


—¿Cómo te definís como viajero?
—Soy un viajero trabajador. En general mis viajes siempre estuvieron vinculados con mi oficio de actor. Hace mucho tiempo que no me tomo vacaciones, aunque con frecuencia paso largas temporadas de verano en Mar del Plata o en Carlos Paz, que yo las tomo como vacaciones. Las funciones a la noche te dan la posibilidad de disfrutar del día en la playa, pasear, ir a pescar y ese tipo de cosas.
—¿Qué requisitos debe reunir una buena compañera de viaje?
—Estuve casado 44 años con una bellísima pareja a la cual perdí hace cuatro años. Nosotros éramos muy diferentes, y creo que esas diferencias fueron el fundamento de la atracción mutua. Hemos paseado mucho, y si ha habido conflictos no los recuerdo.
—¿Algún prejuicio que hayas derribado viajando?
—En los años 80 llegué al Bronx de Nueva York con cierto temor. En esa época la leyenda del Bronx como un barrio inseguro era todavía más fuerte que por estos días. Sin embargo no tuve conflicto en ningún lado, y cuando me detuve para hacer una pregunta siempre fueron muy amables conmigo.
—¿Algo que le haya sorprendido en un viaje?
—Hace muchos años viajé a Alemania y fui a parar a la casa de Augusto Fernándes, el gran director y maestro de teatro argentino, en la ciudad de Bochum, cerca de Dusseldorf. Al día siguiente quedamos en encontrarnos en un bar, y cuando llegó, le pregunté: ¿Hay algún concurso de modelos? Yo estaba solo en ese viaje, y el lugar lleno de bellísimas mujeres alemanas, una más linda que la otra. No se podía creer. Quedé deslumbrado.
—¿Una imagen que conserves de tu primer viaje?
—Tenía 7 años y fue la primera vez en la vida que mi padre consiguió 15 días de vacaciones pagas. Fuimos con mis hermanos a la casa de mi tío, el único pariente rico que vivía en un campo en Mar del Sur, donde criaba caballos de carrera. Mi primo tenía prohibido ir a caballo hasta el mar, donde terminaba el campo, sin embargo, un día, a escondidas, montamos y nos fuimos. En mi vida olvidaré ese paisaje. Primero, porque era la primera vez que veía el mar, y segundo porque llegué hasta allí montando a caballo, subiendo los médanos, de manera totalmente salvaje.
—¿Cuál es su estrategia personal para armar la valija?
—Ah, soy muy meticuloso. Arranco con los pantalones, dobladitos al medio para que no se arruguen; después las camisas dobladas en cuatro, todo bien parejo, voy subiendo con las remeras, ropa de abrigo, y después relleno despacio, para que no se arruguen, con zapatillas, zapatos, medias y calzoncillos.
—¿Tu ciudad balnearia favorita de la Costa Atlántica?
—Tengo que remitirme a Mar del Sur otra vez. Con los años fuimos con mi mujer y siempre encontramos un lugar muy solitario donde estaba el mar, la arena y nosotros.
—¿Tres consejos para un viajero incipiente?
—Y… que vaya a donde tenga ganas. Que se relaje para que la fantasía sobre el lugar, las expectativas antes de viajar, no anulen el lugar. Es decir, que no se arme de fantasías tan firmes que al llegar al lugar no se cumplan. Que el viaje sea como una hoja en blanco, para que se imprima en él lo que verdaderamente es. Por último, la buena compañía. Siempre se necesita un testigo, alguien con quien compartir para fijar el recuerdo.
—¿Un día de vacaciones perfecto?
—Probablemente tenga que ver con mi infancia. Me imagino un día de campo. Despertarme con los gallos, desayunar mate cocido con leche y galleta de campo con manteca y un poquito de azúcar arriba. Un buen asado al mediodía, unas vueltas a caballo tranquilo, y sobre todo escuchar los pájaros, el sonido del campo. Seguramente dormiré una buena siesta por allí, mate por la tarde y al atardecer, buscaría un buen lugar para ver la caída del sol.
Un Hugoaraná en la playa
Habíamos ido a Buzios con mi mujer y mi hijo Juan, que por entonces tenía 6 años. Estábamos en un hotel que tenía una piscina y salida al mar. Debajo de las palmeras había una barra, un barcito al aire libre atendido por un brasilero de unos 20 años. Un día nuestro hijo nos agarró de la mano y nos pidió insistentemente que lo acompañemos. Todo muy misterioso, nos llevó hasta la barra, se paró adelante del barman y le preguntó: "¿Me da Hugoaraná? Y el pibe le dio un Guaraná. No les puedo explicar la alegría que tenía mi hijo con la picardía que había creado. La diversión de él era engañar al barman. Cada día nos pedía que lo acompañáramos para disfrutar de su picardía con nosotros.
Para más datos
Por estos días ensaya "1938: Un asunto criminal", una obra de Carlos Augusto Fernándes, junto a Beatriz Spelzini, sin fecha de estreno todavía. También se lo podrá ver en algunos capítulos de La Leona, la nueva tira de Telefé.
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