Isla de Pascua: misterio en el Pacífico
Datos y consejos para incorporar antes de emprender un viaje a la isla más enigmática del mundo
2 de julio de 2017
Tongariki, el sitio arqueológico con la formación más grande de moáis reubicados en su posición original, de espaldas al mar
La Isla de Pascua hizo soñar a muchos exploradores y a varias generaciones de viajeros. Durante largo tiempo fue uno de los lugares más remotos del mundo y sigue siendo también hoy, en plena era de la explosión turística global, el sitio habitado más aislado del planeta. Sus primeros vecinos viven en la isla de Pitcairn, a más de 2000 kilómetros, otro confite de tierra perdido en el Pacífico.
Por suerte, desde la Argentina no es tan complicado ni costoso acceder a esta isla que vio nacer una de las civilizaciones más singulares de la humanidad. Los misteriosos moáis son los vigías de ese viaje, pero hay mucho más para ver en este minúsculo universo, más pequeño que la ciudad de Buenos Aires. Se pueden explorar cuevas, subir hasta la cumbre de un volcán, descubrir la única escritura del hemisferio sur, avistar aves, bucear en aguas tropicales y conocer a los rapanuis y su cultura polinesia.
ALOJAMIENTO
La isla es chica pero hay mucha oferta de alojamiento: hoteles de diferentes categorías, casas de huéspedes y complejos de cabañas. Muchos de ellos trabajan últimamente con la plataforma Airbnb. Entre estos últimos, el más novedoso es Morerava, un conjunto de casas de madera sustentables, en total sintonía con los valores que está promoviendo la isla. Si se busca una opción más tradicional, el mayor y mejor hotel es el Hanga Roa Eco Village & Spa, a minutos caminando del centro y frente a una costa rocosa. Cada habitación es un bungalow decorado con referencias a la cultura rapanui. Uno de sus dos restaurantes, Kaloa, propone la mejor carta de la isla, con ingredientes locales y recetas que combinan sabores polinesios y chilenos.
BOTÁNICA
Pascua es una isla tropical donde la mayoría de las plantas actuales fueron introducidas por los primeros colonos polinesios. Los bosques de la palmera autóctona que cubrían originalmente las laderas de los volcanes fueron totalmente talados hace ya varios siglos. Su madera servía para cremaciones rituales y para transportar los pesados moáis a lo largo y ancho de la isla.
Aunque la isla pertenece a Chile, los isleños ven a la Polinesia como su "gran hermana"
Las especies actuales de la isla, como el endémico toromiro, se pueden ver en el jardín botánico Tau Kiani (sobre la calle Arapiki, yendo del centro de Hanga Roa hacia el ahu Akivi). En varios lugares llama la atención la gran cantidad de ceibos, que encontraron allí un suelo y un clima ideal. Las temperaturas son prácticamente constantes todo el año, entre los 20 y los 25° C, con noches tibias, días cálidos y vientos marinos refrescantes.
CABALGATAS
Muchos de los caballos que crían los isleños caminan libremente y hay que cuidar de ellos al circular en auto, cuando cruzan las rutas. La Isla de Pascua es un lugar ideal para las cabalgatas. La más impactante hace cumbre en el Terevaka, el mayor de los volcanes. Varias familias proponen ese paseo, como Cabalgatas Tata.
Los animales son mansos y aptos para principiantes. Desde lo más alto de la montaña, Rapa Nui se ve como un micromundo, rodeado por todas partes por un océano infinito. Ese camino forma parte de una red de senderos aptos también para caminatas o mountain bike.
ESCRITURA
Los antiguos isleños fueron los únicos que desarrollaron una escritura, el rongo-rongo, en el hemisferio sur. Se trata de un sistema de cientos de glifos que llegaron hasta nuestros días sobre tabletas de madera. Su significado fue olvidado cuando la población de la isla fue diezmada, durante el siglo XIX. Es uno de los misterios de la Isla de Pascua y ninguno de los científicos que estudiaron su civilización -como el noruego Heyerdahl o el suizo Métraux- pudieron descifrarlo. En las tiendas de recuerdos y los dos mercaditos de Hanga-Roa se venden réplicas de tabletas rongo-rongo. No son tan populares como las réplicas de moáis, pero resultan mucho más intrigantes.
El Mercado Artesanal Municipal está al lado de la iglesia. Abre de lunes a sábados de 9 a 13 y de 17 a 20. La Feria Agrícola y Artesanal se encuentra en la esquina de las calles Atamu Tekena y Tuu Maheke, en pleno centro del pueblo. Abre de 9 a 13 y de 16 a 20.
GRUTAS
Los moáis de piedra son la atracción principal en la isla. Se estima que fueron realizados entre los siglos XIII y XVI
Rapa Nui está constituida por tres volcanes cuyos conos se unieron y le dieron una forma triangular. Al enfriarse con el agua del océano, la lava atrapó bolsones de gas que crearon cuevas (ana, en idioma polinesio). En el pasado fueron lugares de escondite para los isleños; hoy son uno de los atractivos turísticos, como Ana te Pahu (plantada de plátanos), Ana Kakenga (con una ventana sobre el mar) y Ana Kai Tangata (que protege petroglifos de color). La agencia Ancestral Tour propone trekkings hasta esas cavernas.
Hay también grutas submarinas que se pueden explorar durante salidas de buceo, como las que organiza Mike Rapu. Es la ocasión de conocer el moái sumergido, una réplica que fue usada en la película Rapa Nui de Kevin Costner (1994).
HANGA ROA
Así se llama la capital -y única población- de la isla. Reúne la casi totalidad de los 5000 isleños. Cuenta con los servicios y negocios imprescindibles para los viajeros. La mayor parte de las tiendas está a lo largo de la calle principal, Atamu Tekena. La oficina de correos se ha convertido en ritual entre los extranjeros, sobre todo los japoneses y los europeos (los más numerosos): nadie quiere irse sin el matasellos sobre su pasaporte.
Pascua es una isla tropical en la que la mayoría de las especies fueron introducidas - Créditos: Estrella Herrera
La costanera de Haga Roa no es muy larga. Se puede recorrer en menos de media hora de un puerto a otro: Hanga Piko y el del centro. La caminata sigue luego hacia el cementerio y el sitio de Tahai, donde fueron reinstalados varios moáis. Ahí está el único que recuperó su mirada. Los ojos de la estatua no son los originales sino que fueron recreados para mostrar cómo lucían originalmente. Los antiguos isleños pensaban que el poder de los moáis residía en su mirada y cuando los derribaron rompieron esos ojos hechos de placas de obsidiana y de coral. El único fragmento que fue encontrado en la isla está expuesto en el Museo Rapanui.
El sitio de Tahai congrega cada atardecer a todos los turistas. Es el mejor lugar para admirar la puesta del sol, justo detrás de las imponentes siluetas de los moáis.
MOÁIS
Son la atracción primordial de la isla. Siguen intrigando a los viajeros de hoy como lo hicieron en el pasado luego de la llegada de los primeros navegantes europeos. Se sabe que formaban parte de un culto a los ancestros. Cada clan vivía en una porción de la isla donde construía un altar sagrado, el ahu. Es la base sobre la cual se erigían, generación tras generación, los moáis.
Miraban hacia las tierras, dando la espalda al mar (a la excepción del sitio de Akivi). Algunos eran coronados con un rodete de piedra roja, tallada en el sitio de Puna Pau. La mayoría de los ahus fueron abandonados y los moáis tirados al suelo a lo largo de un proceso de cambios y conflictos religiosos, sociales y políticos durante el siglo XVI. Varios ahus fueron restaurados y sus moáis emplazados de nuevo como en Akivi, Anakena, Tongariki y Tahai.
Eran tallados en una sola cantera, el volcán de Rano Raraku. Se estima que fueron principalmente realizados entre los siglos XIII y XVI. Su tamaño va de 3 a 9 metros y los más grandes pesan varias decenas de toneladas.
NOMBRES
Los Haumakas poblaron la isla proviniendo de las actuales Marquesas, en la Polinesia Francesa. Fueron en gran parte diezmados por enfermedades y por esclavistas peruanos durante el siglo XIX.
La isla recibió a partir de los años 1860 varios grupos de la isla de Rapa (en el archipiélago de las Australes, también en la Polinesia Francesa). Ellos le dieron su nombre actual, Rapa Nui, que quiere decir Gran Rapa. El idioma de la isla es cercano a las demás lenguas polinesias, desde el tahitiano y el maori de Nueva Zelanda al hawaiano.
Los isleños tienen una intensa relación con Tahití, adonde viajan con frecuencia gracias a vuelos regulares. Muchos tienen familiares en aquella isla, a la que consideran su gran hermana. Esta proximidad se repercute en los suvenires: uno de los más preciados es la perla negra de Tahití, que un joyero local vende en su local de Hanga Roa. También se consigue esencia y jabón de monoi, emblemático de la Polinesia francesa.
En cuanto al nombre de Pascua, la isla fue avistada por primera vez por un navegante europeo en ese día de 1722. Por otro lado, los Haumakas la llamaban Te Kainga a Hau Maka (Tierra de Hau Maka - el otro nombre de su primer rey); Te Pito O Te Henua (Ombligo del Mundo); y Matakiterani (un sobrenombre de los moáis).
ORONGO
Cuando la población de la isla superó la capacidad de producción de recursos, estalló una crisis que cambió radicalmente la organización social y religiosa. El culto a los ancestros a través de los moáis fue abandonado. En su lugar se veneró el dios Make Make desde el sitio de Orongo, en la cumbre del volcán Rano Kau. Una compleja competencia ritual permitía elegir a un nuevo líder religioso cada año. Los isleños construyeron casitas de piedra en Orongo desde donde vigilaban a sus campeones, que debían llegar a los únicos islotes vecinos (Motu Iti y Motu Nui )para traer un huevo de gaviotín.
Orongo es uno de los principales sitios históricos de la isla, con un pequeño centro interpretativo, parte del Parque Nacional Rapa Nui. Para visitar el parque se paga un derecho de entrada (en el aeropuerto, al llegar a la isla) de US$ 80, válido durante diez días.
PLAYAS
La Isla de Pascua tiene una sola playa de arena blanca. Cumple de esta forma con lo que uno espera de cada isla tropical. Está en Anakena, donde la tradición oral ubicó el desembarco de los primeros colonos, el rey Hotu Matu'a y su clan. El palmar que enmarca el sitio fue donado por Tahití. Hay dos ahus al borde de la playa, ambos restaurados. Fue el explorador noruego Thor Heyerdahl en persona quien restauró el moái solitario, el primero en volver a ser levantado, en 1955. Anakena es un lugar concurrido los fines de semana, cuando las familias vienen a pasar un día de playa. El resto de la semana es muy tranquilo. Las aguas son muy claras, ideales para hacer snorkeling.
Hay otro sitio de arenas blancas en la isla. Apenas se puede tildar de playa, porque es muy chiquito. Está en un sitio llamado Ovahe, apretado entre acantilados y rocas. Es un escondite para pocos, que lo aprovechan en solitario.
RANO RARAKU
Es la gran estrella de la isla porque es la cantera donde se tallaban los moáis. Cuando se abandonó el culto de los ancestros, Rano Raraku y las estatuas quedaron como estaban, como suspendidos en el tiempo. Hoy es un yacimiento de gigantescas caras de roca. Los guardaparques vigilan que nadie se salga de las sendas para sacar los moáis más de cerca. Se estima que 400 de las 900 estatuas talladas siguen estando en la cantera o en sus cercanías, en los caminos hacia ahus adonde nunca llegaron.
En Rano Raraku sigue estando el mayor moái de la isla: Te Tokanga. Nunca fue terminado de tallar. Mide más de 20 metros y habría pesado unas 270 toneladas. El paseo por las laderas del volcán termina a orillas de la laguna que ocupa el fondo del cráter.
SHOWS
La tradición oral cuenta que el rey Hotu Matu'a cruzó el océano con su pueblo para colonizar Rapa Nui desde las Marquesas hace unos 1500 años. Luego de varias tragedias a lo largo del siglo XIX, la cultura de la isla trata de sobrevivir y volver a ocupar su lugar entre las demás naciones de Polinesia. La música, los bailes y el idioma se pueden apreciar en los shows nocturnos que el restaurante Kari-Kari organiza varias veces por semana. El local se encuentra en el centro de Hanga Roa. Hay que reservar o llegar con antelación para asegurarse un lugar. Informes al tel.: 032-2100767.
TONGARIKI
Es el nombre del sitio arqueológico más impresionante de la isla. Está al pie del volcán Poike y es un ahu donde fueron restaurados 15 moáis, uno al lado del otro. Cada estatua es parecida y distinta a la vez. Forma parte del Parque Nacional, como Anakena, Tahai, Rano Raraku y Orongo. Y también Vinapu (cuyo altar presenta una llamativa similitud con las construcciones incaicas del Cuzco), Puna Pau (la cantera de "rodetes" de piedras rojas), Te Pito Kura (la piedra que simboliza el ombligo del mundo), Akivi (un ahu de moáis en el interior de la isla) y Papa Vaka (un sitio de petroglifos). Tongariki y algunos otros sitios son de acceso restringido, entre las 9 y las 18 o 19. De la misma manera que Tahai es el lugar ideal para admirar el atardecer, Tongariki se reserva para el amanecer. El sol se levanta justo detrás de sus moáis.
VISITAS GUIADAS
Se puede recorrer y conocer toda la isla en sólo tres o cuatro días. Para las visitas se puede optar por los servicios de una agencia o salir por cuenta propia. En el primer caso está Mahinatur, que cuenta con la mayor frecuencia de tours. Para quienes privilegian su independencia, la solución es alquilar unos pequeños autos 4x4 en los hoteles o en casas de rental del pueblo. El costo es de unos miles pesos argentinos diarios y se pueden manejar con licencia argentina. En cuanto a los demás precios, son más elevados que en el resto de Chile pero bastante similares a los de la Argentina.
Hasta en el paraíso hay argentinos...
Por Marcelo Carossi (*)
La vida esta llena de sorpresas. Hace años a un periodista de la nacion le llamó la atención encontrarse con otro argentino tan lejos o, más precisamente, en un lugar tan alejado de todo. Cierto: lejos están mi querida Rosario y mi segunda ciudad adoptiva, Alta Gracia. Hace ya doce años que mi lugar en el mundo es la Isla de Pascua o Te Pito o Te Henua (El Ombligo del Mundo).
Llegar aquí rompió todas mis certezas. Pero mi señora, nativa y a la vez prisionera de sus encantos, sabía que me seduciría la idea de una existencia más "hippie", dejar atrás el saco y la corbata por el costo de una vida sin tantas formalidades; con pretensiones, sí, pero sin esa avaricia que duele. En resumen, una vida más cerca de lo cotidiano, cerca de lo esencial, eso que a veces olvidamos.
Recorrer esta isla es siempre una aventura. Suelen preguntarme amigos de Argentina qué hay para ver en Pascua. Yo siempre respondo que, más allá de la mística de sus 887 moáis, están las playas de Anakena y Ovahe, los amaneceres en el sitio ceremonial Tongariki y los atardeceres de Tahai. Pero, sobre todo, les digo que este lugar es un pedazo de paraíso caído del cielo. Sólo que los que lo habitamos somos de carne y hueso.
(*) El autor es argentino y vive en Isla de Pascua hace doce años con su mujer y sus cinco hijos.