanas de chocolate, ya que recuerdan que ellas son las encargadas de sonar alegremente para anunciar la Resurrección, tras varios días de silencio; además de conejos, que simbolizan la abundancia y la renovación.
En Lorena, en el este de Francia, dice la leyenda que es una liebre la que distribuye los huevos. Todo comienza con Beda el Venerable, que cuenta sobre la diosa de la primavera de los sajones, Eastre (semejante a Easter, la Pascua en inglés). El atributo de esta diosa era la liebre, prolífica reproductora y promesa de riqueza. Es a sus nidos, entonces, donde van los niños la mañana de Pascua para buscar los huevos de chocolate. Todos los años, la ciudad de Metz organiza visitas para chicos de 5 a 7 años, que les permite descubrir la ciudad tras las huellas de la liebre pascual.
Fotos: EFE y AP
Museos
- Museo de Pascua de Sabrodt: www.ostereiermuseum.de
- Museo de Kolomyia: www.ko.if.ua/museum/
- Museo del Kremlin: www.kreml.ru
Por Pierre Dumas
Para LA NACION
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