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Iruya: Salta en el cielo

A 2780 metros sobre el nivel del mar y con apenas 1200 habitantes, este pueblo colla vive todo un boom turístico, aunque lucha por abrirse al mundo sin dejar de preservar su identidad




IRUYA.- La voz de Johnny Depp es lo único que se oye en el mediodía de este pueblo salteño trepado a la montaña, a 2780 metros sobre el nivel del mar y 316 kilómetros de la capital provincial, muy cerca de la frontera con Jujuy. Se escucha en el televisor de 14 pulgadas (conectado como el fabricante japonés nunca lo imaginó) en lo de Tina, un comedor de manteles de plástico, estofado por 3 pesos y un perro adormecido debajo de la mesa.
"Mirá, ya ha salido Piratas del Caribe II ", comenta uno de los tres comensales hasta entonces en silencio frente a la tele con la publicidad del estreno. Nadie dice nada más. Imposible adivinar, pero quizás alguno piense en viajar a Buenos Aires para ver la saga del capitán Sparrow aunque resuelva rápidamente que no vale la pena. El perro, de hecho, tiene cara de que Piratas del Caribe no le importa ni la I ni la II. Y más o menos así seguirán todos por las próximas horas. Hasta la siesta, claro.
Iruya es un caso. En ciertas cosas se parece a docenas de pueblos del noroeste argentino. Tiene unos 1200 pobladores, 95% de origen colla, con una dura historia reciente ligada a la zafra, fiestas tradicionales (la de la Virgen del Rosario, precisamente por estas horas), una linda iglesia con campanario de techo celeste y muy fotogénico, escuela, un par de hosterías, comedores con televisores conectados con alambres, precios muy baratos y perros con mucha paz interior.
Pero en otros aspectos, Iruya es única. A sólo 70 kilómetros de Humahuaca (53 km de ripio), con sus casitas ascendiendo sobre las montañas de colores y con sus orígenes en el siglo XVIII, pero con raigrambre precolombina, compone una foto perfecta de lo mejor del NOA y es la primera posta hacia una Salta profunda , de pueblos mínimos, cultura milenaria y paisajes increíbles. Tan perfecta es la postal que de hecho ha ilustrado más de una publicidad.

Sin contaminar

Por todo esto, en los últimos cinco años el pueblo experimentó un boom turístico difícil de procesar. De pronto, los visitantes se multiplicaron a bordo de colectivos cada vez más frecuentes, acelerando por el mismo camino de tierra y cornisa de siempre.
Se incrementó, especialmente durante el verano, la cantidad de mochileros en busca del paraíso perdido entre los cerros, aunque en esa temporada el pueblo no siempre sea accesible por la crecida del río. Y comenzaron algunos problemas. Porque si el aumento de turistas en, digamos, San Telmo, resulta todo un fenómeno que llama la atención, algo así en un lugar como Iruya previsiblemente produce una pequeña crisis. Y si a San Telmo todavía le falta aprender bastante, hay que decir que Iruya no estaba preparada para afrontar la demanda hotelera y gastronómica, orientar racionalmente el flujo de visitantes... para que esta oportunidad de generar recursos no se transforme en una amenaza a la cultura autóctona.
Pero parece reaccionar a tiempo. Teodosio David Canchi es el intendente no sólo de Iruya, sino del departamento que incluye 53 parajes, algunos de los cuales quedan a 16 horas de mula. Nacido en el vecino Pueblo Viejo, tiene 30 años, la misma mirada serena de sus coterráneos y varios proyectos para desconcentrar el turismo de Iruya, mejorar los senderos, capacitar, cuidar la calidad de las habitaciones en alquiler y más. La esperanza, dice, está en la fortaleza de su pueblo. "La gente no ha sido contaminada -explica-. Con mucha sabiduría, ha podido sobrevivir en medio de la montaña, con seis hijos, sin luz, con mucho trabajo comunitario. Es gente sana, solidaria, sin egoísmo ni maldad."
A esa gente no contaminada todavía le cuesta lidiar con esto de ser un destino de moda. Según cuenta Arminda Montellanos, la dispuesta secretaria de Turismo, ha habido reiterados problemas con grupos de jóvenes con ganas de escuchar música demasiado tarde y demasiado fuerte (algunos terminaron echados del pueblo), e incluso con otros que "creen que esto es una playa y se tiran a tomar sol en traje de baño sin considerar que para nuestros mayores, que por su cultura son muy discretos, eso resulta casi escandaloso".
Así, en Iruya ahora se trabaja para recibir más ecoturismo cultural , como lo llama el intendente, y menos mochileros pidiendo permiso para dormir en casas de familia "a cambio de unos caramelos para los más chicos", como recuerdan Arminda y otros vecinos.

Identidad y trekking

Ecoturismo cultural es una buena síntesis. Iruya tiene todo para eso. La identidad colla es notable, muy especialmente durante las fiestas de la Virgen del Rosario, la primera quincena de octubre, cuando los cachis (bailarines y músicos) despliegan todos sus colores y sonidos. Pero también es apreciable, más sutilmente, en las silenciosas callecitas del pueblo, empinadas y adoquinadas, flanqueadas por casas de adobe, piedra y paja, en el ritmo de la conversación y en las noches estrelladas.
Y por el lado eco , Iruya es también una aventura. Se llega por un camino de ripio que primero sube hasta 4000 metros sobre el nivel del mar (en Abra del Cóndor, el límite entre Jujuy y Salta) y entonces baja en zigzag hasta sólo 2780 metros, siempre con cabras y llamas como espectadoras detrás de pircas aparentemente eternas.
Desde el pueblo parten varios senderos, algunos de ellos antiquísimos, que aunque parezcan de poca dificultad deben ser siempre recorridos a pie o con mula junto a guías locales conocedores de la zona. El que va a San Isidro es el más frecuentado (junto al río a veces se puede ver a algunas hilanderas trabajando bajo el sol), pero también hay muchos más, como los de Pueblo Viejo o Campo Carrera.
María Carnero, que vivió en Bariloche y también en Manhattan y Atlanta, estuvo hasta hace poco a cargo de la hostería Iruya, en la parte más alta del pueblo. Y tiene esta definición del lugar, exagerada, pero significativa: "Este es el Nepal argentino", dice.

Escenas de la vida río arriba

IRUYA.- Si Iruya es un pueblo apartado del mundo qué queda para San Isidro, el próximo caserío siguiendo el río. Ir a San Isidro es la típica excursión desde Iruya, a pie o en camioneta, aunque la primera opción es particularmente polémica. Sucede que muchos turistas suelen encarar la caminata solos, prescindiendo de un guía. Y esto implica un doble problema para los locales: los priva de la posibilidad de un ingreso y, paradójicamente, les trae más trabajo (ad honórem), ya que en muchos casos deben salir a buscar a los turistas perdidos y hasta rescatarlos cuando se lastiman entre las rocas y el traicionero río.
En camioneta, de Iruya a San Isidro se llega en media hora por un camino que no es de ripio, sino directamente de rocas, en algunos casos tan grandes que alguien debe bajarse para correrlas antes de continuar. La variedad de tonos parece mayor incluso que la del cerro de los Siete Colores jujeño, lo que le da una idea a uno de los salteños que va en la 4x4: "Tendríamos que hacer un folleto promocionando el cerro de los Once Colores. ¡Los jujeños se morirían!"
En el camino a San Isidro, la camioneta levanta a un músico que hace dedo. Y unos metros más adelante sube también una turista porteña, cansada de caminar. Todos empiezan a charlar y en algún momento, la turista, rubia, de unos 50 años, se queja moderadamente porque vino de vacaciones y no puede creer que no haya ningún lugar donde, por la noche, alguien toque la guitarra . El músico no disimula su molestia y le responde que acá, en Iruya, no se toca la guitarra, se tocan otros instrumentos. Ella insiste: "Bueno, que toquen algo", como quien pagó el pase de Disney y no concibe que el Ratón Mickey no aparezca por ningún lado. El hombre, un grado más incómodo todavía, se da vuelta y le explica: "Mire, no estamos acá para ponernos a cantar cuando ustedes llegan; no es así", aunque luego, sorprendentemente conciliador, le aclara que en realidad ellos están "en otra etapa", que todavía su gente "no comprende bien esto del turismo, no está muy preparada", pero que ya llegará el momento.
El que hacía dedo es Berbabé Montellanos, músico y docente de San Isidro. Flaco, de pelo largo y sombrero de ala, con un leve acento que denota temporadas lejos de su pueblo, se lo puede ver en Río arriba , documental de Ulises de la Orden (con música del reconocido Ricardo Vilca), que se exhibe a sala llena en el Malba desde hace meses (sábados y domingos a las 18.30; entrada, 7 pesos).

El cine y la zafra

La película habla de la zafra y sus dramáticas consecuencias en comunidades collas como Iruya, de donde familias enteras partieron durante décadas a trabajar en la cosecha de la caña de azúcar, descuidando sus propias tierras y la labor de generaciones en terrazas de cultivo y acequias.
Ulises de la Orden cuenta todo esto desde una perspectiva muy especial: su propio bisabuelo arrendó un ingenio que funcionaba con el mismo sistema de sometimiento de trabajadores establecido en la región, por lo que Río arriba en un punto resulta, además de una denuncia, una autocrítica familiar.
Dentro del programa de las fiestas de la Virgen del Rosario de este fin de semana estaba la proyección de Río arriba mediante un cine móvil justamente en el río, frente a Iruya. Todo un acontecimiento para el pueblo y para Ulises, uno de los más visibles amigos de Iruya, invitado también a participar de una mesa redonda sobre cómo evitar que el turismo sea un factor adverso en la zona. "La clave es la autogestión -adelanta-, que la gente del lugar maneje sus recursos."

Datos útiles

Cómo llegar

Habitualmente se llega a Iruya desde Humahuaca, Jujuy. La distancia es de unos 70 kilómetros (más de 50 de ripio). Hay tres colectivos al día que hacen el trayecto por unos 20 pesos, ida y vuelta.

Alojamiento

Iruya cuenta con varias hosterías y hospedajes, además de casas de familia que también ofrecen camas. En la hostería Iruya, la tarifa por habitación doble con desayuno es de 220 pesos (excepto en fechas especiales). Reservas en Buenos Aires: 4394-9599. www.maresur.com

Más información

Casa de Salta en Buenos Aires: Avda. Roque Sáenz Peña 933; 4326-2456 casadesalta@turismosalta.gov.ar
En Salta, Sec. de Turismo: Buenos Aires 93; 0387-4310950

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por Redacción OHLALÁ!


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