
Resulta que ahora se me dio por salir de tragos por ahí después de la oficina. Me gusta esta idea de hacer una escala antes de llegar a casa. Lo bueno es que a las 7 estás sentada en la barra de un bar y a las 11 ya estás en tu casa lista para ponerte el pijama. Pienso poner en práctica la costumbre esta por lo que queda del año, la verdad es que me divertí muchísimo.
Anoche fuimos con los chicos de la agencia y me impresionó lo que sale la gente entre semana. El miércoles pasado me había pasado lo mismo; Buenos Aires after office es un buen programa.
-Un gin tonic más y te tengo que llevar a tu casa.
Pedro tiene eso de querer adjudicarme mayor estado etílico del que tengo. ¿O será que yo me siento impecable cuando no lo estoy?
Cuando llego a casa me ocupo de mirarme en el espejo y comprobarlo. Estoy de lo más presentable, los cachetes apenas rosas pero debe ser del frío.
Mi cuarto es helado por definición hasta que pongo en funcionamiento todo y en esta nueva casa adquirí la costumbre del pijama completo para dormir (antes lo usaba para andar por la casa nomás). Soy absolutamente impresentable: pijama, medias y buzo universitario de un ex novio que aún conservo (el buzo, no el novio).
De sólo imaginarme en un babydoll sexy me agarra un frío mental incontrolable y me resigno a la idea de que mis inviernos distarán de ser sexies hasta resolver el tema calefacción. Después lo pienso dos minutos y me digo:
-Y además, ¿a quién querés engañar? Si en tu vida tuviste un babydoll...
-Y además, ¿a quién querés engañar? Si en tu vida tuviste un babydoll...
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