
No sé qué poner, no sé qué decir y menos qué contar. Fue un fin de semana largo, larguísimo, en todo sentido. Fue un fin de semana de charlas que empezaban y no terminaban más, de esas laberínticas en las que das vueltas y volvés al mismo lugar. Vueltas en redondo. Charlas que terminás no porque hayan terminado, sino porque el sueño te vence. De esas. Siento que vengo de haber corrido maratones circulares que no me llevaron a ningún lado.
Acá estamos, todavía juntos pero a kilómetros de distancia. Estoy triste. No veo que la cosa vaya a cambiar. ¿La gente cambia lo que quiere? Siempre fui de la teoría que no vale cambiar por el otro, que tarde o temprano hace que todo falle y sin embargo, hoy querría y haría cualquier cosa.
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