De Nueva Zelanda a Venecia, los gobiernos y la población expresan su rechazo a una de las industrias más prósperas
QUEENSTOWN, Nueva Zelanda.- Las cadenas montañosas, los bosques y los ríos alimentados por glaciares convirtieron a Nueva Zelanda en el sustituto perfecto en la vida real de la Tierra Media de la saga de El Señor de los Anillos, y en una vidriera cinematográfica de las bellezas naturales de ese país.
Hoy, las lanchas bajan los ríos en busca del mítico Isengard, donde estaba encarcelado el mago Gandalf. Los "campistas de la libertad" que se desplazan en camionetas alquiladas dejan rastros de basura. Cada año, decenas de miles de viajes en helicóptero depositan a los visitantes, algunos en ojotas, en los glaciares de Nueva Zelanda que alguna vez fueron el reino exclusivo de montañistas expertos.
Un grupo de turistas tuvo que ser rescatado después de intentar caminar descalzos hasta el monte Ngauruhoe, en un supuesto homenaje a la Montaña de Fuego de J.R.R. Tolkien.
Los funcionarios están evaluando medidas, como nuevos impuestos al turismo o mayores restricciones para las casas rodantes. Una ciudad está analizando bloquear Internet durante la noche para disuadir a los campistas. Queenstown, donde según su alcalde cada año hay 120 turistas por cada contribuyente, analiza restringir los alquileres a través de Airbnb.
El año pasado, en la isla Waiheke, cerca de Auckland, estallaron protestas luego de que aparecieron los clásicos buses londinenses de dos pisos, que generaron retrasos en los caminos de dos carriles. Un hombre se paró frente a un ómnibus hasta que se bajaron todos los turistas. En otro lugar, un residente estaba tan molesto con las lanchas jet cerca de su propiedad que alquiló una draga para desviar el curso del agua. Los funcionarios lo amenazaron con acciones legales si persistía.
El turismo, que alguna vez muchos países consideraron un negocio que podría generar ingresos fáciles, se convirtió en una megaindustria. Y esos millones de turistas que cada año descienden a pequeñas localidades, a playas que en otra época eran solitarias y a los sitios históricos están generando un rechazo global.
El año pasado hubo protestas en Venecia por la gran cantidad de turistas
Según la Organización Global del Turismo, en 2017 los arribos internacionales de turistas crecieron a 1300 millones de personas. Eso marca un ascenso respecto de los 674 millones del año 2000 y los 278 millones de 1980, impulsado por la expansión de las aerolíneas low cost, las redes sociales, la emergencia de la clase media en China y tecnologías que facilitan desplazarse en lugares remotos.
El verano boreal pasado se produjeron una serie de protestas antiturismo en algunos de los más importantes destinos europeos, como Venecia, Mallorca y San Sebastián. En Barcelona, algunos grupos de jóvenes fueron filmados cortajeando neumáticos de bicicletas alquiladas, y los funcionarios tuvieron que prohibirles a los grupos de turistas el acceso a algunas partes de la ciudad.
En 2016, las guías de turismo Fodor's empezaron a publicar una lista de zonas "a evitar" que reflejaban la preocupación por la degradación que genera el turismo en los lugares más visitados del planeta. Este año, la guía incluyó las islas Galápagos y algunas partes de Tailandia, junto con la rúbrica "lugares que no quieren ser visitados", porque sus gobiernos están intentando combatir las aglomeraciones.
Impulsor económico
En muchos lugares, el turismo sigue siendo un impulsor económico crucial y bienvenido, especialmente en países en desarrollo, como Camboya, y en partes de África donde el gasto de los visitantes sacó a muchos de la pobreza. En los últimos años, el sector turístico de países como Egipto, que tiene atractivos muy instalados, se vio golpeado a causa de la agitación política y social.
Tailandia tuvo que cerrar sectores de Phi Phi island durante algunas épocas del año - Créditos: Shutterstock
Muchos destinos turísticos mayores, incluidos los parques nacionales estadounidenses, han trabajado durante mucho tiempo para lograr un equilibrio entre atraer el dinero de los turistas y controlar las aglomeraciones.
Pero según expertos como Simon Milne, que investigó el turismo alrededor del mundo, esta última ola antiturismo es diferente, y agrega que la frustración ha llegado a niveles sin precedente, especialmente durante los últimos 18 meses. "No podemos ignorar el hecho de que en muchos lugares los turistas no tienen buena reputación", dice Milne, director del Instituto de Investigación del Turismo de Nueva Zelanda de la Universidad Tecnológica de Auckland.
No podemos ignorar el hecho de que en muchos lugares los turistas no tienen buena reputación
Simon Milne
Desde las protestas del último verano europeo, la industria enfocó su atención en el "sobreturismo". En noviembre se reunieron más de 60 ministros de turismo y líderes del sector privado para discutir el tema en una cumbre coorganizada por la ONU. El sobreturismo también fue un asunto a discutir en marzo en ITB Berlín, una importante convención de esa industria.
En marzo, Tailandia anunció que de junio a septiembre permanecería cerrada la Bahía Maya en Koh Phi Phi Leh, la isla donde se filmó la película La playa, protagonizada por Leonardo DiCaprio, debido a que el sobreturismo estaba dañando el ecosistema marino. En abril, Filipinas advirtió que Boracay, una isla otrora conocida por sus aguas cristalinas, estaría cerrada al turismo durante seis meses por problemas ligados a la contaminación.
El surgimiento de China como fuente de turistas se agrega a las multitudes ya existentes. Según datos chinos, las salidas de turistas chinos al exterior durante el año pasado superó los 60 millones, mientras que una década atrás eran menos de 20 millones.
En 2016, los chinos gastaron 261.000 millones en vacaciones en el exterior, más que los viajantes de cualquier otro país, y según la ONU China representa desde 2008 casi el 80% del crecimiento del turismo global medido en dólares. El año pasado, durante una visita del primer ministro chino, Li Keqiang, el ex primer ministro neozelandés Bill English declaró que 2019 sería el "año del turismo chino".
Barcelona es una de las ciudades europeas que más sufre el turismo
Pero la explosión de visitantes chinos genera más tráfico en algunos sitios turísticos calientes, como las playas tropicales con arena blanca y los arrecifes de coral del sudeste asiático, que ya estaban bajo presión por multitudes de visitantes occidentales.
Crisis neozelandesa
Los neozelandeses alguna vez pensaron que el turismo sería una alternativa verde a industrias como la minería o la maderera. Los avances de la aviación de la década de 1990 facilitaron el acceso a ese país insular, y los funcionarios del gobierno se abocaron a capitalizarlo a través de la implementación de una campaña de turismo global.
En publicidades inspiradas en la película "El señor de los anillos" de 2001, el eslogan "100% pura Nueva Zelanda" comenzó a transformarse en "100% Tierra Media". El Departamento de Conservación creó una unidad comercial para buscar más formas de generar ingresos en las áreas protegidas proporcionando las coordenadas de ubicación de los "Anillos".
El turismo se volvió una de las principales exportaciones neozelandesas, junto con los lácteos. "El paisaje es tan hermoso que parece falso", dice Amy Blitzer, una directora de proyectos de 34 años de Nueva York que recientemente hizo un vuelo en helicóptero hasta un glaciar.
Lugares como Queenstown, entrada a numerosos sitios de "Anillos", explotaron. Los visitantes internacionales que pasaron por el aeropuerto local alcanzaron los 567.000 el año pasado, mientras que en 2005 habían sido 39.000. Los precios de las propiedades se dispararon. En 2017, el desempleo era de 1,9%, cuando es del 4,7% a nivel nacional.
"He vivido aquí durante 36 años y el lugar está mucho mejor que cuando llegué", dice Jim Boult, alcalde la ciudad. "Algunos neozelandeses piensan que como ya no se parece a lo que era en 1965, no le queda nada bueno."
Los residentes locales se quejan de que el tráfico se volvió un problema, y los que no pueden comprarse una casa se sienten excluidos. Jason Medina, organizador de eventos, dice que se mudó a Queenstown en 2004 y se encontró con una tranquila ciudad de montaña donde las casas se alquilaban por unos 1.000 dólares al mes. Dice que ahora las personas se sienten afortunadas si logran encontrar una habitación individual por ese monto.
Una encuesta de la industria turística del otoño pasado reveló que al 40% del país le preocupa que el turismo esté generando demasiada presión sobre Nueva Zelanda, contra el 18% que afirmaba lo mismo dos años antes.
Una gran parte del rechazo gira en torno al parque nacional Fiordland, una zona de tierra salvaje cerca de Queenstown. Uno de sus 14 fiordos, Milford Sound, es accesible por medio de un camino estrecho y sinuoso que incluye un túnel de un solo carril. Lo visitan casi 800.000 turistas por año, la mayoría en ómnibus con horarios tan apretados que algunos conductores solo tienen un lapso de 30 minutos para realizar el viaje de vuelta dentro de los límites oficiales que les permiten conducir nuevamente al día siguiente. Los accidentes que involucran a conductores extranjeros son comunes.
Hace poco, decenas de barcos turísticos rodeaban el fiordo, mientras los pasajeros jugueteaban con los delfines y miraban las cascadas de agua.
Durante los últimos cinco años, el Club de Montaña Federado, fundado hace 87 años, uno de los grupos líderes de conservación de Nueva Zelanda, presentó decenas de quejas al departamento de conservación del país, muchas de ellas relacionadas con Fiordland. Una petición que circuló contra la propuesta de una línea de monorriel y la de un nuevo túnel en el parque recibió cerca de 10.000 firmas. Finalmente, ambas propuestas fueron bloqueadas.
Traducción de Jaime Arrambide
Rachel Pannett
En esta nota: