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Japoneses en la Argentina y una gran lección de vida




Osaka, la ciudad japonesa que compite con Tokio y Kyoto en prestigio, está a 19.000 kilómetros de Buenos Aires, en las antípodas. Pero podemos acercarnos a ella en el Parque Ecológico Cultural Guillermo E. Hudson, que está en Florencio Varela, a 25 kilómetros del centro porteño.
Esta historia tiene punto de partida en 1958, cuando el embajador Masao Tsuda se indignó al saber que la casa de Los 25 Ombúes, descubierta por Fernando Pozzo en 1929, se había convertido en una tapera con intrusos y corría el riesgo de quedar destruida. Denunció el hecho en una Carta de Lectores, en LA NACION. El entonces gobernador Oscar Alende lo llamó y comenzó a revertirse el proceso, que llegaría a feliz término con la gestión de Violeta Shinya.
El diplomático era presidente de la Asociación Hudsoniana de Tokio. El dato es simbólico, porque nuestro gran autor es leído en las escuelas y respetado por todos desde el término de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, Japón decidió profundizar el conocimiento del idioma inglés sin perder sus costumbres. Y Hudson era la respuesta, porque en sus 24 libros también amaba a la naturaleza.
El mismo Tsuda recomendó a la profesora Violeta para la nueva tarea. Era hija de Yoshio Shinya, el primer inmigrante japonés que llegó al país en la Fragata Sarmiento porque había sido un cicerón imprescindible en Tokio. Aquí se casó con Laura Delholm, sobrina de Hudson, y fueron padres de Violeta en 1910, que se convertiría luego en la primera universitaria nikkei, argentina de ascendencia japonesa. La sobrina nieta del escritor dirigió el parque hasta su muerte, a los 80 años, en 2003.
Inicialmente eran apenas cuatro hectáreas donadas por el vizconde de Davidson. Se necesitaba más tierra. En 1991, otro embajador japonés, Yoshio Fujimoto, miembro de la Asociación de Amigos y Lectores de Hudson en su patria, logró que varias empresas de Japón donaran fondos para ampliar la reserva a las 50 actuales. El aporte más importante fue el de la Fundación Suntory que ha hecho un culto de la defensa del medio ambiente.
Su edificio principal está frente a la bahía de Osaka y es una atracción comparable al Museo Guggenheim en Bilbao. Lo construyó Tadao Ando, que lo mismo que Hudson es un autodidacto. Nunca fue a la Universidad, aunque ganó el Premio Pritzker, que es equivalente al Nobel de Arquitectura. Hudson se formó entre los animales, Ando lo hizo viendo templos en su propio país y luego viajando por Europa, Africa, Estados Unidos. Dos de sus diseños más bellos son el Templo del Agua y la Iglesia de la Luz.
No puede sorprendernos que sean frecuentes los visitantes japoneses y su apoyo. Por ejemplo, la donación de la lente que el guía Marcelo Montenegro utiliza para hacernos ver los pájaros en libertad. Como lo hacía Hudson, cuando nos contó su infancia en Allá lejos y hace tiempo. Y no sé si es una casualidad que una de las más grandes productoras de juegos para computación de Japón se llame Hudson.

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por Redacción OHLALÁ!

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