Newsletter
Newsletter
 • HISTORICO

Jericoacoara: el ritmo natural

Para los amantes de las playas calmas y los apasionados por los deportes acuáticos, este pueblo 300 km al noroeste de Fortaleza se mantiene libre de asfalto y permite apreciar la salida y puesta del sol en el mar




JERICOACOARA.- Antes me habían hablado de su paisaje, del encanto de su playa y sus distintivas callecitas de arena; de su noche alumbrada tan sólo por las luces de los hoteles y las casas. Había oído bastante, lo suficiente como para pensar que podía figurarla y que, al llegar, no me sorprendería. Pero no. Bastó un tropiezo con el atardecer de Jericoacoara para caer rendida ante su hechizo de verano.
Habíamos partido temprano en una combi desde Cumbuco, una playa hermosa a 30 kilómetros de Fortaleza, que es la ciudad más cercana a Jeri, como la llaman sus habitantes. Viajamos unas cuatro horas hasta llegar al poblado de Jijoca, puerta de entrada al Parque Nacional que rodea a la villa de Jericoacoara, y punto de transbordo obligado a la jardineira , una suerte de pequeño colectivo, con grandes ruedas y sin puertas que, a pesar de mostrarse viejo y sin firmeza, logró devorar la resistencia de la arena en los 24 kilómetros del trayecto.
Sin duda, ese viaje de una hora es el comienzo del paseo para todo visitante: el paisaje se despliega en grandes piletas de agua dulce de lluvia y una vasta extensión de médanos, mientras el horizonte se desdibuja en un degradé de arena casi blanca y un cielo superbrillante. Es inevitable pedirle al chofer que frene de a ratos para bajarse del vehículo, sacar fotos y buscar complicidad en la mirada de los compañeros de travesía, que confirman que lo visto no es un espejismo.
Enclavada en medio de una zona de protección ambiental, Jericoacoara es un pueblito costero, antiguamente de pescadores, sin alumbrado público ni asfalto, que queda a unos 300 kilómetros al noroeste de Fortaleza. Allí, el calor -que dura todo el año, incluso en la corta pero intensa temporada de lluvias (de marzo a fines de mayo)- es amenizado por una brisa permanente, algo ideal cuando se trata de vivir la playa.
Aunque la visitan turistas durante todo el año, Jericoacoara felizmente no se satura; quizá porque su acceso requiere de mucha paciencia: hasta el momento, el aeropuerto más cercano es el de Fortaleza; allí hay que alquilar una 4x4 o tomar el colectivo a Jijona (donde por estos días se construye una nueva pista de aterrizaje que promete inaugurarse a fines de 2012), y luego la jardineira . Esta dificultad es su talón de Aquiles, pero también el motivo de su encanto.
¿Quiénes llegan? Principalmente los amantes de la playa calma, parejas y familias que saben que estarán en un punto privilegiado, ya que la ubicación del lugar es una de las únicas que permite apreciar la salida y puesta del sol en el mar, y los apasionados por los deportes acuáticos, como el kitesurf y el windsurf, que encuentran olas ostentosas para realizar sus hazañas (la brisa devenida viento fuerte en la segunda mitad del año convierte la playa de Jeri en uno de los mejores destinos del mundo para realizar este tipo de actividades).
O melhor lugar do mundo é aqui e agora . Son poco más de las 17 y tras un almuerzo tardío, nos avisan que tenemos que apurarnos. Hay que caminar pronto los pocos metros que nos separan de la playa porque el atardecer no se hace desear. Al llegar, es casi imposible no sumarse a la marcha hipnótica de la muchedumbre, que se dirige hacia la torre de arena. Pôr-do-Sol, la duna de 28 metros a orillas del mar, es el lugar preferido por la mayoría para disfrutar del espectáculo. No es ligero el ascenso: observo mis pies, que se hunden en la arena finísima y luchan por adelantarse. Es fundamental levantar la mirada a cada segundo para no perderse nada, porque el sol es contundente en su caída y cada parpadeo devuelve una imagen nueva.
Una vez arriba, mientras todos conversamos, sacamos fotos y reímos, una dupla de jóvenes lugareños irrumpe sorpresivamente con sus tablas y se tira por la pendiente empinada. "Mirá cómo hacen sandboard", comenta alguien. No llego a salir del asombro cuando un niño acróbata, de la nada, se lanza por la duna en un continuo flip flap; cae parado y nos mira sonriente desde abajo. Este show se repite una y otra vez, hasta que casi sin darnos cuenta el sol se hunde en el horizonte, dejando el cielo en un arco de colores que va del naranja al azul, pasando por el rojo y el fucsia. Parece un lienzo pintado.
Todavía en la duna, me cuentan que existe otro punto imperdible para ver la caída del sol, pero que sólo puede visitarse cuando la marea está baja: la Pedra Furada. Es una formación rocosa natural que tiene un hueco esférico en el centro. En los atardeceres de julio, gracias a la alineación de los astros, se ve al sol justo en medio del círculo.
Al ritmo de la naturaleza. Es tiempo de desconcentración y cada uno elige su propia aventura: caminar por la playa disfrutando de la brisa constante del lugar, descargar energía jugando al fútbol en la arena, refrescarse con unas caipirinhas de las que venden en los pequeños puestos montados a un par de metros del agua, ir de compras por los pequeños locales ubicados en los pasajes de arena de la aldea o quedarse en las reposeras que los hoteles disponen bajo los cocoteros de la playa para sus huéspedes.
Nada más y nada menos, esto es Jeri, un lugar de tiempo despreocupado, de arena, agua y atardeceres mágicos. Un rincón del mundo ideal para sacarse la ciudad de encima, donde el ritmo está impuesto por la naturaleza y el único mandato es la distensión. La propuesta es precisa y encantadora: sólo hay que relajarse y disfrutar de lo más simple.
Lagunas irresistibles
Al día siguiente partimos temprano en una 4x4 con la promesa de más naturaleza (¡más!). En esta expedición todo es arena, agua y cielo, nuevamente. El camino primero es de dunas (da gracia ver a los burros dispersos, como perdidos en un desierto), después bordeamos la playa por varios kilómetros; sólo paramos para fotografiar otra de las postales del lugar, la del Arvore Da Preguiça (Arbol de la Pereza), cuyo tronco inclinado por el viento hizo que sus ramas dobladas reposen sobre el suelo.
Nuestro recorrido sobre ruedas termina a la orilla de un extenso espejo de agua verde esmeralda que, paradójicamente, se conoce como Laguna Azul. El gran atractivo aquí es la pequeñísima isla que puede verse no muy lejos, a la cual se llega en cuestión de minutos mediante un barquito de vela. Del otro lado, una playa breve y calma ofrece sombrillas hechas con hojas de palmeras y mesitas con sillas y reposeras que coquetean en la orilla, con sus patas hundidas en el agua. También se puede disfrutar de la frescura del agua de coco en una de las improvisadas barras que nacen en medio del agua, o recostarse en las hamacas acuáticas que se encuentran enclavadas en la laguna, a pasos nomás de la tierra firme.
El reloj marca la hora del almuerzo. Para eso desandamos camino y volvemos a la 4x4, esta vez rumbo a Laguna Paraíso (que en realidad es otro punto de la misma extensión de agua). Ya no parece necesario contarlo: otra vez la playa es hermosa y, lo más importante, ¡ahora nos recibe con unos deliciosos mariscos y variedad de platos tradicionales! El restaurante -que propiamente es un quincho- brinda comida sabrosa en porciones superabundantes, para disfrutar del paisaje desde el cobijo de la carpa o al sol, en las mesas sobre la orilla. Lo que sigue es una sobremesa larga, un chapuzón y secarse al sol contemplando la vista por última vez, antes de regresar al hotel para rearmar el equipaje.
El atardecer en la duna, la caminata a orillas del agua o por las callecitas de ensueño, la brisa en la cara. El cuento de hadas llega a su último capítulo. Las medias y las zapatillas otra vez en los pies son sólo el comienzo, la primera dosis de una seguidilla que, poco a poco, va evaporando los conjuros de este paréntesis extrasensorial, de Jericoacoara y su hechizo de verano.

Paradas imperdibles, de noche y día

Las noches de los miércoles en la Rua do Forró. Haciendo honor a su nombre, la calle se corta y las bailarinas invitan a moverse al compás del forró, típico género musical brasileño.
Después del baile, la panadería del señor Antonio es una visita obligada. Todas las madrugadas ofrece pan recién horneado, para acostarse con la panza llena y el corazón contento.
Las expresiones de la capoeira en la playa central, tras la caída del sol.
Una clase de windsurf cuesta 20 dólares la hora. Aun siendo un inexperto, ¿cómo no probar estando en una de las playa con las mejores olas del mundo?

DATOS UTILES

Cómo llegar
Desde Buenos Aires se ofrecen pasajes aéreos a Fortaleza a partir de los US$ 683, por GOL ( www.voegol.com.br ). Incluye impuestos.
El traslado del aeropuerto de Fortaleza a Jericoacoara se puede hacer en 4x4 (R$ 400 para 4 personas) o en ómnibus público más jardineira (R$ 30 por persona).
Paquetes
Incluye el aéreo a Fortaleza, traslados, dos noches en el hotel Vila Gale Fortaleza ( www.vilagale.pt ) y cinco noches en Jericoacoara, con desayuno. En temporada baja, hotel Mosquito Blue, US$ 1270 ( www.mosquitoblue.com.br ); Pousada Blue Jeri, 1154 ( www.bluejeri.com.br ), o Pousada Vila Kalango, 1498 ( www.vilakalango.com.br ). En temporada alta, hotel Mosquito Blue, US$ 1798, o Pousada Blue Jeri, 1568. Las tarifas son por persona, en base doble, e incluyen impuestos.
Clima
La temperatura ronda los 30°C durante todo el año. La temporada de lluvias es de marzo a fines de mayo.
Qué llevar
Protector solar, repelente para insectos y lentes de sol. Es conveniente ir con reales, ya que hay una sola casa de cambio en Jeri.
Más información. En Buenos Aires, Comité Visite Brasil-Embajada del Brasil: Cerrito 1350, entrepiso, CP C1010AAB. Teléfono: (011) 4515-2422. E-mail: turismo@brasil.org.ar
En internet

¡Compartilo!

SEGUIR LEYENDO

¿En dónde encontrar los mejores precios para comprar útiles escolares?

Clases 2024. ¿En dónde encontrar los mejores precios para comprar útiles escolares?


por Sole Venesio
Tapa de revista OHLALÁ! de abril con Gime Accardi

 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.